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  • Don José de San Martín, Isidoro Suárez y Jorge Luis Borges

    » La Prensa

    Fecha: 25/08/2024 01:31

    El bicentenario de la batalla de Junín que acabamos de conmemorar vuelve a ponernos en el recuerdo a uno de los héroes de esa jornada el coronel Isidoro Suárez, bisabuelo de Jorge Luis Borges y a quien a muy a menudo recordó en su obra literaria. La lectura de las memorias de Adolfo Bioy Casares, en el grueso volumen que dedicó a su andanzas y conversaciones con Borges nos encontramos con algunas referencias interesantes y no demasiado conocidas sobre nuestro Suárez y San Martín. Jorge Luis Borges, era bisnieto del coronel Isidoro Suárez el héroe de Junín; su abuela Leonor Suárez era la segunda hija del militar con doña María Jacinta Martínez de Haedo; había nacido en Mercedes, en el departamento de Soriano en la Banda Oriental cuando su padre había buscado refugio durante el gobierno de Rosas. Esta señora se había casado con Isidoro Acevedo, tuvieron una sola hija Leonor Acevedo, que repitió el nombre de pila de su madre, alcanzó a vivir casi un siglo y fue la madre del escritor. Ayer fue el cumpleaños de Borges, que fue bautizado en la parroquia de San Nicolás de Bari el 20 de junio de 1900, por el acta que se encuentra en el folio 194 del libro de ese año, sabemos que la ceremonia la celebró el teniente cura Pbro. Manuel Elzaurdia, y se le impusieron los nombres de Jorge Francisco Isidoro Luis. Con ello llevo el primer nombre por su padre, y los otros dos siguientes por sus abuelos Francisco Borges (que actuó como padrino) e Isidoro Acevedo, aunque en este caso se dio además el del su bisabuelo, el coronel Suárez, cuya hija fue la madrina que lo presentó en la sagrada pila, que aún se conserva en la iglesia en su actual emplazamiento de la avenida Santa Fe. La abuela de Borges debió ser una mujer de mucho carácter heredado de su padre, ya que en 1918 poco antes de morir dijo con voz muy tenue a quienes la rodeaban en su agonía: “Déjenme morir tranquila” y agregó un ¡cara…!, según el nieto “la mala palabra, que por única vez le oímos decir”. CON BIOY Como lo hacía Borges habitualmente el 3 de octubre de 1953 comió en la casa de Bioy Casares, ese día le manifestó sobre San Martín: “Nadie tiene muchas ganas de pensar en él”, y sobre el misterio de Guayaquil, de la confrontación con Bolívar: “Uno encuentra en San Martín méritos morales. En medio de hombres ávidos parece no tener ambición. Renuncia, se retira”. Y agrega Bioy: “Dice que ha pensado alguna vez en un cuento sobre un historiador que quiere investigar el misterio de la entrevista de Guayaquil; en medio de sus trabajos, se entrevista con otro investigador, y acaba por retirarse. Comprende la actitud de San Martín. ‘Esto no es un cuento ni es nada -dice Borges- es un planteo para empezar a pensarp”. El 29 de julio de 1957 Bioy y Borges concurrieron al velorio de Ricardo Rojas que había fallecido ese día. Al retirarse el segundo que se ve mucha simpatía no le tenía a la obra del difunto agregó: “Debía haber algo muy vulgar. Va a escribir sobre una persona de la Historia argentina: no elige personas secundarias, va directamente a San Martín y a Sarmiento. Titula el libro sobre San Martín: ‘El Santo de la espada’. Otra cosa: hasta los peores autores tienen discípulos. No se conoce a nadie que trate de escribir como Rojas”. Más allá del comentario, El Santo de la espada fue un éxito editorial. En noviembre de 1959, cuando se estaba organizando la colocación del monumento al general San Martin en París, dialogaron sobre el tema. Bioy dijo: “Allá cuidan mucho que no se afee la ciudad con monumentos poco felices. No confunden el monumento con lo que representa y, si es feo, aunque represente a los caídos en la guerra lo dicen. Aquí su uno dijera que el monumento al Abuelo Inmortal no es maravilloso, quedaría como un avieso enemigo de San Martín”, a lo que Borges agregó: “Saben disociar ideas, lo que es muy importante”. El monumento se inauguró finalmente el 23 de junio de 1960. En agosto de 1968 Borges visitó por primera vez Coronel Suárez, le comentó a Bioy: “En Coronel Suárez hice el elogio de