Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Batalla cultural: Como en el siglo XIX, hoy también se necesita un plan (e ideas)

    » Clarin

    Fecha: 05/07/2024 18:14

    Los países que más se desarrollan, no suelen ser los que poseen más industrias o mayor número de emprendedores. Los países que más se desarrollan, son los que tienen mayor calidad institucional. Y eso lo aporta la cultura. Los museos, las bibliotecas, los archivos, las universidades, las instituciones culturales, son esos lugares en los que el pasado entra en diálogo con el futuro, los públicos ejercen el espíritu crítico, los sujetos de conocimiento abren su pensamiento libre a la imaginación pública. Y en los que, por medio de las paradojas, las aporías y la complejidad, aumenta la escala de los grises. Quizá por ello, los espacios de la escucha y del intercambio, o el ejercicio libre del disenso, no deberían ser vistos como un obstáculo, sino más bien como el único método para hacer, de nuestras diferencias, una oportunidad. Sin embargo, en el presente esos obstáculos existen y son los que han revivido la batalla cultural que tuvo enfrentamientos de alta y baja intensidad durante el kirchnerismo y hoy están en plena ebullición. El disenso, se pone en duda. Si estudiamos la influencia de los intelectuales en el diseño del país, y comparamos la importancia de esa influencia siglo contra siglo, aún con todas nuestras críticas, en el siglo XIX esa influencia era notoria. La influencia de los intelectuales en el siglo XX, en cambio, tiende a desaparecer. ¿Qué cosas nos dice ese dato sobre nuestra historia como nación? La Librería Argentina En 1838, en vísperas de irse al campo, Esteban Echeverría da instrucciones a sus compañeros de la Asociación de Mayo de cómo debe organizarse el país. La primera cuestión en que debe centrarse la “Asociación de Jóvenes” es en la opinión pública. Debe bregar por la libertad de prensa, para que la Revolución de Mayo vuelva a levantar su cabeza. Y se hace Echeverría una serie de preguntas que modelan el proyecto de país de aquellos jóvenes: “¿Bajo qué plan deberían organizarse nuestras provincias? ¿Convendría o no establecer municipalidades en ella? ¿Quiénes las compondrían?” En 1838 el país está sumamente dividido. Cualquiera diría que Echeverría está hablando a las paredes, escribiendo en el aire. Las ideas por aquel entonces se dirimen con el reclutamiento de voluntarios en los ejércitos irregulares que se desplazan por los terrenos polvorientos del interior. Que en 1838 un grupo de jóvenes se reúna en un local del bajo a imaginar un país, en una librería, no deja de ser sorprendente. ¿Por qué no soñar, en cambio, con ese destino guerrero que promete la montonera, un destino mucho más noble y brilloso que el que auguran los libros? En la Librería Argentina de Marcos Sastre, Echeverría continúa con sus preguntas: “¿Qué autoridad debe revestir un juez? ¿Cuáles deben ser sus atribuciones? ¿Debe ser un juez independiente o un brazo activo y maléfico de la autoridad?”. Varios indicios llevan a pensar que Echeverría se estaba alimentando de la actualidad. Todos los temas que va enumerando (medios de comunicación, representación política, organización de las fuerzas policiales, importación y exportación, independencia del poder judicial), hacen pensar que Echeverría estaba escribiendo sobre la Argentina de hoy. Y todavía más. Veamos si no el modo en que Echeverría se ocupa de la cuestión económica: “¿Es útil un banco entre nosotros? ¿Qué es el papel moneda? ¿Cuáles son sus efectos y su influjo como medio circulante y resorte para dar fomento a la industria? ¿Y qué es el crédito público? ¿De qué fuente deben salir las rentas del Estado?” Desde el fondo del siglo XIX, como un susurro que nos llega del reverso de la historia, pareciera que Echeverría nos estuviera hablando de algunos episodios de la Argentina actual: las retenciones, el dólar, el Banco Central, las reservas, el peso, la devaluación. Como si el presente