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  • Islas: con heladas, sequía y bajante, buscan apagar el fuego antes de que se prenda

    » El Ciudadano

    Fecha: 19/07/2024 18:35

    Reconocido como "influencer de plantas nativas", el cultivador César Massi emitió un alerta sobre las islas con el cóctel de sequía, bajante y heladas, un riesgo grave si a alguien se le vuelve a ocurrir prender fuego. Todavía no es como 2020, cuando empezó la gran devastación, pero va camino, dice “Espero que se haya aprendido algo sobre la trágica crisis de quemas del 2020/2023, que terminó con millones de hectáreas quemadas y nadie preso”, arranca la publicación de un hilo en la red social X que se hizo viral. Su autor, César Massi, es un naturalista por aprendizaje y experiencia que trabajó en la plantación de especies nativas en el Bosque de los Constituyentes, y después dejó atrás su profesión de informático para dedicarse por entero a tierra y raíces en su vivero de nativas “El Tala” en Bigand, Habla con conocimiento: testigo directo de la devastación del Humedal, utilizó las redes sociales para emitir un alerta: fue lo peor, pero puede volver a repetirse. Y en diálogo con El Ciudadano cuenta por qué: personas que usualmente navegan por el Paraná detectaron algunos focos –“ninguno de gran magnitud”– pero una concatenación de factores, como el río en bajante, heladas tremendas y lluvias ausentes, vuelven a poner al Alto Delta en riesgo. Se ve venir. Hay un panorama bastante parecido al de 2020”, marcó. Y recordó que en enero de ese año, antes de la pandemia, estaba haciendo un relevamiento de especies botánicas en las islas: “Andábamos por lagunas secas, con los pastos que nos llegaban hasta las rodillas, y casi no podíamos caminar por lo que había sido el fondo. El pensamiento que teníamos en ese momento era que se iba a prender todo fuego. Y estuvo prendido fuego tres años”, lamenta. Massi se refirió al primer mes del año de la pandemia, cuando comenzó el peor ciclo de quemas del que se tenga memoria en las islas. También entonces, el fenómeno que estaba lejos de tener causas naturales, sí estaba ayudado por ellas. Una sequía extraordinaria, que se extendería por tres años, que barrió con todos los cortafuegos naturales que tenía el Alto Delta, como lagunas, arroyos, riachos, dejando en su lugar un colchón seco altamente inflamable. Y una bajante también extraordinaria, que dejó suelo firme en zonas históricamente bajo agua y que dejó desguarnecida a la selva de galería que ya venía diezmada por la actividad humana. El cóctel lo completaron las medidas sanitarias por el coronavirus, que en los meses siguientes dificultarían tanto las acciones para atacar las llamas como la reacción social ante las quemas, que se volvieron imparables. “Me alegra que se estén reuniendo antes del desastre porque se lo ve venir, es un comienzo”, reconoció Massi ante los recientes contactos del gobierno santafesino con su par entrerriano, previo a la reunión interministerial en Santa Fe con el objeto de prevenir quemas descontroladas, cuando se está a orillas del momento en que la práctica se suele hacer para renovación de pastizales. De igual modo advierte que “las quemas no son sólo en Piecas-DP y no hay que coordinarlas sólo con Entre Ríos (ni son sólo en suelo entrerriano). Durante la crisis del 2020/2023 se quemó Jaaukanigás todos los años y superficies enormes de los Bajos Submeridionales. Y quemaron lo que quisieron”. Massi repasa que las quemas del reciente trienio con las que se habían desatado en 2008, en condiciones ambientales también complicadas, “pero que fueron puntuales para ese año”, y las distingue incluso de las actuales: las heladas quemaron plantas por frío y, ahora secas, el peligro es qu ese quemen por fuego. “Es un polvorín, de vuelta”, dice Massi, a quien mandaron fotos y videos de la “acumulación de material inflamable” en las islas. De igual modo también advierte que todavía persiste un ligera ventaja sobre la situación de 2020: “Hasta hace poco había humedad; el río tuvo una crecida en el verano, después bajó pero volvió a repuntar y estuvo en un nivel razonable, en las las lagunas todavía hay agua, la tierra está mojada, y, sacando esta semana y media de temperaturas muy crudas y heladas tremendas, el resto del invierno y el otoño y el invierno hubo mucho rocío”. El problema, dice, es si La Niña persiste, no hay