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  • Solteros que se ponen en pareja por un rato: el “chongueo”, ¿un juego al noviazgo?

    » El dia La Plata

    Fecha: 07/07/2024 16:35

    Malena está en una librería céntrica de la Ciudad. Hojea una novela erótica que le recomendaron, mientras escucha una conversación a lo lejos de la encargada del local de literatura. Suena el uno de los carrillones de viento de la puerta e ingresa Matías. Ella lo ve a lo lejos y trata de esconderse. Sin embargo, él busca un material cerca de su posición y ella, definitivamente, decide saludarlo con un beso en la mejilla. Hasta aquí la situación es de lo más mundana, aunque Malena y Matías se ven dos veces por semana en el departamento que ella tiene cerca del Parque Saavedra. Allí planean comidas, compartes series, degustan vinos y duermen juntos, eventualmente. Sin convivencia, la relación fluye... Pero fuera de los encuentros, parecen desconocidos. “Hace años que me relaciono así con los hombres. Si me gusta alguien que conozco en un bar o si hice match en alguna aplicación de citas y me gusta, después de un primer encuentro en público, no tengo problema de que entre a mi casa. Eso sí: no quiero noviazgos”, explicó Malena. Por su parte, Matías expresó que “me fue difícil habituarme porque venía de relaciones más tradicionales, pero conocí a Male así, ella me dejó en claro lo que quería y, ambos siendo solteros, nos vinculamos de este modo”. En sí, para relevar el estado sentimental de ambos, se muestran sin compromiso. Sin embargo, en la intimidad, ambos actúan como un pareja. Esta situación, a los ojos ajenos, puede confundir, pero, en específico, se atribuye a lo que muchos jóvenes hoy catalogan como “chongueo”. La figura del chongo, en este contexto, se convierte en un símbolo de autonomía sexual y emocional Fernando tiene 40 años y vive en Zona Norte. Tras divorciarse hace un lustro, confió su experiencia en este tipo de relaciones amorosas. “La verdad es que me siento más cómodo. Conozco una mujer, la invito a salir, le propongo venir a mi casa y, luego, si hay consenso, comenzamos a hacer planes como si fuéramos una pareja, pero no lo somos. O sea que podemos no dormir juntos, vernos con otras personas cuidándonos e, incluso, pasar días sin chatear o llamarnos; pero, cuando nos vemos, recuperamos ese espacio íntimo, como una mini convivencia por el tiempo que compartimos”. “Chonguear es salir con un chico o una chica, compartir un momento y a la vista de los demás puede parecer que se trate de una pareja. Cada vínculo decide de qué modo se comporta en público. En general, cuando chongueo con alguien, no tengo problema de expresar el cariño donde sea, pero hay personas que prefieren preservarse. Es un acuerdo. Lo cierto es que ambos estamos tan disponible para el otro como para otras relaciones que pueden darse al mismo tiempo”, manifestó Yanina, una berissense que trabaja de enfermera en La Plata. Sin embargo, otras personas no acuerdan con esa especie de libertinaje y se acercan más a la idea de que el chongueo es una faceta de las relaciones amorosas tradicionales y no puede haber terceros en discordia. “Si bien el hecho de chonguear nos mantiene en un gris respecto a la relación formal, no creo ni me gustaría que, alguien que me gusta y le doy mi espacio más íntimo, salga a verse con otras personas en la misma situación. Son procesos muy subjetivos y no es una ciencia. Pero sí es otra forma de vivir los vínculos”, expresó Mariana, una estudiante de Medicina que reside en Ensenada. En las noches bolicheras de la Ciudad, el paisaje se ve iluminado por las pantallas de los celulares, donde las mujeres contemporáneas navegan entre aplicaciones como Tinder y WhatsApp, en busca de conexiones efímeras que definen como “chongos”. Este término, recién acuñado en el lenguaje femenino, representa un cambio cultural palpable en la manera en que se experimenta el deseo y se estructuran las relaciones íntimas en la era digital. Las “mujeres alfa”, como Lau, Sol y Maca, profesionales treintañeras que emergen en el competitivo mundo empresarial local, son protagonistas de este nuevo paradigma. Para ellas, los chongos son más que simples amantes o relaciones clandestinas; son encuentros sin compromisos, libres de ataduras emocionales o económicas. Según Lau, “es alguien con quien te ves cuando tenés ganas”, despojado de las etiquetas tradicionales de noviazgo o amistad con derecho a roce. En la era de la hiperconectividad, las relaciones se tejen a través de interfaces digitales antes que cara a cara. Romina, maestra de 35 años, reflexiona sobre este cambio: “Antes salías y no sabías nada del otro. Ahora lo tenés en redes sociales y sabés todo”. Esta transparencia tecnológica redefine el juego del amor y el deseo, convirtiendo el misterio en una reliquia del pasado. Para Federico, ingeniero informático de 34 años, la dinámica del “chongo” implica un juego de poder donde las mujeres tienen la ventaja inicial. En plataformas como Tinder, la decisión de avanzar o descartar se realiza en fracciones de segundo, reduciendo las interacciones a transacciones efímeras donde el romanticismo tradicional ha perdido relevancia. Desde la psicoanálisis, Adriana Guraieb apunta que esta evolución en las relaciones femeninas refleja una creciente demanda por vínculos ocasionales y desligados del compromiso tradicional. La figura del chongo, en este contexto, se convierte en un símbolo de autonomía sexual y emocional, donde las mujeres están dispuestas a satisfacer sus necesidades sin las complicaciones del amor romántico. El sociólogo Zygmunt Bauman señala que esta liquidez en las relaciones personales es característica de la modernidad líquida, donde los lazos humanos son tan fugaces como adaptables a las circunstancias cambiantes del mercado emocional. En este escenario, el chongo representa una forma de expresión del deseo que desafía las