fuera el inconsciente aplazado de la historia. ¿Le estaba hablando Echeverría a la actualidad de la Argentina o la Argentina tiene una pequeña dificultad para actualizar su agenda? La ironía ha querido que Echeverría, además de “fundar” la “literatura argentina” –con El matadero–, esboce también las primeras líneas de la Constitución Nacional, poniendo de manifiesto la enorme cuota de ficción de la que la Argentina pareciera estar hecha. Es, en efecto, El dogma socialista, el texto en los que por aquellos años también se inspira un compañero suyo del Salón Literario, Juan B. Alberdi, para redactar las Bases y puntos de partida para la organización nacional. El hecho es digno de comentarios. ¿Y si la Argentina fue en realidad la imaginación de un literato? ¿Y si no fue El matadero sino El dogma socialista su gran texto, la gran ficción argentina de Echeverría? Tulio Halperín Donghi, autor de Una nación para el desierto argentino Hace unos días, quien esto escribe, le hacía unos comentarios similares a estos a Cristina Mucci, conductora desde hace 37 años del programa de TV Los Siete Locos. Y que muy pronto se mudará al Canal de la Ciudad. “Es difícil comprender el modo en que, del rol central –fundacional– que tuvieron en sus orígenes, los intelectuales y los escritores hayan sido relegados al rol de sujetos prescindentes.” –sostenía–. Luego de escuchar mi reflexión –que yo creía cargada de un escepticismo sin atenuantes–, Mucci lanzó un comentario cargado de un optimismo perturbador: “ Lo que sería la Argentina si no tuviéramos todo eso”. Beatriz Sarlo, autora de Una modernidad periférica. Hay una inconmensurable biblioteca que se ha edificado sobre la base de tomar a la Argentina como tema: La representación de los hacendados, Mariano Moreno, 1809; Facundo o Civilización y barbarie en las pampas argentinas, Sarmiento (aparecido en entregas en 1845); Una nación para el desierto argentino, de Tulio Halperín Donghi, 1982; Una modernidad periférica, Beatriz Sarlo, 1988; De la república posible a la república verdadera, de Natalio Botana y Ezequiel Gallo (1997). La lista podría ser extensa. Mariano Moreno por Juan de Dios Rivera. Autor de La representación de los hacendados. Lo que se desprende de esa biblioteca, es el hecho incuestionable de que la Argentina ha sido, indudablemente, pensada. Y de que ha tenido, siempre, una gran teoría política. Y sin embargo… Una gran brecha separa a la Argentina de las ideas de la Argentina de la realidad. Contra las nuevas grietas En tiempos en que el concepto de batalla cultural gana posiciones en el centro del debate público, no deberíamos dejar de hacer la pregunta: ¿Qué es lo que viene después de la batalla cultural? Una respuesta podría ser: la hegemonía cultural. Quien libra una batalla cultural, pretende homogeneizar una cultura. Quizá por eso, el lugar del concepto de batalla cultural en el concierto de la política actual, debería ser discutido. Quizá, siguiendo el razonamiento de quien instaura que estamos ingresando en la desconocida fase de una nueva grieta, deberíamos comenzar a bregar por la “liberación total del pensamiento”. Trabajar para la emancipación de todos los sujetos. Postular el derecho absoluto e irreductible a las diferencias. Porque la grieta, la división de nuestras sociedades en dos parcialidades simétricamente opuestas, bloquea nuestras democracias. Las empantana. O, para decirlo con el léxico electoral: las impugna. Porque sin representación de las minorías, no hay verdadera posibilidad de elección. El afán de convencer a otros, disminuye nuestras capacidades: nos vuelve más repetidores de consignas ajenas que dueños de pensamiento propio. Y hacer inercia de los discursos circulantes, nos reduce a meros comentadores a pie de página de la realidad. Y porque, en última instancia, cuando dentro de una misma facción, hay dos personas que piensan igual, hay por lo menos una, que no piensa. To be continued

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por