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  • Los suelos entrerrianos se degradan cada año con grandes costos ambientales y económicos

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 06/07/2024 21:38

    Como bien saben los que conocen y trabajan la tierra, la salud y la productividad de nuestros suelos no es algo que pueda darse por sentado. Por el contrario, se trata de un sistema altamente complejo que sin los debidos cuidados y por múltiples factores -naturales y antropogénicos- puede erosionarse y perder no sólo su capacidad productiva, sino también la biodiversidad que lo integra y de la que es soporte. Consultados por Ahora ElDía, los ingenieros agrónomos gualeguaychuenses Juan José De Battista y Maximiliano Nissero coincidieron en que Entre Ríos hoy sufre una degradación progresiva de sus suelos por una sumatoria de condiciones: principalmente por el modelo de agricultura continua y sus monocultivos, con el desmonte y uso persistente de agroquímicos, y la falta de prácticas como la sistematización con terrazas y los cultivos de cobertura que mitiguen la erosión de las lluvias y la pérdida de materia orgánica. “Desde finales de la década del 90 hubo una gran expansión agrícola en la provincia, principalmente sobre suelos que no eran los más aptos para una agricultura continua. En los primeros años, estuvo basada en la expansión casi exclusiva de la soja, pero en los últimos seis u ocho años hubo un aumento muy grande del maíz”, contó De Battista, y explicó que si bien esto último trae un mayor aporte de rastrojo (materia orgánica beneficiosa), “siempre estamos con dos cultivos estivales”. De esta manera, en muchos casos, el suelo permanece sin cultivos prácticamente durante seis meses, lo cual “con nuestro régimen de lluvias, favorece la erosión”. De Battista identificó a la erosión hídrica como la principal causante de la degradación de los suelos entrerrianos y consideró que implementar una sistematización con terrazas es un requisito fundamental para controlarla. “La mayoría de los suelos del este provincial tienen relativamente baja infiltración y el tipo de lluvia de la región hace que siempre haya un exceso temporario, o que el agua no pueda infiltrar; en consecuencia, y al ser un relieve ondulado, el agua empieza a correr y eso provoca erosión. Salvo en esas zonas muy planas, en todo el resto habría que hacer una sistematización para poder realizar agricultura continua; aunque la situación puede cambiar si se emplean pasturas”, explicó. A la erosión hídrica se le suma el hecho de que el suelo permanezca varios meses sin cultivos. “Esto provoca un desbalance en el carbono porque los aportes de materia orgánica, de rastrojo que hacemos con los cultivos, no alcanzan a compensar lo que normalmente se pierde por mineralización”, apuntó el agrónomo. Y afirmó: “En estos sistemas de agricultura continua se ha perdido mucha materia orgánica, que es el mayor indicador de calidad del suelo e influye en todas sus propiedades. A partir de eso, podemos decir que hay una degradación importante”. De Battista observó que “en el último lustro hay más conciencia sobre esta situación”, con lo cual ha crecido la práctica de cultivos de cobertura, aunque todavía no en la medida necesaria. Estos cultivos no tienen el propósito de generar renta o aprovechar algo, sino simplemente cubrir el suelo y hacer que se optimice: “Mejoran el balance de carbono y se reducen los problemas de maleza. Bien utilizados pueden llegar a ahorrar algunas aplicaciones de herbicidas”. Con este panorama, el agrónomo diagnosticó que “los suelos están degradados y van a seguir degradándose”. “Esto tiene que ver no solamente con una relación de precios, sino también del sistema productivo, en el sentido de que la mayor parte de la agricultura se hace en campos alquilados, y eso lleva a que, por un lado, se cuiden menos, pero por otro, cuando se alquilan durante muchos años se deterioran todas las instalaciones necesarias para la producción ganadera: tipo aguada, alambrado, etcétera. Entonces eso hace casi imposible la vuelta a la ganadería, porque reponer todo eso es una inversión muy grande, y los campos siguen con una agricultura continua. Ahí estamos en un problema, porque si pudiéramos ir rotando pasturas con cultivos agrícolas, podríamos lograr un buen equilibrio o una recuperación de muchos lotes, pero así es muy difícil”. Por su parte, Maximiliano Nissero, quien además de ser ingeniero agrónomo se dedica