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  • Céline Dion, su sufrimiento, su dignidad y los esfuerzos por recuperarse a pesar de la grave enfermedad que padece

    » Clarin

    Fecha: 06/07/2024 08:01

    "Siempre envidio a la gente que fuma, bebe y sale de fiesta y no duerme", le dice Céline Dion a su fisioterapeuta con un suspiro exagerado, a mitad del nuevo documental Soy Céline Dion. "Yo tomo agua y duermo 12 horas". Esta restricción monástica forma parte desde hace tiempo de la leyenda de Céline Dion. Cantante profesional desde los 12 años, pasó décadas cuidando meticulosamente su voz como si fuera una flor de invernadero en peligro de extinción, comprometiéndose a largos períodos de descanso vocal, complicados rituales de calentamiento y un estilo de vida de disciplina exigente, todo eso para poder saltar octavas y entonar notas altísimas con una precisión asombrosa. Sin embargo, en un cruel giro del destino, ni siquiera el incesante cuidado que Dion dedicó a su voz pudo preservarla. En 2022, reveló en un emotivo post de Instagram que padecía el síndrome de la persona rígida, un trastorno neurológico raro e incurable que provoca dolorosos espasmos musculares y afecta aproximadamente a una de cada millón de personas. Después de ver Soy Céline Dion, un retrato extraordinariamente sincero dirigido por Irene Taylor en Amazon Prime Video, es difícil imaginar una enfermedad que pudiera ser más devastadora personalmente para Dion, cuya carrera entera fue un largo ejercicio de control, sacrificándolo todo por la liberación extática de la actuación en directo. Desde su aparición como estrella infantil en Québec con una voz precozmente enorme, algo en la naturaleza esencial de Dion permanece constante, impermeable tanto a los cambios de tendencias como a las críticas mordaces. Tanto si las power ballads estaban de moda o no -y en general no estaban-, las cantaba con la convicción de alguien que nunca había oído la palabra "moderación". "En sus mejores momentos", escribió Elisabeth Vincentelli en una reseña de The New York Times sobre la última actuación de Dion en Nueva York, en febrero de 2020, "Dion proyecta una sensación de grandeza: además de gráficos bastante sencillos, los videos de fondo de su espectáculo mostraban a menudo imágenes cósmicas, como si fueran lo único que daba la talla en la escala de Dion". Este enfoque grandilocuente le valió una base de fans en todo el mundo y una reacción violenta necesaria que puede ser que finalmente haya superado. Céline Dion. La cantante padece el síndrome de la persona rígida, una enfermedad que se da en una cada millón de personas. Fotos Amazon Un viaje al fin del gusto En 2007, el crítico musical Carl Wilson se inspiró en el exitoso álbum de Dion Let's Talk About Love (Hablemos de amor), publicado en 1999, para escribir un libro perspicaz y, en última instancia, comprensivo sobre el gusto musical, partiendo de la base de que (al menos hace 17 años) el nombre de Dion era un símbolo de todo lo desmañado, sincero y poco cool. (¿El subtítulo del libro? Un viaje al fin del gusto). "El schmaltz (grasa procesada de pollo) se pudre más rápido que otros ingredientes de la despensa musical", escribió Wilson, "quizá por eso dudamos de la posibilidad de un revival de Céline Dion en 2027". Con el paso de los años, yo no apostaría en contra. Dejando a un lado la simpatía suscitada por su diagnóstico, Dion ya no es tan polarizante como hace dos décadas. My Heart Will Go On se convirtió en una reliquia de la nostalgia kitsch de los ´90 en lugar del inevitable y cansino monolito cultural que fue durante el reinado de Titanic. Los gustos musicales se volvieron más elásticos desde que se publicó el libro de Wilson, el streaming rebajó las apuestas para el fandom y facilitó la revisión de los catálogos de los artistas, y los oyentes son menos propensos a ver la industria bifurcada en binarios, nosotros contra ellos. Pero una de las principales razones por las que la gente se ablandó con Dion a lo largo de los años es su compromiso absoluto e impertérrito con su propia locura. Sus espasmos. Céline Dion no los esconde en el documental. Foto: Amazon Prime Video En 2008, el escritor Rich Juzwiak recopiló un supercorte de clips alocados titulado Céline Dion is Amazing (Celine Dion es sorprendente): más de cinco minutos de Dion gesticulando