la Revolución Libertadora y ataqué las tiranías. Toda esa parte del discurso me la escamoteó el intendente, porque en su estancia había un antílope cazando antílopes. Estaba el general Osiris Villegas y se podía contrariar por esos ataques al peronismo…”. En ese viaje lo acompañó como lo hacía desde 1955 Alicia Jurado, que como lo recuerda visitaban lugares muy caros a sus afectos. En esa oportunidad Borges dijo estas palabras: “Se llamaba Manuel Isidoro Suárez, yo tenía unos 18 años cuando falleció mi abuela, que nos contaba las historias de él. Era hijo de Nicolás Suárez y Pérez, y de Leonor Merlo y Rubio, nació en la esquina de San Martín y Cangallo, a tres cuadras de la Plaza de Mayo. A los catorce años se enroló como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo y al año lo nombraron portaestandarte del tercer escuadrón, luego lo hicieron alférez y era parte del Ejército de los Andes cuando la batalla de Maipú, y en la batalla de Junín comandó los Húsares del Perú, un regimiento de caballería peruana y colombiana donde había pocos argentinos, ya San Martín se había ido, estaba a las órdenes de Bolívar y el comandó una carga de caballería que decidió la batalla. La batalla de Junín sería militarmente una escaramuza, sólo duró tres cuartos de hora y no se disparó un solo tiro, fue una batalla entre las caballerías patriota y la española y toda la batalla fue entre sable y lanza, y allí mi bisabuelo atravesó con su lanza a un español que había tomado prisionero al coronel José Valentín de Olavarría, que era un amigo suyo, entonces él vio eso, fue al galope, y lo atravesó al godo, como se decía entonces, y le dio la libertad a su amigo, que era uno de los más valientes del ejército de la independencia, pero, como Carlos XII, había una cosa a la que él le tenía mucho miedo, la oscuridad, no podía dormir en lo oscuro; Carlos XII de Suecia, para mí uno de los hombres más valientes que registra la historia, tenía miedo a la oscuridad también, Olavarría igualmente… Yo he dedicado demasiados poemas a mi bisabuelo, deben ser en verdad borradores… Sucre en las cartas que escribió a Bolívar hizo repetidos elogios de él… Era primo segundo de Rosas pero prefirió el destierro y la pobreza en Montevideo, a vivir bajo su dictadura, le confiscó los bienes y a uno de sus hermanos lo mandó a ejecutar…”. En un reportaje resumió así la vida de Suárez: “Salió de Buenos Aires con San Martín a los dieciséis años. Cuando volvió a los veintisiete la familia no lo conocía”. En julio de 1970, Borges visitó en compañía de Hugo Santiago Muchnik y Norman Thimas di Giovanni, fueron a Coronel Pringles. De todo ello se enteró Bioy que estaba en Francia por el primero de los nombrados: “Lo recibieron como a un santo. Un joven recordó a los oyentes que ése era uno de los días más felices de su vida. En intendente dijo que, si Borges seguía hablando, él no podría contener la emoción y soltaría el llanto. Pasaron después por Coronel Suárez. Hablando de doña Leonor, la gente del lugar la llama la nieta (del coronel epónimo) y dicen que si Borges va con la nieta echan el pueblo por la ventana y los alojan en una casa particular”. De alguna de estas visitas están estos versos: “Alta en el alba se alza la severa faz de metal y de melancolía. Un perro se desliza por la acera. Ya no es de noche y no es aún de día. Suárez mira su pueblo y la llanura ulterior, las estancias, los potreros, los rumbos que fatigan los reseros, el paciente planeta que perdura” Hace pocos días en el día del centenario de Junín, el talento del escritor exaltando el heroísmo de su bisabuelo, en el Regimiento de Granaderos volvió a revivir en la voz del teniente coronel (RE) Claudio Morales Gorleri. Mientras tanto en la Recoleta en su tumba el bronce la placa repite: “Dilató su valor sobre los Andes. Contrastó montañas y ejércitos. La audacia fue costumbre de su espada. Impuso en la batalla de Junín término venturoso a la batalla y a las lanzas del Perú dio sangre española. Escribió su censo de hazañas en prosa rígida como los clarines belísonos. Eligió el honroso destierro. Ahora es un poco de ceniza y de gloria”.

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