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    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/08/2024 01:09

    El Ayuntamiento gaditano de Algar ha tenido la feliz idea de plantear las charlas al fresco como Patrimonio de la Humanidad. Mismamente, la querencia de arrimar las sillas de enea de vecinas y vecinos y darle a la sin hueso en esa hora de la tarde en el que el relente hace más benevolente el portal que los bochornazos de calor de la vivienda. Algar es la punta de lanza de ese reservorio de la memoria, conversaciones más emparentadas con el ágora griega que con nuestra absurda disposición a idolatrar las pantallas táctiles. Esa liturgia de sillas rodantes me remonta a los balbuceos de la infancia; a esas Portátiles donde vivía mi abuela, el racionalismo de Rafael de la Hoz al servicio de aquellas otras migraciones: del campo a la ciudad para mantener en el crepúsculo la oralidad de la cercanía; uno jugando en la graílla con indios de plástico, mientras los mayores confeccionaban su libro de horas con la leve trascendencia de lo cotidiano. Me acuerdo de que finalmente mi abuela me regaló una silla de enea minúscula, la credencial para que aquel grumete de secano se apropiase de aquellos momentos ya tan lejanos. O no. Este sábado en el Arcángel percibí la reminiscencia de aquella costumbre. No eran precisamente charlas al fresco las que se entablaban en la cola del estadio. El asunto, recoger los carnés para poder presenciar este lunes el partido del Córdoba frente al Burgos. Siete horas de espera en las que el personal de ventanilla, más que funciones administrativas, parecía ejercer de crupier en la búsqueda de cada tarjeta. Una situación surrealista en la que los socios estábamos absurdamente atrapados en aquel ‘impasse’, como los invitados de Buñuel en ‘El ángel exterminador’. Aparte de los resultados deportivos, mucho tendrá que mejorar el Córdoba porque estas trabazones con el tiempo empañan cualquier indicador de eficacia. Ya lo vimos en la fase de ascenso, donde las colas para acceder al estadio presentaban dimensiones bíblicas, y nuestro equipo saldría mal parado si aplica la regla de tres de la gestión de los tornos con otros clubes de mayor relumbrón. No es disonante elogiar las charlas en los portales y reclamar avances sustantivos en la digitalización. Con todo, lo mejor de aquel tedio fue la evocación de la iniciativa de Algar. No las hubo de enea, pero algunos socios se llevaron la silla para soportar la espera. Tanto tiempo enfilados por una achatada sombra azuzaría la agresividad. Y sin embargo, junto a la paciencia franciscana, aquel fue un gran ejemplo de convivencia y tolerancia, para reavivar el tópico de que lo mejor de este club nuestro es su afición. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor Suscríbete para seguir leyendo

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