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  • Sylvia MacLagan conmueve con “Caminemos”, su primer libro argentino

    » El cordillerano

    Fecha: 05/07/2024 13:16

    ANTES HABÍA PUBLICADO ANTOLOGÍAS EN ESTADOS UNIDOS | 05/07/2024 De familia británica, la autora nació y creció en el Alto Valle, pero es vecina de Bariloche hace unos años. Su escritura transita entre el sesgo patagónico, la dolorosa intimidad y la elegante denuncia. Es su primer libro, pero la escritura de Sylvia MacLagan no es de principiante. Con un cuidado por la rima y la métrica que quizá sea de otras épocas, se advierte que detrás de sus poesías hay mucho, mucho trabajo. Es su primera publicación, pero en la Argentina, porque la escritora le dijo al que firma que, en forma de antología, sus trabajos se publicaron en Estados Unidos en 2007 exclusivamente en inglés. En “Caminemos” transita con absoluta soltura entre los dos idiomas, a veces traduce y otras no, como si a ciertas ensoñaciones fuera preferibles no tocarlas. Desde la perspectiva vecinal barilochense, Sylvia es la madre de Diana Ross, reconocida artista que periódicamente es noticia por sus cometas o barriletes, pero consigo tiene una larga relación con las letras. Creció “en una chacra de manzanas cerca de Cipolletti”, dice la breve semblanza biográfica con que cierra el libro. Es licenciada en Filosofía y fue colega nuestra, porque ejerció el periodismo. La poesía irrumpió en su escritura 25 años atrás. Puede parecer tarde, pero “los buenos escritores nacen así”, dice en la contratapa Dan Newland, editor del Buenos Aires Herald y también escritor, además de traductor. “Este ha sido ciertamente el caso de Sylvia, ya que su mente ha actuado como una especie de placa fotográfica en la que las imágenes más impactantes se han grabado a fuego permanentemente”, para más recientemente hacerse poesías. Sus mayores eran de origen inglés y escocés, pero nació aquí y la Patagonia está muy presente en los versos de la poeta, con menciones al encanto ribereño del Alto Valle, las amables asperezas de la estepa o la cautivante extensión del mar. Hasta denuncia hay en los versos de “Caminemos”, porque Sylvia no es indiferente ante el drama que vivieron y todavía viven los pueblos indígenas preexistentes al Estado. Antes de llegar al libro, “sus poemas han sido publicados en numerosas revistas americanas (estadounidenses) y británicas, así como en La Nación online y la revista Heráclito, entre otras, recibiendo premios y nominaciones en años recientes”. Sobre el bilingüismo del libro, dijo la escritora: “Yo quise traducir todos esos poemas, pero me resulta difícil hacerlo con algunos, especialmente los sonetos”. No es una piba que recién empieza, pero Sylvia MacLagan tiene planes. “Ahora estoy preparando otro libro exclusivamente en castellano. Muchas poesías son acerca de la desertificación causada por las ovejas que trajeron los primeros colonos desde Europa”, comentó. “Como sabrás, las pezuñas de las ovejas dañan los suelos. No como el guanaco que, al ser un camélido tiene patas acolchadas”, resaltó. Ocurre que el autóctono “toma poca agua y ha sido útil para los pueblos nómades originarios en sus largas travesías”. Además, “unas cuantas poesías tocan el tema del maltrato y la quita de sus tierras a los mapuches, tehuelches, pehuenches” y otros. Sin embargo, buena parte de las páginas de “Caminemos” son profundamente intimistas, porque “la poesía de Sylvia se nutre de sus experiencias personales y recuerdos”, añade la semblanza. Tales versos retratan “el amor que perdura y el más profundo dolor ante la pérdida”, presentes “en elegías a sus hijos Robert y Patrick, que fallecieron muy jóvenes”. También hay amorosas menciones “a su esposo, Carlos Grosso, fallecido en 2015 luego de una larga enfermedad”. Sin vueltas, uno de los poemas se titula “Duelo” y dice: “Uno se habitúa a la pérdida misma; / es el detalle que muerde y desgasta: / un tazón sin dueño en el estante, / la mesa del patio, demasiado larga / y al lado, una silla de madera, vacante”. El libro también incluye algunas reseñas que merecieron los poemas. Sobre “My shell (Mi caparazón), dijo Paul Rance: “Se trata de un poema conmovedor, con descripciones gráficas sobre de cómo las experiencias desagradables de la infancia pueden seguir persiguiéndonos en la edad adulta”, pero más allá de la referencia puntual, ese es el rasgo distintivo en la poesía de Sylvia: es conmovedora. “Caminemos” (Let’s walk) se consigue en La Sede y en La Barca.

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