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  • Ascenso y caída de las civilizaciones

    » Hoy Dia

    Fecha: 23/08/2024 11:16

    Los grupos sociales, los países, los imperios y las civilizaciones parecen tener un ciclo recurrente de ascenso, establecimiento y caída. En cada uno de ellos, las características y fundamentalmente los plazos en los que ocurre son distintos. Así como en otras oportunidades vimos como los grupos sociales crecen cuando incluyen, se cristalizan cuando dejan de incluir, entran en decadencia cuando sus miembros encuentran fuera, lo que el grupo no les ofrece y explotan por diferencias internas, hoy analizaremos las civilizaciones. La civilización occidental –Europa, América y algunas naciones dispersas como Australia, Nueva Zelanda e inclusive Rusia- hace un tiempo que algunos pronostican su decadencia, más allá que su influencia mundial es innegable, aún en China. Pero ¿Qué es una civilización?, Arnold J. Toynbee (1889-1975) es el historiador inglés que más ha estudiado a escala civilizatoria; él afirma que los ciclos civilizatorios son el resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufre, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y prospera cuando su respuesta a desafíos naturales o sociales no sólo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de desafíos; y una civilización decae como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan. Él dio gran importancia a los factores religiosos en la formulación de las respuestas a los desafíos. Fruto de esta teoría, Toynbee negó el determinismo en la evolución de las civilizaciones, de modo que éstas deban perecer finalmente, defendiendo que podía esperarse que la moderna civilización occidental pudiera escapar a la norma general de decadencia de las civilizaciones. De las 25 civilizaciones que analizó sus conclusiones son al menos verosímiles, desde los sumerios (3500 – 1750 aC) en la Mesopotamia asiática, que explotaron los intransitables pantanos del sur de Irak, organizando a los habitantes a la vera de los ríos Tigris y Éufrates, en una sociedad capaz de llevar a cabo proyectos de irrigación a gran escala; pasando por la caída del Imperio romano de occidente que no sobrevivió a las invasiones bárbaras en el siglo VI (que, en realidad, fue inmigración); y el de oriente, que tampoco logró sobrevivir a la peste en el siglo XI. La iglesia católica resolvió el caos de la Europa post romana mediante la adscripción de los nuevos reinos germánicos en una sola comunidad religiosa, que sobrevive hasta nuestros días como la civilización judeocristiana occidental. La conclusión de Toynbee es que cuando una civilización respondió a los desafíos, creció; las civilizaciones se desintegran cuando sus líderes dejan de responder creativamente, y las civilizaciones se hunden debido al nacionalismo, el militarismo y la tiranía de una minoría despótica. Toynbee creía que “las sociedades siempre mueren por suicidio más que por causas naturales, y casi siempre por suicidio”, en un proceso espiritual. Mientras que “el hombre logra la civilización, no como resultado de una dotación biológica superior o un entorno geográfico, sino como una respuesta a un desafío en una situación de especial dificultad que lo impulsa a hacer un esfuerzo hasta ahora sin precedentes”. En nuestros días, en nuestra civilización occidental y judeocristiana no es difícil ver los nacionalismos, las tendencias militaristas y la tiranía despótica de las redes sociales, sus sesgos, fake news, agresividad, censura y control social a través de ellas, de las agencias de inteligencia y la invisibilización de grandes grupos humanos descartados. Si esa decadencia y potencial caída ocurriera o está ocurriendo, es hora de comenzar a plantear nuevas ideas civilizatorias que respondan a la situación de especial dificultad que describo en el párrafo anterior, haciendo un esfuerzo hasta ahora sin precedentes. Por lo que las nuevas ideas, que podrían ser civilizatorias es hora de plantearlas ahora, sin temores y por más alocadas o imposibles que parezcan. Nuestra civilización debe recuperar la religiosidad, espiritualidad y contacto con la naturaleza, como valores democráticos que se expresan en “escuchar con el corazón”, o amor al prójimo, para responder a la pregunta ¿por qué hacemos lo que hacemos?, reemplazando el consumo irresponsable o fetichista y el simple crecimiento de la circulación de bienes que se expresa en el PBI en el que destruir un bosque lo aumenta. También es necesario lograr una resonancia positiva que aumente el impacto y la amplitud de las bases ontológicas, de valores, de una nueva civilización, partiendo de aquellas instituciones que se han demostrado eficaces en nuestra sociedad. Así, el deporte lúdico, social, amateur, olímpico o profesional se construye desde organizaciones sociales –centros vecinales, clubes- organizadas como asociaciones civiles o mutuales que han alcanzado muchos éxitos en nuestro país, muchos más que en otros campos socioeconómicos, aún a pesar de los vaivenes políticos entre intervencionismo estatal o profesionalización empresaria que los ignoran o inclusive los persiguen. También las Entidades de la Economía Social y Solidaria (EESS) como Asociaciones Civiles, Fundaciones, Cooperativas y Mutuales, que han mostrado su eficacia, eficiencia y sostenibilidad, siempre que logren transparencia, en aquellos lugares en donde los Estados y las empresas lucrativas no llegan porque simplemente allí no hay muchos votos, ni utilidades para obtener. La transición civilizatoria no será simple, como nunca lo fue. Es más, convivirán por un largo tiempo en una tensión entre ambas y especialmente hacia dentro de la civilización occidental judeocristiana en la que se enfrentan nacionalismos, militarismos y una tiranía despótica expresada en el control social a través de las redes sociales, que Toynbee anticipa como el fin de una civilización. Con seguridad el inicio de una nueva civilización nacerá en la periferia y se resolverá cuando las contradicciones se produzcan en el centro civilizatorio, de allí la importancia de comenzar desde acá.

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