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  • Crímenes en Córdoba y Río Cuarto: fueron judicializados, salieron y mataron

    » Cadena3

    Fecha: 04/07/2024 19:59

    Juan Federico Acostado en una cama del Hospital de Urgencias, de la ciudad de Córdoba, puede observar como un policía no se despega de la puerta de la habitación. El martes a la tarde, una tía lo llevó hasta allí en el asiento trasero de un auto Peugeot gris. Lo trasladó desde calle Machado al 100, en el triple límite entre Maldonado, Müller y Campo de la Ribera, un sector degradado de la zona este de la Capital cordobesa donde la droga y los tiros suelen abundar mucho más que otras oportunidades sociales. /Inicio Código Embebido/ /Fin Código Embebido/ El joven, de 17 años, terminó baleado en sus dos piernas y en una mano. Una fiscal, Florencia Espósito, lo acusa de haber matado a tiros, en la misma balacera, a un vecino. Y de haber dejado heridos, también de bala, a otros dos. En la zona, nadie se sorprendió. L.C. ya tiene, a su corta edad, un grueso prontuario. Un "cliente" del sistema penal juvenil que hace tiempo aprendió cómo opera la rueda infinita del delito juvenil en Córdoba. Si es menor de 16 años, el circuito empieza por la Policía, y continúa por la unidad judicial, la sección Asuntos Juveniles, algún Juzgado Penal Juvenil, la posterior declaración de incompetencia porque es inimputable, el aviso a la Senaf, un relevamiento familiar exprés y de nuevo a su casa, siempre y cuando lo disponga el Juzgado Penal Juvenil de turno. Otra vez a la esquina, a las drogas y el delito. Una rueda perversa. Y letal. Cuando tiene 16 o más años, puede terminar algunos meses en Complejo Esperanza si el delito es grave. A L.C. en esa parte Maldonado los vecinos ya lo tenían "marcado". Sin estudiar, sin trabajar, aceleraba por las cuadras en su moto flamante y no dudaba en dejar al descubierto la culata de la pistola 9 milímetros en la cintura, según cuentan ahora. Casi siempre, rodeado por varios jóvenes más, hacían de la esquina de Chiclana y Antonio Machado su lugar en este mundo. Allí, a poquitos metros del Parque Educativo Este -un monumento a la impotencia colectiva en Córdoba- hace meses que funciona "la cuadra de las emboscadas", donde de manera casi diaria choferes de Uber, que se ganan la vida como pueden, son asaltados cuando caen en la trampa de la llamada de una supuesta clienta. Robos que se suceden ante la mirada ciega del sistema de Seguridad local, ya que los dos domos emplazados allí nunca tuvieron el elemento vital: las cámaras. Cuentan en esa parte de la ciudad que días atrás L.C. tuvo una pelea con unos vecinos que viven a unos 150 metros de su casa porque con la moto habría rozado a una niña. En realidad, todo fue una excusa mayor. El territorio se disputa para delinquir, para vender drogas, para cobrar "peajes", para tener una identidad dentro de una ciudad que hace tiempo los mantiene en el margen. /Inicio Código Embebido/ /Fin Código Embebido/ El martes a las 16.30, tres personas pasaron a baja velocidad con un Citroën C4 por esa esquina, donde L.C. estaba junto a otros muchachos. Nadie sabe quién la empezó, pero sí cómo terminó todo: las armas aparecieron a la vista de todos y comenzaron los tiros. Ya el manual está aprendido a fuerza de realidad: los adultos corrieron a sus casas y pusieron a los chicos contra el piso en la pieza más alejada de la calle. Casi de manera natural. Hubo no menos de 12 tiros cruzados. Acaso fueron varios más, porque la escena del crimen pronto se contaminó de curiosos. Mientras L.C. caía de tres tiros, el auto frenaba contra un cordón de la vereda. Su conductor, Joel Fernando Villada (27), quien había salido hacía poco de la cárcel, no podía manejar más. Cuando sus dos acompañantes intentaron bajarlo, se desplomó en medio de la calle. Como pudieron, lograron alzarlo y depositarlo en la parte trasera. Luego, aceleraron por Costanera, hasta dejarlo de nuevo tirado en la puerta de la guardia del Hospital de Urgencias. Los médicos no pudieron hacer mucho para devolverlo a la vida: había sido atravesado por cinco balazos. /Inicio Código Embebido/ /Fin Código Embebido/ Sus cómplices no llegaron muy lejos. La alerta de un guardia del hospital permitió que la Policía interceptara al vehículo cuando abandonaba el