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» La voz
Fecha: 04/07/2024 05:04
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Varios de los hitos fundacionales del vino nacional pasan por el apellido Benegas. Generaciones y generaciones dedicadas al vino. Si en determinado momento dejaron de hacer vino fue más por los avatares del país y las tensiones de una familia demasiado grande y no porque haya dejado de correr vino por las venas. A partir del nombre Tiburcio Benegas se puede recorrer gran parte de la historia de Mendoza y del vino argentino. Hacia finales del siglo XIX don Tiburcio Benegas se convierte en uno de los próceros fundadores de las labores vitivinícolas cuando compra un antiguo trapiche y empieza a incentivar las plantaciones de vides de calidad para elaborar vino. Paréntesis histórico: hacia 1880 no había casi viñedos en Mendoza, porque los campos se concentraban en la alfalfa y el trigo para el ganado vacuno que se llevaba a Chile. Con la llegada del tren llegó también la ruina para el agro mendocino y don Tiburcio, rosarino de origen, banquero y bon vivant de antigua generación criolla, fundó el Banco de Mendoza, fue dos veces gobernador, y trajo cepas francesas de los mejores “château” para mejorar la producción de vino en Mendoza y empezó a regalar estacas para que todo el que tenga un poco de tierra y voluntad plante vides. El sangiovese es una joya al estilo de la Toscana (Javier Ferreyra/ LVI). El lugar de las moliendas se llamaba El Trapiche y con el tiempo se convirtió en la marca insignia de los vinos argentinos y don Tiburcio en algo así como el fundador de la industria vitivinícola. Hasta publicó un manual del viñatero con técnicas modernas y trajo asesores de Francia para potenciar el sueño de tener grandes vinos que surcaran los paladares porteños que sólo consideraban buenos a los franceses. Refundar desde cero La historia del vino argentino puede escribirse transitando este apellido, porque también recorre la época de los desmanes económicos, la pérdida de rentabilidad y la desaparición de bodegas. Hacia la década de 1970 se vende Trapiche y luego los desarreglos familiares terminaron por liquidar todo y los Benegas se establecieron en Buenos Aires. Pero siempre hay alguien que sigue soñando con el vino y uno de ellos fue Federico Benegas Lynch, uno de los bisnietos de Tiburcio Benegas, que decidió volver a las raíces y se acomodó de nuevo en Mendoza recuperando algunos de los viñedos familiares. Uno de sus hijos lleva el nombre del tatarabuelo y cuenta la historia con selección de anécdotas e interesado en mostrar lo que Benegas es ahora, con un extraordinario abanico de vinos muy cuidados. Un blend de los antiguos viñedos recuperados por la familia (Javier Ferreyra/ LVI). “El último enólogo de Trapiche fue mi abuelo, en 1970, y mi papá aprendió con mi abuelo, al estilo de antes, y creció haciendo una cosecha acá y otra en Napa o en Burdeos. Yo tampoco soy enólogo, pero igual que mi papá nacimos embebidos en el vino” dice Tiburcio, el tataranieto. Esta historia de refundar la antigua tradición familiar empezó hacia finales de la década de 1990 cuando Federico Benegas Lynch, instalado desde hacía años en Buenos Aires, pudo recomprar el único viñedo que estaba intacto de la familia al costado del río Mendoza, en Cruz de Piedra. “Cuando adquiere esos viñedos de la familia, resulta que mi abuela se había quedado con la marca Benegas y así somos una de las pocas familias de Mendoza que no vendió la marca de su apellido. Mi abuela se la cedió a mi padre, que estaba volviendo al mundo del vino” cuenta Tiburcio. “Es un recomienzo puro de la historia, porque sin tener la marca del propio apellido sería distinto”, acota. Viñedos históricos y vinos clásicos Lo interesante es que la finca Libertad es un viñedo histórico plantado por la familia Benegas entre 1890 y 1956, de bajo rendimiento, suelos aluvionales y con la característica de que muchas de las plantas son prefiloxera reproducidas por injerto a pie franco, lo que lo convierte en un valioso tesoro genético e histórico por ser antes del ataque de la filoxera, esa enfermedad que atacó a las vides europeas hasta hacerlas casi desaparecer. Además de esa finca original han sumado un viñedo en Monasterio, zona exclusiva en Gualtallary. Todo se vinifica en la bodega de Mayor Drummond, en piletas de cemento y huevos de concreto, con levaduras indígenas, buscando preservar el valor natural. La bodega está emplazada en un predio al costado de la ruta, en donde había un rancho de adobe de principios del siglo 20 que restaurado se convirtió en la residencia permanente de Federico. La convivencia de lo antiguo con lo moderno, recuperando y manteniendo la tradición familiar es una característica de Benegas. El cabernet franc es un hito de la familia Ese juego entre viñedos antiguos en Maipú y los más nuevos en Valle de Uco prestan también un interés particular al momento de explorar los vinos. En sus comienzos tuvo el aporte de Michel Rolland y después Federico siguió solo el camino, dejándose llevar por su intuición y gusto, rescatando el cabernet franc y potenciando los blends. Las líneas arrancan con la línea Family con el nombre de los hijos de Federico: Clara, Carmela, Juan y Luna. Una línea fresca, bien característica de Maipú, con 3 meses de barrica para equilibrar, pero manteniendo el carácter de la fruta. La línea que elabora con las uvas de los viñedos antiguos es particularmente atractiva. “Los blends son la mayor expresión de lo que puede lograr un enólogo porque es una cuestión cultural, por eso tenemos blends en todas las líneas y son algo así como la respuesta a los varietales” dice Tiburcio. Las perlitas son el sangiovese, que proviene de un viñedo de la Toscana traído en 1939, de perfil Montalcino, cálido y enérgico. Además, hay un syrah traído del Ródano que es único en Argentina. “Buscamos una elegancia clásica, no hacemos vinos de moda, el legado familiar está en tratar de hacer vinos bien hechos siguiendo las pautas de lo que hizo siempre la familia” resume Tiburcio.
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