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  • Milei se metió en un brete: para salir negocia con Macri y depende de Cristina

    » Clarin

    Fecha: 31/08/2024 20:44

    Este gobierno, que aseguró mil veces que llegaba para terminar con la casta ahora termina negociando a un lado y al otro con “indeseables” que había prometido exterminar. No es un simple juego de palabras ni una chicana barata, que de esas ya hay demasiadas en la artillería de los fusiladores mediáticos en las redes, tan adictos a poner a todos contra el paredón. Es una realidad, es compleja y no es anecdótica. Hay un acuerdo en marcha con Mauricio Macri, que va tomando forma, pero a veces parece que tiene un recorrido circular. Se vuelve al punto de partida. De allí las idas y vueltas, las contradicciones expuestas con toda crudeza en el veto de Milei a la masiva jugada del Congreso sobre las jubilaciones. Hubo un cambio notorio: Milei se involucró, por primera vez, en una negociación directa con los bloques legislativos que sintonizan o dicen sintonizar con las ideas de su gobierno. Fue producto directo inmediato y natural de la peor semana política del gobierno, con la aprobación de un aumento de jubilaciones y el primer golpe en diputados a DNU sobre los gastos reservados para los espías y operaciones a la carta. Una observación antes de seguir: es muy posible que el Senado termine sepultando ese decreto que ordena un gasto multimillonario que se está ejecutando ya. Que Milei haya estado en esa reunión de coordinación con aliados y medio aliados es, al final, un resignado reconocimiento de la debilidad legislativa del gobierno. Y que Macri haya impulsado esa convergencia, luego de mostrarle los dientes al libertario, también revela las dificultades que tiene el PRO para salir de su condición de “no lugar” por el corrimiento del electorado macrista hacia Milei. Sin ceder en su rechazo total a Santiago Caputo, el operador en el que más confía Milei, Macri también apunta a desplazar a Bullrich como presunta vocera del ancien regime del ingeniero. Y es notable, también, que la ministra de Seguridad haya reforzado su acción pública para hacerse notar y salir en la foto del poder. ¿Este primer paso de coordinación puede dar lugar a una coalición de gobierno? Difícil predecirlo en estas turbulencias. Históricamente, en la Argentina, las coaliciones electorales no se tradujeron en coaliciones de gobierno. Milei, como lo fue Macri en su momento, es por ahora reactivo a esas experiencias: prefiere comerle al PRO pieza por pieza hasta dejarlo vacío. Pero, ¿habrá hecho un buen cálculo del tiempo que demanda semejante tarea y, además, de la cantidad y cantidad de logros políticos y económicos concretos que exigiría? Es lo que se propone, al menos, en la Ciudad de Buenos Aires, bastión macrista: mostrarle en 2025 que esa hegemonía está en riesgo. De allí es que haya surgido la versión de que el propio Mauricio quiere ser el candidato a senador, para obligar a Milei a apoyarlo. Si fuera así, Rodríguez Larreta -que se dice que no piensa postularse a ningún cargo- tiene quienes aseguran que haría una excepción y lo enfrentaría en las urnas. Sin embargo, Macri tiene todavía, como lo ha demostrado, poder de fuego. El PRO reclama la presidencia de la Cámara de Diputados para Cristian Ritondo, justo cuando arrecia la ofensiva contra Martín Menem por inhabilidad, y crujen los bloques oficialistas, convertidos en un reñidero. Se viene la discusión del Presupuesto y esta es una circunstancia en la que el gobierno deberá tener un menú de alianzas para poder defender más restricciones que impactarán en provincias, universidades y, también, en las jubilaciones. La eliminación prometida del impuesto País –algo tiene que ofrecer también al Fondo Monetario, que se reúne a fines de este mes en Washington– obligan a ceñir aún más el ajuste. Es en este cuadro que se termina el antipasto y se sirve el plato principal: la negociación de Cristina Kirchner con Milei por la Corte Suprema, que es una necesidad del oficialismo y una Caja de Pandora, según lo que se acuerde. Esta negociación, sin embargo, no puede desconocer a los gobernadores, quienes no quieren ser convidados de piedra, ni tampoco a otros actores políticos que, en la anemia legislativa oficialista, siempre tendrán algo para decir, por sí o por no. Por torpeza u otras razones parecidas, estas conversaciones que se han entablado entre Santiago Caputo y su delegado en Justicia, Sebastián Amerio, con Wado de Pedro, Fernández Sagasti y Juliana Di Tullio, es decir la crema del cristinismo, han salido a la superficie. Milei tuvo que reconocer, tal como le pedían, que el juez Ariel Lijo era candidato suyo, como lo es García Mansilla. Hasta ahora, el presidente había sido elusivo para reconocer el auspicio de la candidatura del juez. Ocurre que Cristina, y el peronismo no K también, quieren que, si hay ampliación de la Corte, Lijo no sea adjudicado al PJ, aunque el corazoncito del juez esté en esa sintonía. Es muy conocido que el juez de la Corte, Ricardo Lorenzetti, ha sido el que armó la maniobra y se la sirvió en bandeja a Milei, con quien sigue en contacto. Tan es así que el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, lo admitió en la televisión una entrevista televisiva, insistiendo en que el peronismo no fue tenido en cuenta en la postulación. La propuesta de Lorenzetti que fue presentada a Milei venía con una cuenta un tanto ambiciosa: de que Lijo llegaba con el moño puesto, es decir, con los votos necesarios del Senado. Ahora se dan cuenta de que el gobierno se ha metido solito en una trampa de difícil salida: necesita de los votos de Cristina para aprobar a Lijo, pero la ex presidenta sacó una larga lista de pedidos para satisfacer la ansiedad del oficialismo. Quiere ampliar la Corte –hay una media sanción del Senado llevando sus miembros a 15–, discutir el procurador en reemplazo del eterno interino Casal, y el nombramiento de jueces. Un paquete enorme con mucho impacto y condiciones de rendición, al menos en ese poder. Y muy de esa casta que Milei prometió desmantelar, por usar un verbo más o menos amable. Macri ya le dijo a Milei que no hay condiciones para ampliar la Corte y el Gobierno sabe que debe concentrarse en el Presupuesto. No puede correr riesgos. Su apuesta evidente y además exigida por sus votantes es económica: derrotar la inflación y hacer crecer al país. Hasta no hace mucho, sin plazo determinado; desde hace unos días, con cierto apuro. Mientras, Cristina mandó a enfriar la negociación para intentar conseguir sus objetivos a cambio del voto favorable a Lijo.

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