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  • Franco Colapinto se subirá a la misma butaca que dejó el Lole Reutemann hace 42 años

    » La Capital

    Fecha: 27/08/2024 19:20

    Franco Colapinto es un enorme resugir de una época inolvidable de la Fórmula Uno para todos los argentinos. Y se subirá al Williams, un ícono de la última etapa inolvidable el Lole Reutemann. Franco Colapinto y el Williams de Fórmula Uno, durante el ensayo de los libres 1 en Silverstone. Nótese el auto con la bandera inglesa, de la escudería que ahora pertenece a capitales estadounidenses. Este 27 de agosto de 2024 será una fecha inolvidable para la historia argentina en la Fórmula Uno . Quedará grabada a fuego. Como lo será el domingo 1° de setiembre, cuando la luz verde se apague y en la grilla de partida mueva de nuevo un argentino. Franco Colapinto lo hizo y a los que peinan canas o no tanto, se les habrá piantado un lagrimón. Otra vez a levantarse temprano como cuando corría Carlos Lole Reutemann , otra vez la vigilia, otra vez un país paralizado para ver una carrera de F-1. Si parece mentira que Franco Colapinto, el pibe de Pilar que hizo la escalera bien, que fue bien rodeado y aconsejado, se suba al mismo Williams que en aquel 21 de marzo de 1982 el Lole Reutemann corriera por última vez, bajo el sol abrasador de Río de Janeiro, en el desaparecido Jacarepaguá. Aquella vez una etapa brillante se cerraba, c on un Lole que, frustrado por la pérdida del título increíble aquel 17 de octubre del 81 en Las Vegas, siguiera casi a regañadientes por la insistencia del propio Frank Williams , pero a la segunda oportunidad del 82 se bajó. El toque con René Arnoux lo hizo decidir y con el "no va más" repercutió tanto que se cancelaría el GP de Argentina. La Guerra de Malvinas le haría las cosas muy difíciles a los que vinieron atrás. De hecho, bien puede decirlo el baigorriense Oscar Poppy Larrauri, que venía etiquetado como el sucesor del Lole y debió esperar seis años para meterse casi por la ventana en la F-1, gracias a todos sus pergaminos en las categorías de Resistencia y a volverlo loco a Walter Brun para que se metiera en la máxima categoría cuando los costos eran otros. Lole Reutemann no lo veía posible en el 82 La salida de Reutemann, que con casi 40 años no veía posible volver a pelear el título como en el 81 debido al enorme avance de los motores turbo por sobre los convencionales que equipaban a los Williams, dejó un vacío enorme a la aficción argentina que ya se había acostumbrado a prenderse a la TV en blanco y negro primero y a la color ya en el final de su carrera. Como seguía a Carlos Monzón en el boxeo o Guillermo Vilas en el tenis. Cosas del destino, ese 1982 le daría el título al compañero de Reutemann, Keijo Keke Rosberg, luego de haber ganado un solo GP en el año. Y debieron pasar 15 para que otro argentino volviera a atrapar a los argentinos. Fue Norberto Fontana, el de la tierra tuerca por excelencia como lo es Arrecifes, el que merced a su talento y perseverancia, con poco o nulo apoyo económico, ocupara en el GP de Francia de 1997 la butaca que tuvo que dejar el italino Gianni Morbidelli, accidentado en la carrera anterior. Se subió al Sauber aún regenteado por su dueño, Peter Sauber, gracias a la presión que ejerció su representante Felipe Mc Gough, quien hizo valer el contrato firmado como piloto de reserva. El suizo desconfiaba porque Fontanita venía de un espectacular accidente en Macao y no había probado el Sauber ese año. Pero corrió en Magny Cours y debió abandonar, agotado por el esfuerzo de manejar un auto de gran potencia a la que en ese 97 no estaba acostumbrado. Los que antecedieron a Franco Colapinto Pero Fontana lo haría mejor en la carrera siguiente en Silverstone, donde finalizó 9° y hubiera sumado 2 puntos con la reglamentación de hoy, mientras que en Alemania también vio la bandera a cuadros en el 9° lugar. Volvió Morbidelli pero en la última carrera de ese año, en Jerez de la Frontera, otra vez fue citado por la ausencia del