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  • Un senegalés, un chino y una venezolana, en una obra de teatro que habla de racismo

    » Clarin

    Fecha: 05/07/2024 16:49

    Una obra de arte que interpela al público sobre los avatares de la inmigración y los actos de racismo que sufren los migrantes tiene alcance universal, no repara en fronteras ni orígenes. En la pieza “Extraño ser (o lo que nos pasó ensayando una obra de teatro intercultural)", las escenas y el libreto logran, además, transmitir una impronta notoriamente identificada con el Conurbano bonaerense. Para eso, los dos directores apelan a los claroscuros de su propia experiencia de vecinos del Oeste. Valeria Castro Benarós, nacida en Guatemala y radicada en Haedo desde los 6 años, atravesó el traumático proceso de adaptación y aceptación mutua con sus compañeros de la Escuela N° 8. Sin embargo, pese a haber cargado con el estigma de quien “no parece ser de acá” -hija de exiliados retornados al país en 1986-, fue en su entorno, alejado de las luces del Centro, donde encontró “más oxígeno ligado a las pequeñas comunidades para generar otras redes de empatía, vecindad para compartir y un corazón menos elitista y menos individualista”. Una escena de "Extraño ser (o lo que nos pasó ensayando una obra de teatro intercultural)", a estrenarse en julio en la sala Helios de El Palomar. El “espacio muy fértil para hacer arte” que Castro Benarós había empezado a desandar en el barrio y en el Conservatorio de Música de Morón coincidió con la vocación de Federico González Bethencourt, primero en La Pedro Escudero -la Escuela Municipal de Formación Actoral de Morón- y después en la ong Eureka! Arte y Educación. En esos ámbitos entregados a la tarea creativa fue asomando la idea compartida de preparar una obra de teatro protagonizada por intérpretes extranjeros que no son actores, para que aborden un relato a tres voces con sus propias vivencias como desterrados recién desembarcados en Buenos Aires, en relación con el desarraigo y la lucha por construir un nuevo lugar. La intérprete de música tradicional venezolana Amanda Querales. “Creo que es una obra necesaria, sobre todo en estos tiempos en que la empatía ya no es parte del cotidiano y pareciera que, cuanto más diferente es el otro, más peligroso es. El contexto es decididamente hostil. En esta sociedad cada vez más cosmopolita y llena de estereotipos, a los extranjeros se los mira de costado”, observa González Bethencourt, instalado en Ituzaingó desde su nacimiento en Morón. Cargados de matices, tres voces bien diversas repasan en “Extraño ser” una secuencia de sinsabores y alegrías aún en pleno desarrollo: la cantante venezolana Amanda Querales, el bailarín senegalés Idrissa Diop y el director de cine y fotógrafo chino Aaron Wang. La propuesta acaba de causar un primer impacto entre los espectadores en su doble presentación de estreno, el 26 de junio en la sala Carlos Carella, en el centro porteño. Idrissa Diop, bailarín senegalés. Los realizadores van por más y ya anunciaron una serie de funciones en julio en el cine teatro Helios de El Palomar y, más adelante, en el Teatro Municipal Gregorio de Laferrere, un faro de la cultura popular siempre encendido en la plaza San Martín de Morón. "Esta obra de teatro documental o biodrama apunta a ficcionalizar historias reales a través de intérpretes que hacen de ellos mismos. No es un relato lineal sino una suma de escenas que se van concatenando", explica Castro Benarós. La audaz apuesta resulta un encuentro intercultural entre diferentes, en el que cada historia toma distancia de un repaso meramente folclórico, para enaltecer a los protagonistas y correrlos del lugar de víctimas. Enfrente, el público no sale indemne de la carga emotiva que se deprende del escenario y se involucra a lo largo de todo el trayecto de 50 minutos que recorre "Extraño ser". El cineasta y fotógrafo chino Aaron Diop estudió actuación en el espacio Timbre 4, en la ciudad de Buenos Aires. Ese ejercicio de observación y aprendizaje también alcanza a los directores. "Cuando creo que ya conozco bien a los tres protagonistas que seleccionamos en un casting me sorprendo al verlos de qué manera resuelven sus problemas, cómo se ayudan para ensayar la obra, los modos particulares de su amistad y hasta sus propios prejuicios", valora González Bethencourt, fogueado en estas cuestiones, décadas atrás, en los festivales de folclore de la plaza de Ituzaingó, un despliegue de talentosos artistas que admiraba, con la sensibilidad de un niño aspirante a crear una obra perturbadora.

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