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  • Argentina en su laberinto: más Del Potro y Sabatini y menos interna por fondos para la SIDE

    » Mdzol

    Fecha: 25/08/2024 19:15

    Fue una noche soñada en Nueva York. Juan Martín Del Potro y Gabriela Sabatini jugaban el partido exhibición en el estadio Arthur Ashe, Flushing Meadows, en el US Open. Por si algo faltaba terminaron ganándole 11-9 a la pareja contrincante compuesta por Andy Roddick y Caroline Wozniacki. Lo mejor de la Argentina se mostraba en un lugar único de Estados Unidos. Como extra los jugadores tenían micrófono en línea para animar el momento. Del Potro lo aprovechó magistralmente: “¡Vamos Gabi! ¿Dónde están los fanáticos argentinos esta noche?”, gritó el tandilense. Las tribunas estallaron en medio de un delirio. No solo los argentinos presentes gritaban fanatizados, también lo hicieron los neoyorquinos. Esa noche se festejó a Del Potro y Sabatini, pero los estadounidenses también celebraron a la Argentina, o mejor dicho a un país que aparece con destellos sublimes cada tanto y cuando puede sobreponerse al barro de sus miserias políticas y económicas. La escena conmovedora (y aquí debo pasar a relatar en primera persona) me llevó a recordar los comentarios que en múltiples ocasiones me hicieron periodistas en el exterior sobre su visión con respecto a la Argentina. Allí mismo, en Nueva York, un editor de un medio local hace años me confesó: “En realidad no nos sorprende tanto lo que le pasa a la Argentina porque muchos países han tenido crisis profundas y destructivas. Lo que sorprende es que le pase a la Argentina. Ustedes deberían estar para otras cosas. Son el octavo país del mundo en superficie y uno de los primeros productores de alimentos. ¿Qué les pasó?”. La tensión entre Milei y Macri se descomprimió con una cena a solas El relato sobre qué nos pasó para llegar a donde estamos excedería con creces la capacidad de una nota periodística, pero lo cierto es que hoy, en agosto de 2024, e inclusive con la chance de estar protagonizando un posible cambio de rumbo importante, Argentina sigue generando temores y dudas. Las escenas que muestra la política por estos días no ayudan. Javier Milei interpretó como nadie el cansancio general del argentino con una clase dirigente que hace tres décadas no aporta soluciones a la vida diaria. Se podrá argumentar sobre problemas externos, conspiraciones delirantes, objetivos imposibles o inclusive sobre las supuestas virtudes de la “rosca” política como medio de solucionar crisis. La realidad es que mirando la película argentina y no la foto, de punta a punta hace décadas que no aparecen soluciones o estabilidad. El kirchnerismo siempre quiso mostrar un mundo ideal diseñado para entretener con imágenes de un futuro irreal e imposible de financiar y ni siquiera logró entretener a más de un grupo de los propios. El resto vive hace años pensando en los grandes problemas del país, la economía que no alcanza, las marchas, los impuestos abusivos, las regulaciones irracionales y casi estalinistas y una clase política que juega a parecerse a la gente pero que constituye una élite. En el mundo civilizado, para seguir con el ejemplo de Flushing Meadows, la gente se levanta cada día pensando en sus negocios, en el crecimiento personal y económico, en las libertades individuales y cómo defenderlas y, cuando tiene un rato y quiere profundizar, le pone un ojo a las internas y los cruces políticos. Todo lo contrario a lo que sucede en estas tierras: nadie en el mundo está pensando las 24 horas en qué hacen los dirigentes y cómo les va a impactar en su vida diaria como aquí. La semana que pasó estuvo plagada de sospechas, temores, conspiraciones y cruces en el Congreso que realmente pueden impactar en la vida diaria de los argentinos. El peligro de volver a hablar siempre de las mismas cosas sin poder salir del laberinto volvió a estar presente una vez más. Temas hubo y de sobra. El Gobierno enfrentó (y enfrenta) en el Congreso tres batallas que pueden impactarlo de lleno. Jubilados, fondos para la SIDE y el financiamiento de las universidades nacionales son un campo de batalla donde todo se está jugando. La votación de una nueva fórmula de actualización para las jubilaciones rompió alianzas que, aunque inestables, le daban al Gobierno cierta previsibilidad antes sus necesidades en el Congreso. Tanto en Diputados como en el Senado hubo legisladores que votaron a favor de modificar la actualización, incorporar un extra de 8,1% para compensar la inflación de enero pasado y una cláusula por la que se garantiza que las jubilaciones mínimas nunca