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  • Abordaje en tres dimensiones

    » El Ancasti

    Fecha: 31/08/2024 07:25

    Cada tanto, noticias resonantes, por las características de los hechos o la relevancia de sus protagonistas, hacen emerger a la superficie del debate público a ciertas problemáticas sociales muy pesadas. Es el caso de la pedofilia, que es por estos días tema recurrente de análisis a raíz de las detenciones de un exdiputado provincial misionero y su hermano. El tema del abuso sexual infantil requiere visibilidad permanente, porque es un drama mucho más frecuente de lo que se cree. Según datos de Unicef, uno de cada 10 niños, niñas y adolescentes sufren violencia sexual en Argentina. Una cifra impactante. Basta con imaginarse que en cualquier aula de una escuela primaria o secundaria habría tres alumnos, tomando el promedio general, que fueron abusados sexualmente en algún momento de sus vidas. Son las escuelas, más que las familias, ámbitos donde los chicos y chicas se animan a contar el drama que viven o vivieron. Es lógico: un alto porcentaje de los abusos es perpetrado por alguien del entorno familiar. Además, las clases de Educación Sexual Integral (ESI), donde se habla del tema y se ayuda a comprender qué son los abusos y cuáles los derechos de los chicos en el cuidado de sus propios cuerpos, han gravitado positivamente para que se animen a dar el paso de relatar sus casos. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el 80% de los abusos sexuales infantiles fue denunciado luego de una clase de ESI, según un informe del Ministerio Tutelar porteño. Uno de los problemas es que la Educación Sexual Integral, establecida por la ley nacional N° 26150 sancionada hace 18 años, no llega a la mayoría de los estudiantes por presión de grupos conservadores, por falta de capacitación de docentes o por falta de voluntad de implementarla por parte de los directivos. Los especialistas que trabajan en la problemática consideran que el abuso sexual infantil es un problema grave que debe abordarse desde tres dimensiones diferentes: “El abuso es un problema de salud pública, por el volumen, la gravedad y la frecuencia. Es también un problema de salud mental, por los efectos que se producen. Y es también un problema de derechos humanos, por los obstáculos que hay en el acceso a la justicia. Si solo se denuncian 100 de 1000, y solo se condena 1, esa falta de condena refleja la impunidad de este tipo de delitos. En los casos de abuso sexual paterno filial los niños terminan en revinculaciones forzadas con sus abusadores”, sostiene Daniela Dosso, licenciada en Trabajo Social e integrante de la Mesa Nacional contra el Abuso Sexual a Infancias y Adolescencias en Argentina. Desde estos tres enfoques, y también desde la dimensión policial-judicial de castigo a los victimarios, el rol del Estado es crucial. Las víctimas tienen una mayor vulnerabilidad por su edad, y por esa razón deben diseñarse y ejecutarse políticas preventivas y de contención eficaces.

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