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  • Mirar para descubrir. Los setenta años de “La ventana indiscreta”

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 03/08/2024 15:20

    Ver detrás de la ventana y ser espectador oculto o disimulado de hechos ajenos es una atracción en que frecuentemente se cae. Esa mirada, sin que necesariamente se configure voyeurismo o en algunos casos, configurándolo, ha sido recurrentemente tratada en el cine. Así en una muy acotada lista, se pueden nombrar a “Psicosis” (1960) de Alfred Hitchcock, “El fotógrafo del pánico” (1960) de Michael Powell, “Belle de Jour” (1966) de Luis Buñuel, “La conversación” (1974) de Francis Ford Coppola, “Doble de cuerpo” (1984) de Brian de Palma, “Terciopelo azul” (1986) de David Lynch, “Acosada” (1993) de Philip Noyce, “Disturbia” (1997) de D.J. Caruso, “The Truman Show” (1998) de Peter Weir, como algunos ejemplos de ellos. Hablar de obra maestra en la filmografía de Alfred Hitchcock es referirse a varias de sus películas. Sin embargo, en función de la observación de un escenario ajeno a aquel que está mirando, ubica a “La ventana indiscreta” (1954) en una de las películas más valoradas, recordadas y vistas del notable director inglés. Al decir del gran crítico Roger Koza, en una de sus clases, el comienzo de “La ventana indiscreta” con su recordado travelling descriptivo, es uno de los inicios más extraordinariamente logrados en el cine. Los primeros cuatro minutos de la película dejan en evidencia una enorme cantidad de datos imprescindibles que transforman al espectador de la película en un cómplice necesario para identificar el lugar desde donde se ve la acción (la ventana trasera del título original “Window Rear”) y el sujeto observador (L.B. “Jeff” Jefferies –un fotógrafo profesional (James Stewart, al que prefirió Hitchcock en esta ocasión en desmedro de Cary Grant). Jeff, se encuentra inmovilizado en una silla de ruedas con una pierna enyesada, recuperándose de un accidente acaecido en una carrera de autos, sentado, con vista a una ventana. En el recorrido de la cámara, en esos cuatro minutos iniciales, se pueden ver la cámara fotográfica de Jeff, sus fotos en cuadros colgados en las paredes del departamento, el vecindario (el Greenwich Village de Manhattan, Nueva York) compuesto por una sensual bailarina, una mujer soltera y solitaria, una escultora, unos recién casados, un pianista, una gimnasta, un vendedor de joyas con su esposa enferma en una cama, otros matrimonios, entre la vecindad. Todo visible a partir de una ventana que va a ser la gran protagonista de todo el film. La visión aburrida y, en parte, despreocupada de Jeff, se ve alterada por algún raro comportamiento de un vecino (Raymond Burr) que, parecería oculta algo en el jardín de entrada a su edificio de departamentos. En la sospecha, Jeff suma la ayuda de su novia (Grace Kelly, un par de años de ser la princesa de Mónaco) y de su cuidadora (Thelma Ritter) para lograr un suspenso creciente. La música de Franz Waxman (al que recurrió Hitchcock, en vez de su habitual colaborador Bernard Herrmann) es diegética, es decir absolutamente adecuada dado que es concomitante con la acción sin sumar elementos ajenos que perturben el suspenso in crescendo que se va generando a partir de las observaciones y los descubrimientos que se producen. El guion de la película es de John Michael Hayes, habitual colaborador de Hitchcock, y está basado en un relato de 1942 “It had to Be Murder” de Cornell Woolrich, reconocido autor de novelas de suspenso y policíacas, sobre cuyas obras se realizaron numerosas adaptaciones para el cine, como por ejemplo, “El hombre leopardo” (1943) de Jacques Tourneur, “La novia vestía de negro” (1968) y “La sirena del Mississippi” (1969) de Francois Truffaut, incluso tres películas argentinas, “El pendiente”(1951) dirigida por León Klimovsky, “Si muero antes de despertar” (1952) y “No abras nunca esa puerta” (1952), estas dos últimas dirigidas por Carlos Hugo Christensen, considerada como unas de las mejores películas del cine argentino. Ésta última incluso tiene, también una larga escena de cinco minutos, creando un infrecuente suspenso, en total silencio y la protagonista envuelta en sombras. “La ventana indiscreta” fue estrenada el 4 de agosto de 1954, en el teatro Rívoli de Nueva York, con gran repercusión de público. El teatro Rivoli, se encontraba ubicado en la 7° Avenida de esa ciudad, en el Distrito de los teatros y entre otras curiosidades, fue el lugar donde por primera vez y en carácter experimental, se exhibieron cortos con sonido incluido, el 15 de abril de 1923, cuatro años antes que se estrenara, “El cantor de Jazz”, primer largometraje sonoro. Y era un cine de estrenos rutilantes, como en su momento, el de “Lo que el viento se llevó” y “Tiempos modernos”. Finalmente, el interés económico lo demolió en 1988, para dar lugar a un edificio de 36 pisos. Hitchcock, de quien este 14 de agosto se cumplen los 125 años de su nacimiento, es, según Manuel Villegas López, en “Los grandes nombres del cine”, “capaz de crear un mundo propio en torno suyo, con su obra. Este mundo es la máxima expresión de lo policíaco, neto y puro, y la cumbre de lo policíaco de Hitchcock es el suspenso. En torno al suspenso de Hitchcock se crea todo lo que ha hecho, acciones y personajes”. En sintonía con ello, se lo ha caracterizado por ser un excepcional creador de climas. Fundamentalmente de suspenso. En esta ocasión, logra una lección de lenguaje y narración cinematográfica, considerando a lo conocido como punto de vista, que con claridad se ve en el protagonista observador. El espectador mantiene el punto de vista de Jeff, ya que ve lo que Jeff ve desde su ventana con sus prismáticos y su teleobjetivo. Toda la película se desarrolla en un único escenario. En estudios se reconstruyó el contexto de la acción con una asombrosa verosimilitud. Casi una manzana de departamentos, identificable como perteneciente al Greenwich Village de Manhattan, algunos de ellos amueblados e incluso con electricidad y agua corriente. El crítico de cine (en Cahiers du Cinema) y luego gran director de cine Francois Truffaut ha dicho que “La ventana indiscreta” es “una película sobre el cine”, incluso puede afirmarse que es “la metáfora misma del propio cine”, ha reconocido que la consideraba como una de las mejores de Hitchcock, y por otro lado, le generó la intención de realizar la entrevista que, luego, se transformó en uno de los libros más emblemáticos y recomendables sobre cine, “El cine según Hitchcock”. En este libro, el mismo Hitchcock define a su film como “puramente cinematográfico”, y agrega “por un lado tenemos al hombre inmóvil que mira hacia afuera. Esa es una primera parte de la historia. En la segunda parte aparece lo que él ve. Y la tercera muestra su reacción. Esto representa lo que conocemos como expresión más pura de la idea cinematográfica”. La película ha sido referenciada implícita y explícitamente en numerosas realizaciones posteriores. Incluso hubo una remake en un telefilm, “La ventana de enfrente” (1998) dirigida por Jeff Bleckner e interpretada por Christopher Reeve (que hacía poco tiempo había tenido un accidente que derivó en una tetraplejia) y Darryl Hannah. A los setenta años de su estreno, “La ventana indiscreta” sigue conservando su vigencia y cada oportunidad de su revisión, genera el atractivo de la obra de arte que es y, junto a otras grandes películas, ha permitido considerar a Alfred Hitchcock como el maestro del suspenso y un director, en cierta medida, insuperable.

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