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  • El Nahuel Huapi no permaneció ajeno a la trama que enfrentó a patriotas y realistas

    » El cordillerano

    Fecha: 04/07/2024 12:03

    LA CONTRARREVOLUCIÓN MONÁRQUICA SE HIZO FUERTE EN PATAGONIA | 04/07/2024 Aunque lejos del epicentro de los sucesos, los remezones de la reacción española se hicieron sentir en las actuales jurisdicciones de Neuquén y Río Negro. A pesar de su lejanía de los centros neurálgicos como Buenos Aires o Santiago, el área del Nahuel Huapi no permaneció impasible ante los avatares políticos que tuvieron como fechas centrales mayo de 1810 y julio de 1816. Una compleja trama de vínculos y alianzas afectó a la zona del Gran Lago como parte integrante de un territorio mayor, en donde la violencia se generalizó a uno y otro lado de la cordillera. Echa luz sobre la temática el libro “Contrarrevolución en las fronteras. El liderazgo de los hermanos Pincheira en la guerrilla del sur americano (1818-1832)” (Prohistoria Ediciones – 2021), que tiene como autora a Carla Manara. Docente en la Universidad Nacional del Comahue, la investigadora periódicamente da clases en Bariloche, aunque reside en la capital neuquina. “Desde 1810 los malones fueron cada vez más reiterados, numerosos y con mayor cantidad de partícipes. Desde 1818, se observan en los distintos frentes de fronteras y a ambos lados de la cordillera. Los malones se convirtieron en verdaderas operaciones militares, organizadas como frentes de choque, combinando recursos materiales y logísticos de españoles, criollos e indígenas”, aclaró la historiadora. Carla Manara y su trabajo. Lee también: ¿Qué pasaba en 1816 en el noroeste de la Patagonia? En efecto, por su magnitud “fueron significativos. Se coordinaban entre los líderes de la guerrilla realista y los distintos loncos convocados para sumarse con sus hombres y conas para frenar a las tropas republicanas. La región del Biobío, el sur de Mendoza y el sur de Buenos Aires fueron los puntos más afectados. Vale como ejemplo el malón que las fuerzas pincheirinas realizaron sobre el Fuerte de Carmen de Patagones, en la desembocadura del río Negro, que presenciara y describiera el naturalista francés Alcide D’Orbigny en 1829”, puntualizó Carla en intercambio con El Cordillerano. Para la época de la Declaración de la Independencia, “por el norte neuquino ejercían su dominio numerosas tribus pehuenches y por el sur dominaban los llamados huilliche. En ambos casos tenían vínculos de amistad y parentesco con grupos trasandinos lindantes. Los pasos cordilleranos eran siempre codiciados y disputados ya que le daba especial poderío a la parcialidad que los controlaba”, introdujo la historiadora. En la foto de aquellos tiempos inciertos, “los pehuenches dominaban varios pasos del norte neuquino y del sur mendocino, puntos estratégicos de la llamada Rastrillada del Norte. Mientras que la Rastrillada del Sur transitaba por los pasos controlados por los huilliches de la región del Collón Cura y Nahuel Huapi. Si bien se piensa que estos grupos estaban más alejados de los centros políticos y podían preservarse mejor en los frentes cordilleranos, tampoco quedaron al margen de los problemas desencadenados y quedaron involucrados mediante alianzas, malones y circuitos de comercio”, aclaró la investigadora y docente. El involucramiento se debió “a las relaciones interétnicas y parentales con los grupos que se movían por Carmen de Patagones para frenar el avance estatal. Y, por otro lado, por sus antiguos contactos comerciales y de compadrazgo con los hispano-criollos de Valdivia y Chiloé. De uno u otro modo, estos contactos no tardaron en introducirlos directamente en la disputa”, comentó la historiadora. Añadió que “la relación de los nativos de lo que hoy es el sur del Neuquén con Valdivia estaba plenamente afianzada para fines del siglo XVIII. No sólo los nativos viajaban a Chile para vender ganado a cambio de aguardiente y variados elementos, sino que también los comerciantes chilenos realizaban el viaje a tierras indígenas para cambalachear. Por ejemplo, los llamados aucas de las cercanías del Huechulafquen trocaban con Valdivia y para ello iban hasta las sierras del Volcán a buscar ganado a pedido de los valdivianos, que luego intercambiaban por productos que acostumbraban a consumir”, ilustró. Según Manara, “en la zona cordillerana del Nahuel Huapi también impactaron los movimientos revolucionarios. Guillermo Cox registró que el cacique Paillacán, del sur del Neuquén, había sido atacado en los primeros años de la república por indios valdivianos, aprovechando los disturbios de las guerras de la independencia. En 1822, Paillacán fue asaltado, perdió numerosos caballos y muchas de las mujeres de sus caciques fueron tomadas prisioneras. En esa ocasión fue ayudado por un respetable vecino de Valdivia, Don Ignacio Agüero, que probablemente tenía relaciones comerciales con ellos. Con este auxilio se rescataron las cautivas, que fueron devueltas a sus hogares, y se restableció la paz”, describió. Además, “la región del sur del lago Nahuel Huapi ofrecía excepcionales ventajas que despertaban la codicia de indígenas y blancos por igual. Y más al sur, por ejemplo, el valle superior del río Tecka, propicio para la captura de animales cimarrones, en donde supo encontrarse grandes manadas. (George) Claraz confirmó esta versión y apuntó que el abundante ganado que había en la península de San José se había dirigido río arriba, hacia las regiones boscosas de la cordillera al sur del Nahuel Huapi”, indicó. “En conclusión, lo central del proceso revolucionario y posterior independencia en relación con el noroeste cordillerano patagónico, es que el escenario posrevolucionario ya no es el que siempre se pensó. Las guerras por la independencia de la América hispana no finalizaron en 1824 con el triunfo de Sucre en los campos de Ayacucho, sino en un alejado espacio cordillerano del norte neuquino y del sur chileno”, resaltó la historiadora. Pasó que “estas regiones fronterizas de dominio indígena fueron el reaseguro de las montoneras realistas contra el orden liberal, inaugurando un proceso de cambios, de nuevas convivencias, como lo muestra la aldea en Varvarco, además de otros reacomodamientos políticos. Los loncos también fueron partícipes de la transición del orden colonial al modelo republicano. Fue un proceso más lento y complejo de lo pensado, pero que efectivamente impuso redefiniciones en el mundo nativo”. Nadie pudo permanecer ajeno.

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