a la agricultura orgánica, analizó la situación de los campos de la zona desde su mirada y experiencia como productor. “No sólo los suelos están muy degradados, sino el ecosistema. Todo está relacionado con el monocultivo. Vas por la ruta hacia a Urdinarrain, Larroque o San Salvador y el paisaje es muy parecido. Esto es consecuencia de un cambio en el uso del suelo. Haber sacado el pastizal o el monte para hacer agricultura -básicamente soja, maíz, trigo-, trajo un montón de problemas, principalmente la merma de materia orgánica, la disminución de la infiltración y una mayor susceptibilidad a sequías y pérdida de fertilidad. Toda esa degradación hace que, año a año, haya que agregar más fertilizantes para poder mantener los rindes, lo que aumenta los costos”. “Nosotros cuando arrancamos a arrendar el campo donde hoy producimos trigo y lotus, los rindes eran muy bajos porque el suelo había perdido toda su fertilidad; si no se le agrega algo, ese suelo no produce o produce muy poco, y recuperar la fertilidad lleva su tiempo; implica trabajar el suelo buscando alternativas para ser rentable. Cuando tomamos posesión de ese campo con 20 años de agricultura continua, notamos que había perdido mucha fertilidad y eso pasa en toda la región”, contó Nissero. Y apuntó: “En los mapas de fertilidad de INTA o de la ONG Fertilizar se ve que, con el paso del tiempo, disminuyó la materia orgánica prácticamente un 50%: bajaron los niveles de fósforo, potasio, zinc… Por eso las prácticas orgánicas, biodinámicas y regenerativas son la alternativa”. En esa línea, el agrónomo contó que también es promotor de un grupo de cambio rural de ganadería regenerativa en el Departamento Gualeguaychú: “Hoy en día 12 productores y productoras son parte del grupo. Todos están buscando hacer una ganadería distinta, eficiente y que regenere el ecosistema sin el uso de químicos”. El impacto de los agroquímicos Además del probado perjuicio que pueden traer a la salud humana, los agroquímicos también impactan en la salud del suelo. Eduardo Cerdá, ingeniero agrónomo y referente a nivel nacional de la agroecología, aseguró a Ahora ElDía: “La fertilidad de un suelo está dada por la vida que pueda recuperar; las plantas captan la energía del sol y la transmiten a través de sus raíces y las ceden a las bacterias, a los hongos, que van haciendo todo un entramado y dejando sustancias disponibles para esas mismas plantas y para otras; así que cuando toda esta cadena se va alimentando y vivificando, aumenta la fertilidad y la disponibilidad de nutrientes. Muchos agroquímicos son quelantes, como es el caso del glifosato, lo que quiere decir que capturan los nutrientes. Por eso, vemos que desde los años 70 hasta ahora, la mayoría de las frutas, verduras, granos, tienen la mitad de los minerales, aunque rinden más. Con los materiales transgénicos habían prometido un aumento en la capacidad nutricional de esos granos y no pasó hasta ahora: no ha aparecido ningún transgénico que mejore la calidad nutricional. En realidad han servido para aplicar más agroquímicos, para controlar malezas y algún insecto, y todo eso produce un gran deterioro y rompe el equilibrio de la fertilidad de los suelos”, y remarcó que “somos el país que más agroquímicos per cápita en el mundo aplica”. Las alternativas, según Cerdá, deben apuntar a “diseñar cultivos que tengan asociación, donde haya un cultivo principal que es el que nos daría la renta, el grano a cosechar, y otros cultivos acompañantes, en especial todas las plantas que hacen la recuperación de la fertilidad. Que la fertilidad de los campos se logre con especies vegetales y no con sustancias químicas que siempre algún efecto colateral tienen”. 7 de julio: Día de la Conservación del Suelo Desde 1963, cada 7 de julio se celebra el Día Internacional de la Conservación del Suelo, en memoria del Dr. Hugh Hammond Bennet, científico estadounidense y considerado pionero de la conservación del suelo ya que dedicó su carrera a la investigación sobre el efecto de la calidad de la tierra sobre su capacidad productiva, de la cual depende la biosfera. La conmemoración de la fecha -que coincide con el fallecimiento de Bennet- tiene como objetivo resaltar los beneficios del tratamiento adecuado del suelo y concientizar sobre el cuidado de este recurso vital para el equilibrio ambiental, del cual depende nuestra alimentación y la preservación de múltiples formas de vida.

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