italiano, y volvió a terminar en el 14° puesto. Al año siguiente Sauber no le dio lugar, casi firma con Tyrrell pero los dólares de Ricardo Rosset lo relegaron por siempre. Sin embargo, apareció otro joven prometedor, Esteban Tuero, que con solo 18 años firmó y corrió toda la temporada para Minardi, con un 8° puesto en Imola como mejor resultado entre muchos abandonos. Y cuando se venía la segunda temporada de Tuero, el pibe de Caballito se bajó, se volvió al país que extrañaba tanto y nunca más incursionó en la Fórmula Uno. Había una más. Y fue también con el equipo más modesto de la F-1, como era el de Giancarlo Minardi. En el 2000 increíblemente pujaron dos argentinos por a butaca, Gastón Mazzacane y el mismo Fontana, pero quedó para el platense que corrió toda la temporada con una inolvidable actuación en Indianápolis bajo la lluvia, donde contuvo por varias vueltas al campeón Mika Hakkinen. Mazzacane pasaría a la prometedora escuadra del tetracampeón mundial Alain Prost al año siguiente, pero los malos resultados, la crisis del equipo francés y también los dólares de otro brasileño, Pedro Paulo Diniz, lo relegarían para siempre. Un intento fallido de subirse a una butaca del desarmado equipos Arrows al año siguiente sería el último intento del platense. Así, el GP de San Marino de 2001, del 15 de abril en Imola, sería el último que vería a un argentino en la selecta grilla de la Fórmula Uno. Ahora será el tiempo del piloto de Pilar Franco Colapinto, nada menos que en el tradicional y velocísimo Autódromo Nazionale di Monza. Ahí donde Reutemann, un 13 de setiembre del 81, emocionaría a todos los argentinos con una actuación espectacular bajo la llovizna, cuando en un circuito que era todo para los motores turbo, sacó el alerón delantero y los corrió como alma que lleva el diablo. Esa lluvia le arruinaría una carrera que bien pudo haber ganado, pero terminó en el podio con el tercer lugar, el récord de vuelta y transformado sin dudas en el piloto del día, aunque por entonces esas valoraciones no se hacían. Fue su penúltimo podio. Vendría la lluvia torrencial de Montreal, el dolor infinito de Las Vegas cuando la caja le impidió quedar al menos delante de Nelson Piquet y coronarse, el último podio del 82, en la primera carrera en Kyalami cuando con el Williams con el Cosworth parecía sapo de otro pozo y, lo dicho, la última en Jacarepaguá. Quienes vivieron aquella época saben que se les piantó un lagrimón cuando Reutemann se bajó, y aunque Fontana, Tuero y Mazzacane hicieron lo suyo para el aplauso, como nunca este anuncio de Franco Colapinto en un equipo Williams que ya no pertenece a la familia del desaparecido sir Frank, es sin dudas un resurgir de aquella pasiones archivadas. Qué bueno sería que la TV Pública se hiciera con la transmisión de la carrera histórica del domingo en Monza. Como en aquellas épocas en que el inolvidable Héctor Acosta relataba para todo el país y hasta lloraba cuando ganó en Mónaco, con el Williams FW07 con el número 28, en 1980. Es que Franco Colapinto volverá a reunir frente a la pantalla a los argentinos como en el Mundial de Qatar. Desde el viernes seguramente, con los libres a las 8.30 y a las 12, el sábado con el libre a las 7.30 y la clasificación a las 11, y ni hablar desde las 10 del domingo, no se hablará de otra cosa en el mundo deportivo argentino que de este pibe de 21 años que la rompe en F-2 y da el paso más trascendental de su carrera. Serán luego ocho carreras más, entre ellas, el GP de Brasil en Interlagos, el mismo circuito donde Reutemann ganó con autoridad su primera carrera en Ferrari en 1977. Ah, el Lole debutó en el Cavallino el año anterior, por una sola carrera. ¿Dónde fue? En Monza, cuando don Enzo decidió reemplazar al accidentado Niki Lauda por el argentino, pero el austríaco aparecería por el autódromo igual, con todas las secuelas de la tremenda piña y el fuego de Nurburgring. Corre Colapinto en la F-1. Vuelve un argentino. El Lole estaría feliz.

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