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  • Milei y Villarruel escriben su propia historia de peleas como marca la tradición

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 31/08/2024 20:50

    Víctor Martínez fue un buen vicepresidente de Alfonsín. Quizás de los pocos casos que no registran grandes peleas. Se mantuvo con un perfil bajo y acompañó las sucesivas crisis que terminaron con la ida anticipada del poder. Su vida política posterior no tuvo estridencias tampoco. Sería Menem el que inauguraría con Eduardo Duhalde las idas y vueltas con los segundos. Si bien el lomense era un hombre importante en la Provincia de Buenos Aires, su peso fue creciendo de la mano del impacto del poder menemista. En 1995, ya con vuelo propio se fue a la gobernación bonaerense y desde allí armó su carrera presidencial. Pero esa dinámica de Presidente y Vice entre Menem y él nunca se perdió. La historia todavía trae rumores de las intervenciones de Carlos Saúl para que las chances de Duhalde de ganar la Presidencia no fueran tan altas en 1999. Rumores mal intencionados, seguro. La relación entre De la Rúa y Chacho Álvarez es bastante conocida. Radical el Presidente, peronista disidente devenido en frepasista el segundo, dieron vida a una alianza que nació muerta. La eclosión fue la famosa conferencia de prensa del Chacho, el día que pegó el portazo en medio del escándalo de las coimas en el Senado. Aquel gesto de Álvarez ocultó también las profundas diferencias que había en la política económica. También fue un acto que marcó la carrera política de Álvarez. Nunca más volvió a ser lo que fue y su recorrido se acabó. No sólo le dio un golpe mortal al gobierno de la Alianza, sino que dinamitó su propio futuro. Y la sociedad lo condenó al ostracismo. Kirchner y Scioli tuvieron poco recorrido. A poco de asumir, Scioli dijo algo que no debía decir, opinó sobre algo que no debía opinar y Kirchner le aplicó un correctivo. Lo congeló durante todo su mandato. Obediente, el motonauta se llamó a silencio, a punto tal que tuvo su oportunidad en 2015. Los números dicen que perdió por apenas un punto la presidencia con Macri. Pese a la tirria que siempre le generó a Cristina que nunca lo terminó de digerir. Hablando de Cristina, ella tuvo lo suyo. Julio Cobos y su impactante “no positivo” fue la muestra más evidente del fracaso de la transversalidad y la alianza del kirhcnerismo con un sector del radicalismo. Fue uno de los jalones del conflicto con el campo en 2008, a quién algunos adjudican el comienzo de la grieta que aún hoy divide a la sociedad argentina. La estrella de Cobos se apagó rápido, aunque sigue en política activa en el parlamento. Pero su intervención fue decisiva y cambió el curso de la historia. Macri con Gabriela Michetti no tuvo grandes problemas. La relación fue gris como buena parte del Gobierno. Alberto y Cristina construyeron, y aún lo hacen, capítulos de un culebrón doloroso. Ella lo eligió a él, algo que jamás pasó, y le marcó la cancha desde el principio. Sus peleas condicionaron toda la gestión y la condenaron al fracaso. El loteo del gobierno, lo condujo a una virtual paralización. Y la pelea política lo condicionó de manera insoportable. El final lo conocemos todos. Otra oportunidad perdida que si no hubiera sido por el desembarco de Massa en el Ministerio de Economía nadie sabe qué hubiera pasado. Increíble para un gobierno de origen peronista. Ahora Milei está escribiendo su propia historia con Villarruel y le están poniendo enjundia. Los platos por la cabeza aún no han volado, pero los choques crecen, en lugar de ir disminuyendo. Las diferencias no parecen ser ideológicas sino metodológicas. De todas maneras, en un sistema híper presidencialista como el nuestro, el que tiene el poder es el titular del Ejecutivo. De eso no debería haber dudas. Si hay diferencias, un buen vicepresidente se las calla y mira para otro lado. Claro que en la cúspide del poder no todo es tan lineal. Es probable que, también en esto, estén pagando la inexperiencia política. La falta de expertise (pericia) que campea en muchos sectores de la LLA. Por eso las fugas, las peleas y, en ocasiones, la ausencia de espíritu de gobierno, ese que hace que vayan todos para el mismo lado. En este caso se agrava porque no tienen mayoría y están lejos de tenerla, tanto en el Senado como en Diputados. Eso expone aún más las diferencias y obliga a buscar acuerdos eternos, con los tironeos que eso implica. Ahí se evidencia aún más la falta de experiencia. Convengamos que el contexto crítico tampoco ayuda. Milei y Villarroel tiene tiempo para seguir escribiendo su destino pero, siempre hay un pero, tampoco han podido escaparle a ese rumbo de peleas entre presidentes y vices.

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