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  • Las poderosas resistencias al cambio: entre la inercia y la hiperactividad

    » Mdzol

    Fecha: 02/09/2024 00:48

    Las resistencias al cambio son fuerzas que, disfrazadas de estabilidad y prudencia, terminan frenando todo lo nuevo. En las empresas, la inercia es como ese colega que siempre tiene excusas para no hacer algo diferente: “Es que siempre lo hicimos así” o “¿Para qué cambiarlo si funciona?”. Lo que no dicen es que detrás de esa comodidad está el miedo: miedo al error, miedo a lo nuevo, miedo a perder esa rutina que se siente segura. Hay una profunda confusión entre los valores tradicionales y la misión de la organización por un lado, y ciertos clichés desvencijados y anacrónicos, por el otro. A su vez, cada una de las limitaciones arrastra una secuela de renuncias afines, generando la típica renuncia “en cadena”, en donde se pierde la lógica de lo que no se puede hacer, sin que nadie recuerde la razón. La gente se agota en un laberinto estéril y sin salida. Cada una de las limitaciones arrastra una secuela de renuncias afines Las resistencias al cambio son fuerzas que, disfrazadas de estabilidad y prudencia, terminan frenando todo lo nuevo. El dogmatismo es otra versión de lo mismo. Aquí, lo importante no es lo que se dice, sino quién lo dice. Es como si una idea valiera más sólo porque la dijo el jefe o alguien con más antigüedad. Y este pensamiento rígido convierte a las organizaciones en lugares donde las ideas nuevas se asfixian antes de nacer. La red humana se transforma en riendas que sujetan y dirigen las ideas de todos, en una dirección única y lineal. Ahora hablemos de lo que parece justo lo opuesto. Estar a mil cada día, en cada circunstancia. La hiperactividad estéril es otra forma de inercia que aparenta gran actividad. Esa es la trampa perfecta. Todos corren de un lado a otro, pero al final del día no han avanzado ni un centímetro. Se mantienen ocupados para evitar pensar, para no enfrentar el cambio real. Pero claro, es más fácil llenar la agenda de reuniones y tareas que ponerse a reflexionar sobre lo que realmente importa. Lo importante no es lo que se dice, sino quién lo dice Se trata de un impulso hacia la acción que dilapida la energía en vez de capitalizarla productivamente. Es como estar “drogado” de estímulos y adicto a ellos. Y esta droga reemplaza al ejercicio de la creatividad. La reflexión es arrasada por el estado de emergencia, la velocidad es el valor principal y, en el plano de la organización, predomina la rivalidad, hay que llegar primero para ser el mejor. Las redes de los equipos colapsan. Lo grave es que la actividad frenética suele ser un modo de intentar mantener cohesionada una estructura frágil, por temor a que se desintegre. Se trata de un impulso hacia la acción que dilapida la energía en vez de capitalizarla productivamente. ¿Y cuál es el resultado? Redes humanas desgastadas, equipos que no funcionan, ideas que no prosperan y un ambiente de trabajo tenso. Mecanismos saboteadores que desactivan, cortan y finalmente destruyen las redes del pensamiento y los vínculos. La inercia y la hiperactividad acaban por romper los lazos, dejando a las personas y a las empresas atrapadas en un ciclo sin fin. Claro que no siempre resulta fácil defender un estilo de trabajo menos adictivo y más humano, cuando estamos rodeados de gente que por sus propias limitaciones vitales se ha hecho workaholic, y sólo reconoce y valora a los que sufren de la misma enfermedad. La adicción al trabajo no es otra cosa que el temor a las emociones y a la libertad. La clave está en no dejar que la inercia nos convierta en fósiles antes de tiempo, y la aceleración inútil en perseguidores de la nada. La inercia y la hiperactividad acaban por romper los lazos ¿Soluciones? Primero, reconocer que el miedo al cambio no puede ser el motor de nuestras decisiones. Después, hacer espacio para la reflexión, la diversidad de ideas y la creatividad. Valorar más al contenido de lo que se habla que al emisor, y decidirse a cuestionar las acciones que ya no sirven. Reconocer que el miedo al cambio no puede ser el motor de nuestras decisiones. Y generar workshops de trabajo en equipo, orientados a detectar la inercia y la hiperactividad, dos caras de una falsa moneda. Así se podrán desactivar estos dos depredadores, que pueden instalarse en cualquier sistema: empresa, institución, a veces hasta en una familia. Sin duda que lo evidente y casi natural en una actividad en la que se ponen esfuerzo y recursos, es buscar el resultado, los mejores resultados posibles. Y así debe ser. Sin embargo, cuando sólo apuntamos al resultado, dejamos vacío el corazón de cualquier propósito: el sentido de lo que hacemos. Esa semilla esencial que genera compromiso, coherencia y logros sustentables. Porque un organismo vivo y saludable necesita percibir y sostener en cada movimiento el sentido de lo que busca. Y esa es la garantía de mantener vital un proyecto, un grupo humano, una organización. Cuando sólo apuntamos al resultado, dejamos vacío el corazón de cualquier propósito Sonia Abadi * Sonia Abadi, médica, psicoanalista, creadora de modelo de Pensamiento en Red y autora del libro “La prodigiosa trama. Variaciones en clave de red”.

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