sean inferiores a un índice de 1,09 sobre la Canasta Básica Total. Además, se ata la nueva fórmula a otro indicador de evolución salarial que nada tiene que ver con el sistema previsional. El kirchnerismo nunca había convalidado una garantía semejante durante ninguno de sus cuatro mandatos. Siendo honestos, no se esperaba en este debate racionalidad alguna del kirchnerismo, pero sí de aliados radicales e inclusive de senadores del PRO. Seis macristas votaron a favor de la votación que impulsaron el kirchnerismo y los radicales en el Senado y que venía aprobada de Diputados con un acuerdo similar. Las milanesas de Olivos parecía que no habían tenido resultado. El Gobierno ahora se enfrenta a lo mismo que se enfrentó Cristina Fernández de Kirchner en el 2010 cuando vetó la ley impulsada por entonces por la oposición y que garantizaba el 82% móvil para las jubilaciones. El razonamiento (al menos el expresado por Cristina) fue el mismo en ese momento que ahora: la imposibilidad de financiar esa suba sin herir de muerte el equilibrio fiscal. Para el argentino promedio el episodio representa, al menos, una confusión difícil de solucionar. Milei anunció que vetará esa ley completa. Los vetos presidenciales tienen sus bemoles. Política y parlamentariamente se puede volver del rechazo a una ley, de un veto también ya que siempre queda una última chance; de un rechazo del Congreso a un veto no hay retorno. Y ese es el peligro que hoy tiene por delante Milei, riesgo con el que siempre jugó Mauricio Macri. Podría decirse que en este tema y para utilizar una metáfora popular, Macri está jugando al fleje. Las conversaciones entre Javier Milei y Mauricio Macri en la Residencia de Olivos, milanesas de por medio, ya son conocidas y protagonizaron otro giro de una relación complicada pero que no parece que aún vaya a romperse. Ese juego de todas formas tiene sus costos: hay que hacer malabares argumentales para explicarle al público de a pie porque Macri ordenó a sus leales en Diputados votar por el rechazo del decreto que dispone los $ 100.000 millones para financiar el nuevo esquema de la SIDE, reunirse con Milei para garantizar las paces y después dejar que sus senadores voten a favor de un desestabilizante esquema jubilatorio. Los senadores del PRO argumentarán que votaron con el kirchnerismo y Martín Lousteau (que en la práctica hoy son lo mismo) la ley sobre jubilaciones porque de todas formas se iba a aprobar y que lo hicieron, además, restándole número a los artículos más complicados en materia de compromiso financiero para la caja del Estado. Es posible que haya sido así, pero está claro que no hubo contundencia argumental en esas explicaciones. Hay más inexplicables en toda esta historia. Está claro que a un marciano que aterrizara en la Tierra en estos días le costaría entender por qué Lousteau es presidente del radicalismo, tampoco cual es la razón por la que Macri ordena votar en posiciones que podrían beneficiar a Cristina Fernández de Kirchner, más en estos tiempos en que la expresidente ensaya una vez más estrategias de supervivencia política mientras intenta mostrar que ella no tuvo nada que ver en el escandaloso Gobierno de Alberto Fernández que ella misma armó. Detrás aparecen otras explicaciones más complejas. Macri sigue creyendo que Santiago Caputo (del que suma sospechas cada día) estuvo atrás de la movida que le permitió a Lousteau quedarse con la tan ansiada Bicameral de Control de los Organismos de Inteligencia. Ese cuerpo es el único que, en secreto, revisa los números y acciones de los espías argentinos. Maci quiso ese cargo desde que Milei llegó al Gobierno y el libertario se lo negó. Si Caputo, por estos días de vacaciones, tuvo relación directa con esa decisión hoy ya no importa demasiado. El daño para la sociedad entre libertarios y el PRO ya está hecho y ni Patricia Bullrich puede remediarlo. Caputo, por otra parte, sigue ratificado como integrantes del triangulo de hierro con Karina Milei y el presidente. En el medio de la pelea quedaron las risas entre Victoria Villarruel y el kirchnerista José Mayans durante la sesión en el Senado. La vicepresidenta manejó mal esa situación, pero la verdad es que nada tuvo que ver con la votación de la fórmula jubilatoria ni podría haber hecho nada para frenarla. Villarruel hace silencio por estos días y así parece que se mantendrá al menos en el fin de semana. Demasiado ruido para muchos argentinos que hasta hace poco pensaban que para este momento podrían dedicarse más a crecer y producir que a estar pendientes de los devaneos de la casta.

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