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  • El caos del Congreso sigue sin trasladarse aún a la economía

    » La Prensa

    Fecha: 02/09/2024 01:54

    El gobierno de Javier Milei continúa acumulando rarezas. Sobrevivió a un ajuste fiscal que paradójicamente lo fortaleció ante la opinión pública y consiguió aislar la economía de las turbulencias políticas. Prolongó así una inesperada calma en los mercados, mientras la dirigencia de los partidos tradicionales discute abiertamente liderazgos y estrategias para enfrentar a un adversario atípico. Esto último ha anarquizado al Congreso, poder en el que cualquier cosa puede pasar: rechazar decretos presidenciales, aprobar leyes que el Ejecutivo se ve obligado a vetar y arrebatarle el control de comisiones clave. En medio de tanto fragor multiplicado por los medios hay un gran ausente, Luis Caputo, de muy bajo perfil porque no tiene necesidad de explicar nada: su gestión está ampliamente justificada por la “pax cambiaria”. Empiezan a aparecer señales de reactivación, pero la clave política está siempre en que no haya una corrida incontrolable. Pasan los meses, el superávit no se altera y la emisión se congela. Otros datos importantes: agosto fue malo para el dólar blue, que cayó más de 2% contra una inflación cercana al 4%. Los dólares libres estuvieron planos: el blue quedó cerca de perforar el piso de los $1.300, mientras que el CCL y el MEP directamente lo perforaron. La brecha cambiaria anda por el 35% casi la mitad de hace dos meses. Bonos y acciones argentinas mejoraron y el riesgo país quedó por debajo de los 1.500 puntos. En pocas palabras: las variables más peligrosas salieron de la agenda mediática, porque no se ve un riesgo inminente. Hubo también a media semana una buena licitación del BCRA, se espera un blanqueo exitoso y se produjo una mejora en el precio de la soja. Pero lo más importante: los operadores empiezan a creer que el presidente no va a entregar el superávit fiscal por más que el Congreso lo presione. En la política, en cambio, la situación no es tan clara y el principal afectado es Milei a quien, según anuncian los medios, le ha surgido como rival Victoria Villarruel. Pero no se trata sólo de una construcción mediática: la vicepresidente ha usado los medios para marcar diferencias con Milei porque no le cedió los espacios de poder que ella cree merecer. Conclusión: sobre una desavenencia real, la prensa montó un conflicto de poder que no encaja en la realidad. Eso es así porque la vice sabe que su capacidad de enfrentarse con el presidente es nula: la aislaría primero y la haría naufragar después. Sus colaboradores aseguran que siguen perteneciendo al “proyecto” y pretenden ser la variante “conservadora” que complemente la oferta “liberal” del jefe de Estado. Quieren marcar diferencias para tener un lugar en la mesa en la que se discutirán las candidaturas del año próximo. Su presenta como nacionalista y se envuelve en la bandera en sus apariciones públicas. Cree que hay un sector del padrón con esa demanda, pero también es consciente de que los votos son de Milei y jura que no se va a bajar del barco. Puesto en otros términos, podrá haber peleas en el oficialismo y deserciones en el Congreso, pero lo que no hay son cuestionamientos al liderazgo de Milei. En los restantes espacios ocurre lo contrario. La reactivada interna peronista expresa el malestar de gran parte de la dirigencia con el liderazgo de Cristina Kirchner. Llamativamente disparó esa confrontación la propia Villarruel al coquetear políticamente en el recinto del Senado con el presidente del intebloque peronista, José Mayans. El senador formoseño, un soldado K hasta hace poco, dijo que la vice estaba cercana ideológicamente al peronismo porque era nacionalista, lo que desató la ira de CFK –para peor Villarruel está sentada en el lugar que ella ocupó hasta diciembre—y le recomendó un test psiquiátrico. El resto del episodio es conocido. La novedad es que por primera vez alguien se le plantó públicamente a la dos veces presidenta y le cuestionó el haber sido la promotora de Alberto Fernández. La crisis política del PRO no es menor. Mauricio Macri se reunió con el presidente para aceitar las relaciones parlamentarias (véase “Pararrayos presidenciales”), pero la situación de fondo no cambió. El fundador del PRO tiene dos alternativas: colaborar con el cambio o bombardearlo. La última lo condenará a la irrelevancia. Los radicales también están ante una encrucijada. Su presidente, Martín Lousteau, quiere aliarse al kirchnerismo. Varios gobernadores opinan lo contrario y los bloques parlamentarios votan de cualquier manera menos homogéneamente. Carecen de ideología, estrategia, líder, ni rumbo. Sólo muestran reacciones “tácticas” que por ahora no los llevan a ningún lado, porque no encontraron la manera de demostrar su utilidad política a Milei. Ese es el factor que los empuja a los brazos del peronismo.

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