lluvias y el río, que está en un nivel de menos de un metro, no crece. Llegar al verano así, sería un problema, señala. También repasa que julio es un mes fuerte de quemas, y que agosto suele ser el pico, para bajar en septiembre. Y por ahora se transita sin humaredas, lo cual es buena noticia. “Pero si se sigue acumulando biomasa…”. “Al agua no se le anima nadie. El tema es cuando el agua baja, que aprovechan. Tanto en el sur de Santa Fe como en el norte”, refiere Massi a la extensión de la frontera agroganadera sobre los humedales. Y el vehículo preferido, ya se vio, son las quemas. En ese marco, Massi reconoce “como único saldo positivo”, a los distintos entramados sociales que se formaron durante y contra las quemas, e incluso antes para responder a las transformaciones de un territorio frágil en otra cosa, con endicamientos, terraplenes, maquinaria pesada –totalmente prohibida– y desmontes. La Multisectorial Humedales, El Paraná No se Toca se sumaron en los últimos años, y con grandes convocatorias, a organizaciones más antiguas como el Taller Ecologista. Los sindicatos incluso tomaron el tema, afectada la salud de las y los trabajadores por el humo recurrente, creando secretarías ambientales y coordinando entre sí. “Pero todavía somos muy pocos”, apunta, incluso reconociendo las protestas y otras actividades con miles de personas presentes: “Cuando el problema está, la gente reacciona. Pero es una ciudad de un millón de habitantes, deberíamos ser muchos más”. Espero que se haya aprendido algo sobre la trágica crisis de quemas del 2020/2023, que terminó con millones de hectáreas quemadas y nadie preso. Me alegra que se estén reuniendo antes del desastre porque se lo ve venir, es un comienzo. Algunas cosas para decir — Cesar Massi (@CesarMassi) July 16, 2024 “Hay más empuje –advierte Massi–. Pero la situación política y económica no favorece al reclamo ambiental. El fuego desapareció y toda esa espuma de resistencia bajó”. En estos “tiempos de malaria”, dice también la menor receptividad a temas ambientales, frente a otras urgencias, se ve reflejada en las gestiones: “En los presupuestos de las secretarías de Ambiente, de los ministerios de Ambiente de las provincias, aun cuando el clima aprieta más y la crisis ambiental exige un montón de laburo”. De igual modo, Massi no cree que la pulverización de los bolsillos ponga en riesgo una fauna que recién se está recomponiendo tras las quemas, la sequía y la bajante. “Hay un sector que depreda, y no es el que anda en una canoa rota con un motorcito fuera de borda que de pedo que anda. Andan en lanchas último modelo, la munición le sale muy cara. La agresión a la fauna pasa por otro lado, no por la subsistencia en momento de crisis”, vuelca su experiencia. El gran problema, insiste, es “el negocio”. Además, marca, “con la crisis de los incendios, la población de coipos prácticamente desapareció”. Lo mismo apreció un habitual recorredor de las islas, Pablo Cantador, con quien Massi tiene lazos de amistad. Reconocido por sus fotografías de la flora y fauna del Alto Delta, y en particular por un trabajo en el que retrató los mismos lugares de las islas antes y después de las quemas, Cantador lanzó meses atrás una consulta por redes para ver quiénes habían visto a los mamíferos que, junto a los carpinchos, supieron ser fauna abundante en el Alto Delta hasta muy poco tiempo atrás, cuando muchos animales autóctonos ya habían sido diezmados. Sobrevivieron –comprobó con testimonios–pero en franco retroceso. “Para la recuperación de fauna es muy poco tiempo. Recién dejamos atrás el fuego criminal”, completa por las suyas Massi. Y recuerda que ya pasó con las bajantes de 2008 y 2012, que cuando llegaron las crecientes posteriores facilitaron la proliferación de ratas, con sus depredadores naturales, víboras y otros reptiles, con un ciclo mucho más lento. Con todo, Massi también considera que hasta el fuego está potencialmente agotado: en reconocimientos botánicos advirtió que habían aparecido en las islas especies invasoras como cardo, abrojo, rama negra, características de “suelos reventados” de campos ganaderos pampeanos. No sólo son un problema para las especies vegetales endémicas del Alto Delta, también lo son para productores en otras regiones, donde las atacan con agroquímicos a los que ya tienen resistencia. El fuego lo hizo.

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