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  • La anarquía política amenaza la precaria estabilidad económica

    » La Prensa

    Fecha: 25/08/2024 01:32

    Hace siete días en este espacio se afirmó que “la batalla política se libraba alrededor del superávit fiscal” porque el ajuste dispuesto por Javier Milei era --contra toda la experiencia histórica-- su único sostén político. Le había permitido no sólo esquivar un tsunami inflacionario heredado de la descontrolada emisión electoral de Sergio Massa, sino bajar verticalmente la inflación mensual, fenómeno que más allá de las estadísticas empezaba a notarse en la calle. Ese hecho, que era ratificado por las encuestas, alarmó a la oposición que resolvió dejar de esperar que la crisis lo derrumbara y comenzó a reposicionarse. ¿Dónde? En el Congreso, poder en el que el oficialismo es numérica y políticamente más débil. Hubo tres ejemplos de la nueva relación de poder parlamentario. La captura por parte del kirchnerismo y los radicales de la comisión bicameral de control de los servicios de inteligencia, el rechazo en la Cámara de Diputados de un DNU que asigna 100 mil millones de pesos a esos servicios y la sanción con mayoría calificada en el Senado de un aumento a los jubilados que de aplicarse arrasaría con el superávit fiscal y, en consecuencia, con la precaria estabilidad monetaria. Se trató de tres derrotas de distinto origen y magnitud. La última, con una repercusión macroeconómica potencialmente más grave que los habituales juegos de poder en el Congreso. De todas maneras, las tres exhiben causas comunes: la anarquía política que sembró la victoria electoral de un “outsider” como Milei y el instinto de conservación de la burocracia partidaria que juega al caos económico torpedeando la gobernabilidad. El ejemplo más claro de la anarquía fue el rechazo del DNU con fondos para los “servicios”. De 37 diputados del PRO 20 votaron a favor de la derogación, 4 en contra (bullrichistas), 2 se abstuvieron y 11 estuvieron ausentes, entre ellos el presidente del bloque que por esas horas se fotografiaba en los Estados Unidos con Mayra Mendoza. Además algunos colaboraron con el quórum que armó el kirchnerismo. Entre ellos por lo menos un larretista. Los radicales no fueron mucho más coherentes: 22 a favor de la derogación, 8 en contra y 4 ausentes, entre ellos el presidente del bloque. El kirchnerismo tuvo 10 ausentes y hubo bajas asimismo entre los “terceristas” provinciales. Los únicos que actuaron como verdaderos bloques fueron los de la ultraizquierda y los de la Coalición Cívica. Hasta ese momento el caos de los aparatos partidarios no afectaba la frágil situación macroeconómica. Nadie iba a derramar una lágrima por la pérdida de fondos para los espías. Pero distinto fue el ataque al superávit fiscal mediante un aumento de las jubilaciones sin otro financiamiento que la emisión y que consiguieron sancionar los kirchneristas con una mayoría de dos tercios con el aporte del PRO en las dos Cámaras. Cuando se pide una explicación de esa alianza bizarra a los macristas más cercanos al ex presidente aseguran de que se trató de una suerte de llamado de atención o disparo de advertencia para Milei que no les da cabida en el gabinete. Un mensaje de que son indispensables para que el presidente pueda gobernar sin sobresaltos. Hablan también de una encuesta de Synopsis (ver “Los números de Mauricio”) que les estaría dando un marcado crecimiento de opiniones favorables, mientras el gobierno retrocede. La realidad parece otra. El disparo no resultó de alerta, sino que le pegó debajo de la línea de flotación a un gobierno que dispone de un mínimo de poder institucional y echó sombras sobre el programa de estabilidad. Prueba del grueso error cometido, es que Mauricio Macri debió aclarar que estaba a favor de un eventual veto del proyecto a pesar de haberlo mandado a votar a sus legisladores. Si es verdad que los había “mandado”. Conclusión: Macri es un líder en retirada que cuando ensaya giros tácticos para mejorar su posición la empeora. En términos ajedrecísticos está “zugzwang”. Los radicales, por su parte, enfrentan otro problema: están volviendo de la mano de Martín Lousteau al año 2007. El acercamiento al kirchnerismo reproduce el pacto que llevó a Julio Cobos a la vicepresidencia de la Nación y a Lousteau, al Ministerio de Economía. Desde el catastrófico final del gobierno de Raúl Alfonsín, los radicales se han convertido en proveedores de un aparato electoral y de cuadros políticos tanto a la derecha como al populismo de “izquierda”. Carecen de liderazgo y de candidatos atractivos, pero son una burocracia siempre dispuesta a ocupar puestos de poder, quintaesencia de lo que el presidente llama casta. Una casta que por primera vez le ganó una batalla y que le está avisando que una mayoría de dos tercios en el Congreso sirve tanto para rechazar un veto como para destituirlo por el camino del juicio político.

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