hospital. Se comprobó que sus dos ocupantes también estaban heridos de bala, además de contar con gruesos prontuarios. Adentro del auto había casi medio millón de pesos. Pero lo más impactante era el exterior del Citroën: varios impactos de bala. También quedaron detenidos e imputados por lesiones graves, ya que la fiscalía sospecha que fueron ellos juntos a Villada los que le dispararon a L.C. El adolescente de 17 años, en tanto, quedó acusado por el homicidio. Su moto flamante fue quemada por otros vecinos la misma tarde de la balacera, cuando ya la Policía se había acercado a conocer el saldo de tanto tiro suelto. La familia de L.C. sabe que se vienen días complicados. Las amenazas ya se multiplican por redes sociales. La Policía desplegó un impresionante operativo de prevención entre el miércoles y el jueves. Pero en esa parte de la ciudad ya saben que todo será, otra vez, un espejismo. Como si se viviera en la resignación permanente. "Es una locura lo que está pasando, están desinhibidos, no les importa nada", resumió el cura Mariano Oberlin al referirse a tanto tiro suelto en este extremo de la ciudad. Hace años que el sacerdote viene luchando de manera desigual contra el avance de la droga, una espiral que en realidad se desparrama en los cuatro puntos cardinales de la Capital cordobesa. A pocas cuadras de la parroquia, un chico que acaba de cumplir 13 años y que vive muy cerca de donde se produjo el tiroteo, no dudaba en relatar con una brutal naturalidad con qué tipo de armas se habían baleado. Contó cómo la droga marca de manera omnipresente el ritmo de vida, la facilidad con la que se consigue y la corta edad de los que arrancan a consumir. Pipazo, "nevado", un porro o una línea. O todo. No existe vecino en ese sector que nunca haya escuchado un tiroteo, que no sepa cómo actuar cuando un enfrentamiento a los tiros corta una tarde cualquiera. De ocho puñaladas También es un viejo conocido del sistema penal juvenil de Córdoba el adolescente de 16 años recién cumplidos que en las últimas horas quedó detenido acusado de matar a puñaladas, en medio de la calle, a un hombre en la ciudad de Río Cuarto. El crimen de Carlos Torres (43) se produjo este miércoles, minutos después de las 15, en Coronel Videla y un pasaje público, de barrio 400 Viviendas. De acuerdo a los datos que maneja el fiscal Pablo Jávegas, el joven, que supo tener causas anteriores que motivaron la intervención de un Juzgado Penal Juvenil y de la Senaf, atacó directamente al hombre, al que apuñaló al menos ocho veces. Si bien falta el informe final de la autopsia, ya trascendió que la víctima sufrió heridas profundas en el cuello, un pulmón y el hígado, entre otras. Tras darle muerte, ante la vista de diferentes testigos, el joven huyó del lugar, pero finalmente fue capturado por la Policía de Río Cuarto cerca de las 22. Fue trasladado a Complejo Esperanza, en las afueras de la ciudad de Córdoba, donde permanece alojado el hijo de Torres, un adolescente de sólo 14 años acusado de haber asesinado de un tiro al remisero Facundo Pereyra (46) a fines de mayo pasado, según confirmó el fiscal. /Inicio Código Embebido/ /Fin Código Embebido/ ¿El crimen de Torres tiene relación con el asesinato que se le endilga a su hijo? Si bien hasta ahora ambos homicidios no aparecen ligados entre sí, los investigadores judiciales sospechan que el asesino del hombre integraba la misma banda que el hijo. Adolescentes de corta edad inmersos en la cultura del delito. Y que fue en el marco de todo esto que Torres lo habría comenzado a buscar en los últimos días ya que le reclamaba algo que aún no está del todo claro. ¿Existía una vinculación entre este hombre y la bandita que integraba su hijo, la misma que mató al remisero para robarle un celular y luego comprar droga? Aún todo es prematuro, pero la pregunta no deja de hacerse en el ámbito de la interrogación. Pero ya sí se sabe que este miércoles, cuando se toparon en la calle, el adolescente no le dio tiempo a nada. La víctima, un proyecto de crack futbolístico de Atenas de Río Cuarto que nunca terminó de hacerse realidad, tenía diversos antecedentes. Si bien un servicio de emergencias alcanzó a socorrerlo, su deceso se constató antes de que los paramédicos lograran llegar al hospital.

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