salvajemente, permitiéndose bromas sin sentido sobre el escenario y, en una ocasión, lanzándose a una animada versión entre bastidores de Who Let the Dogs Out mezclada con Gonna Make You Sweat (Everybody Dance Now). La exagerada desmesura ante la que Wilson y sus compañeros de la Generación X de moda se mostraban reacios, ahora parece una virtud; los habitantes de Internet aprecian a una celebridad memeable (es decir, digna de un meme) cuando la ven. Dion nunca parece temer hacer el ridículo. En una época en la que los músicos entrenados por los medios de comunicación se cuidan de no hablar de más, su locura se convirtió en su propia marca de autenticidad. El sentido del humor de Céline Dion Soy Céline Dion tiene muchos momentos del tipo “Céline Dion es increíble", y menos mal, porque su sentido del humor singular y fuera de lo común equilibra las escenas más angustiosas de la película. En lugar de recurrir a otros comentaristas para contextualizar su estrellato, Dion es la única persona entrevistada en el documental. Aunque a veces esto hace que la perspectiva de la película parezca unilateral, el enorme carisma de Dion hace que esté más que capacitada para llevar toda una película por sí sola. Una de las secuencias más memorables es la visita guiada que hace a las cámaras -"¡Me siento como Liberace!", dice y ríe- por el enorme armario donde guarda sus trajes con incrustaciones de volantes y lentejuelas, sus trajes de diseño personalizados y sus zapatos con tacones. Los zapatos. "Cuando una chica ama sus zapatos, siempre hace que le queden bien", dice Dion, impartiendo la sabiduría de una auténtica diva. "Cada vez que iba a una zapatería y me encantaban los zapatos me decían: '¿Qué número calza? Y yo respondía: 'No, usted no entiende. Haré que me queden bien'". Es un momento divertidísimo, pero también agridulce. Una vez más, existe esa sensación de autosacrificio, la insistencia en que, incluso a pesar de la incomodidad, el espectáculo (y el zapato) deben continuar. Mientras camina entre su antigua ropa de escenario, deleitándose con los pequeños detalles de la artesanía, la alegría que Dion siente al actuar es palpable, pero también lo es la ansiedad de no volver a sentir ese tipo particular de liberación. Céline Dion, durante su aparición en los Premios Grammy, en febrero de 2024, en Los Ángeles. Foto: Reuters/Mike Blake "Cuando grabas, suena muy bien", dice Dion en la película. "Pero cuando estás en el escenario, es más grande". Lo que queda claro -a lo largo de muchos montajes de Dion cantando en directo, alimentándose de la energía de su público- es que la interpretación es su alma, y el escenario siempre fue el lugar donde puede ser la quintaesencia de sí misma. Así que está poniendo toda la fuerza de su tenacidad y autodisciplina en recuperar fuerzas, con la esperanza de poder volver algún día. Sin embargo, se trata de una tarea hercúlea. Hacia el final del documental, durante una sesión de fisioterapia, las cámaras de Taylor siguen rodando mientras Dion sufre un grave ataque de espasmos en todo el cuerpo; su rostro se congela de dolor, sus extremidades se agarrotan y los únicos sonidos que puede emitir son gemidos horribles. Para una artista que durante mucho tiempo valoró el control que tiene sobre su cuerpo y el instrumento de su voz, este nivel de franqueza es particularmente sorprendente. Video El documental sobre su vida. Igual de difícil de ver es la secuencia que la precede, que encuentra a Dion en un estudio de grabación luchando por cantar la balada relativamente apagada Love Again. Sus cuerdas vocales se contraen -compara los espasmos con una mano invisible que la asfixia- y su voz, antaño poderosa, se convierte en un susurro. Siempre tan perfeccionista, se estremece al escuchar la reproducción. En la película, Dion se compara con un manzano, orgullosa de repartir la fruta más brillante entre sus fans. "No quiero que hagan fila si no tengo manzanas para ellos", dice. Pero sigue teniéndolas. Puede que la voz de Dion ya no sea el instrumento preciso que cultivó durante décadas, pero Soy Céline Dion demuestra que alcanzar esas notas altas estratosféricas no es su único método de inspiración. También hay fuerza en compartir el amargo fruto de sus luchas, y a lo largo de ellas seguir siendo gloriosa y coherentemente ella misma.

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