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  • Juan García Lara

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/08/2024 03:07

    En el amanecer de tal día, por sus firmes creencias trascendentes y, singularmente, por el caudaloso testimonio de obras de afección y entrañamiento del prójimo el espíritu del joven maestro de escuela Juan García Lara ascendió al cielo a unirse con su creador. En la muy sangrienta jornada agosteña del referido año fue fusilado en el cementerio de la ciudad Califal a la que amara con pasión inembridable, víctima del odio y rencor de los sectores enloquecidos capitaneados por un verdugo monstruoso denominado «Don Bruno» , que ha pasado, con toda justicia, a la página más negra el terror «blanco» desatado con furia incontenible por la ciudad de la Mezquita, así como casi por todo el mapa de nuestro muy viejo y muy desdichado país. El único delito cometido por el muy joven intelectual radicó en su entrega ilimitada a la enseñanza entre sus alumnos de la barriada de «Los Olivos Borrachos» y los compañeros del PSOE y UGT, organizaciones en las que militara con el ahínco y el altruismo que siempre caracterizaran a su muy rica personalidad, educada en los cánones pedagógicos en el ideario de la Institución Libre de Enseñanza. Devoto de Ortega y Gasset, las sucesivas instancias del gran pensador para que se trasladara a Madrid e incluirlo en la nómina de sus más jóvenes colaboradores no dieron fruto por la especial querencia sentida por el brillante e idealista pedagogo hacia sus alumnos, según certificaría ad sacietatem ulteriormente un extenso elenco de entre ellos, a la manera de Pablo García Baena, y, sobre todo, el genial Ginés Liébana. Llegada la hora excruciante del desencadenamiento de la guerra incivil su querido D. Juan encabezó en algunos barrios periféricos el alzamiento contra los poderes fácticos localizados en el centro de la capital. Fracasado el intento, seria condenado a muerte sin juicio previo alguno. Su muy religiosa y recatada familia -encabezada por una mujer de excepción: la maestra madrileña Dª Carmen Lara, íntima de la legendaria María Lejárraga- le guardaría, en tiempos inclementes, un culto admirable y ejemplar. Aunque las aves negras del pesimismo y la desunión anuncian hodierno, a las veces, un probable retorno al clima que generó la explosión cainita de 1936, venturosamente la atmósfera del primer semestre de 1936 en nada tiene de comparable con la actual. Sin embargo, aun así, guarda actualidad, entre otras, la eterna lección de que la acumulación de odio por tardígrada que sea, busca siempre desesperadamente un desaguadero por el que despeñarse. Suscríbete para seguir leyendo

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