convenciones sociales establecidas, privilegiando la satisfacción personal por encima de las expectativas externas. En conclusión, el término “chongo” emerge como un poderoso reflejo de la transformación cultural y tecnológica que moldea las relaciones contemporáneas. Más que un simple encuentro sexual, es un símbolo de libertad y empoderamiento femenino en la búsqueda del placer sin compromisos. En un mundo donde la tecnología redefine constantemente nuestras interacciones personales, el chongo se erige como un testimonio de la capacidad de las mujeres para definir sus propias narrativas afectivas en términos que les son propios y liberadores. ¿DE QUÉ SE TRATA? En los últimos tiempos, ha surgido y se ha popularizado en Argentina un término que encapsula la complejidad de las relaciones contemporáneas: el “chongo”. Este término, con un trasfondo lingüístico que se remonta a principios del siglo XX con significados que iban desde “obrero” hasta “gay físicamente atractivo”, ha experimentado una metamorfosis lingüística notable que refleja los cambios en las dinámicas sociales y sexuales. Originalmente asociado con connotaciones despectivas o coloquiales, el “chongo” ha evolucionado hasta convertirse en una expresión que describe una forma particular de conexión interpersonal. Hoy en día, cuando alguien menciona tener un “chongo” o estar “chongueando”, se está refiriendo a una relación que no se enmarca ni en un noviazgo tradicional ni en un encuentro casual efímero. Más bien, implica una conexión afectiva y física que se caracteriza por la frecuencia en los encuentros y la intimidad compartida, pero sin necesariamente compromisos formales. Esta evolución del término coincide con transformaciones más amplias en la sociedad argentina y global. Con la liberación sexual de la mujer y una creciente aceptación de la diversidad en las relaciones, los “chongos” se han convertido en una opción flexible que permite a las personas explorar diferentes formas de conexión emocional y afectiva sin las rigideces de las categorías convencionales. El “chongueo” representa un cambio cultural palpable en la manera en que se experimenta el deseo / Unsplash Es importante subrayar que la naturaleza del “chongo” permite a una persona tener múltiples chongos simultáneamente, lo cual refleja la diversidad y la individualidad en las necesidades emocionales y afectivas de cada individuo. Esta flexibilidad es vista cada vez más como un signo de autonomía y autenticidad en las relaciones humanas, donde la etiqueta de “chongo” no implica juicios morales o sociales, sino más bien una celebración de la libertad y la variedad en las formas de conexión interpersonal. En resumen, el término “chongo” va más allá de una simple palabra de moda; es un símbolo de cómo las relaciones han evolucionado para adaptarse a las realidades cambiantes y complejas de la vida moderna. En un contexto donde las estructuras sociales y las normas de género están en constante transformación, el “chongo” emerge como una expresión de la diversidad y la riqueza de las experiencias humanas en el ámbito afectivo y emocional. EN PROFUNDIDAD Al sumergirse en una reflexión profunda sobre las dinámicas contemporáneas de las relaciones amorosas, especialmente en un escenario donde el “chongueo” ha ganado terreno como una práctica que desafía y redefine los paradigmas convencionales del amor y el compromiso. Para entender mejor este fenómeno, nos acercamos a Mauro Gross, psicólogo de la Red de Psicólogos en Córdoba, quien nos ofreció su perspectiva experta sobre cómo el chongueo está modelando nuestras percepciones y experiencias afectivas. Es importante subrayar que la naturaleza del “chongo” permitea una persona tener múltiples “chongos” simultáneamente Según Gross, el chongueo se presenta como una alternativa flexible y liberadora a las tradicionales estructuras de las relaciones. Para muchos, representa una forma de conexión que no requiere los compromisos formales y las expectativas de exclusividad que caracterizan a las relaciones convencionales. Esta libertad permite a las personas explorar diferentes niveles de intimidad y conexión emocional sin las cargas asociadas del compromiso a largo plazo. “El chongueo es una respuesta a las demandas cambiantes de nuestra época, donde la autonomía y la individualidad en las relaciones son cada vez más valoradas”, explicó Gross. Esta práctica no solo refleja una búsqueda de satisfacción personal y emocional, sino también una adaptación a una cultura donde las relaciones pueden ser vistas como experiencias fluidas y adaptables según las necesidades y circunstancias individuales. El concepto de “chongo”, acuñado por el filósofo Darío Sztajnszrajber, describe una relación que va más allá de lo casual pero que no alcanza el compromiso formal de una pareja. Esta ambigüedad permite a las personas mantener múltiples chongos simultáneamente, ajustando así sus relaciones a diferentes contextos y momentos de sus vidas. Una encuesta realizada por la empresa Brahma entre millennials y centennials argentinos reveló que la mayoría prioriza los encuentros con amigos por sobre el chongueo, destacando la importancia que la sociedad argentina otorga a la amistad y el tiempo compartido entre pares. Este hallazgo subraya que, a pesar de la popularidad del chongueo como una opción relacional flexible, las relaciones de amistad siguen ocupando un lugar central en la vida social y emocional de las personas jóvenes. Además, estas reuniones amistosas suelen incluir elementos como la cerveza y el asado, creando un ambiente propicio para la camaradería y la complicidad entre amigos. Aunque el chongueo puede ser una práctica común entre amigos, la encuesta también reveló ciertos límites sociales, con la mayoría de los encuestados indicando que no consideran apropiado llevar a un chongo a una reunión con amigos.

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