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  • Lectores: “Con mi hija, el colegio vulneró todos los derechos de los niños”

    » Clarin

    Fecha: 07/07/2024 03:24

    Desde hace años veo y escucho hablar de inclusión en espacios públicos y privados, eso nos hace pensar como adultos ajenos a esa vivencia que la sociedad va por un excelente camino de transformación. Cuando nació Victoria, sus enormes ojos negros iluminaron la faz de la Tierra, creo que ese día en febrero de 2015, el sol se escondió antes opacado por la intensidad de su mirada. Su crecimiento y desarrollo fueron “normales”, caminó a tiempo, dejó el chupete, los pañales, trepó, de espíritu inquieto y alma curiosa. El primer síntoma de que algo no estaba bien fue su retraso en el habla. Desgraciadamente tenemos en las escuelas maestros y directivos que no están preparados pedagógicamente para ejercer el rol de contención y comprensión ante un menor con discapacidad. Lo llamativo es la facilidad y la peligrosidad con la que diagnostican y derivan a fonoaudióloga, psicopedagogía, psicología, etc, sin saber el enorme daño que les causan a los niños y a su familia. Victoria, a sus 6 años, fue diagnóstica con TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) específicamente en el habla y una parte muy ínfima de la comprensión, desde allí como familia venimos acompañándola para que logre herramientas y se supere día a día. Pero el sistema educativo y terapéutico la estigmatizaron como “la loca”. Cuando la profesional llega a ese diagnóstico, nos pide que Vicky comience con diversas terapias y saque el CUD (Certificado Único de Discapacidad). Tuvimos que ser fuertes. Ella tiene hoy 9 años, avanzó muchísimo, está escolarizada, disfruta del baile y cantar, ama maquillarse y la estética. Intento protegerla y estimularla, aún sin tener las herramientas, pero el colegio, en estos últimos meses, se volvió una tortura. Victoria tiene la suerte de tener a su hermana Olivia, que tiene la misma edad y asisten a la misma aula, y por otro lado Oli carga en sus espaldas con una mochila que la escuela y el sistema le imponen, de ser contención, maestra y asistente de su hermana. El grupo de chat de padres es un espacio tan complejo de permanecer, donde ante la ignorancia preguntaron sobre “los padres de la nena caprichosa que llora y no deja aprender a los demás”. Luego de que me tomé un momento para explicarles sobre Vicky, lo siguiente fue armar una reunión para pedir que le brindaran reducción horaria y nos pidieran a los padres que la enviemos a una escuela de educación especial, y desde ese momento no paré de firmar descargos del colegio que ellos consideraban “comportamientos inapropiados”. Dieciséis días de reuniones, donde firme 15 descargos, donde mis hijos fueron testigos de las barbaridades que con una liviandad absoluta maestros y directivos se referían a mi hija. Vulneraron todos los derechos del niño, exponiéndolos, siendo dañinos, pidiéndome herramientas que yo no puedo brindarles. Le puse un acompañante que además es psicólogo exclusivo para ella la jornada completa. ¿Y aun así nadie puede comprender a una niña de 9 años? Jamás me creyeron que Victoria no era así en la vida diaria, que era feliz, que era calma, jugaba, hablaba, no lloraba, no gritaba todo el tiempo. Aguanté tantas cosas para no empeorar la situación, me callé durante tanto tiempo hasta que me cansé. “La loca” pega a sus compañeritos, sí, es cierto, Victoria pega porque la llaman “loca”, “enferma”, la burlan esos niños con educación perfecta, hijos de esos mismos padres que me juzgan sin conocerme como padre, sin saber lo doloroso que fue asimilar su patología, no por ella, sino por este mundo tan hipócrita y cruel, donde soy conciente que no podré protegerla por siempre. Empecemos a enseñar que existen sólo niños, que como niños deben jugar e incluir. Sé que es difícil ponerse en los zapatos de las familias de niños con discapacidad y sería horrible pedirles eso, pero no saben el daño que hacen. Las veces que me encontró llorando, aunque hice un esfuerzo tremendo para esconderme, ella sabe, presiente que no estoy bien y me abraza, me seca las lágrimas y me pregunta, por qué lloro, para darle paso a un... ya pasará. Ariel Vijarra / ACUNAR FAMILIAS / @acunarfamilias acunarfamilias@gmail.com EL COMENTARIO DEL EDITOR Por César Dossi Traccionar los engranajes de la inclusión El lector Ariel Vijarra es presidente de Acunar Familias, la primera ONG creada para acompañar, contener e informar a los futuros padres adoptivos. Con su pareja Damián Piguín, hace 20 años que están juntos y fue la primera pareja gay en adoptar un bebé en la Argentina. Y hoy ya tiene tres hijos, Olivia (9), Victoria (9) y Pedro (4). El Trastorno generalizado del Desarrollo (TGD) que padece Vicky lo explica la licenciada Lorena Yonadi, psicopedagoga y jefa de la Unidad Psicopedagogía del Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca: “El diagnóstico de TGD, desde la publicación del Manual de Trastornos Mentales (DSM Vi) es sustituido por completo con el término Trastorno del Espectro Autista (TEA)”, y agrega que según un informe de 2022 de la Sociedad Argentina de Pediatría, “se estima que más de 500 mil argentinos presentan algún grado de TEA, con mayor predominio en varones sobre mujeres, en todos los estratos sociales y sin diferencias raciales”. Y alerta sobre porcentajes preocupantes: “En el 2018, el 3% de las derivaciones que recibimos en el servicio fue de niños/as con diagnóstico presuntivo de TEA, mientras que en el 2023 ese porcentaje subió al 12%”. Yonadi sostiene que es una progresión que se viene observando hace años y que “se profundizó con la pandemia, siendo la falta de contacto social fuera del ámbito familiar uno de los determinantes”. Respecto a la agresión, “si se tratara de agresión corporal hay protocolos de intervención. Si el maltrato proviene de adultos del ámbito escolar hay que generar un espacio de confianza para que el niño/a se exprese, entrevistas con la pareja parental y articular intervenciones con la escuela”.

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