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  • “Maldito Alzheimer Abuela, no me olvides”: escribió un libro con sensaciones y recuerdos, antes de que su memoria se termine de vaciar

    » La Nacion

    Fecha: 04/07/2024 03:23

    Cecilia necesitaba desahogarse mientras avanzaba la enfermedad de su abuela, una de las personas más importantes de su vida, y esta fue su manera de atravesar el momento. Alejandro Gorenstein PARA LA NACION Escuchar “¿Acaso mi infancia hubiera existido sin vos? Me subo al árbol más alto que encuentro. Pienso en traerte, desde acá podemos ver todos nuestros recuerdos. Nieve, tostadas, la tele en tu cama, camisones que llegan hasta los pies. Quiero que alguien venga a repararte la memoria. Dejame grabarte un rato más. Voy a conseguir un remedio que te haga inmortal. Cuando te dormís me acerco a tu oído y te repito mi nombre. Quizás así no te lo vuelvas a olvidar. Todavía siguen nuestros reflejos agarrados de la mano, fijate en el espejo del baño”. Cecilia Castillo (39) tiene muy frescos aquellos inolvidables momentos que compartió con su abuela Yeya, en una relación que ellas dos solamente pueden explicar, pero donde brota el amor incondicional, la complicidad, la presencia continua, las aventuras vividas, la infancia toda. Cecilia, de pequeña, junto a su abuela Yeya. “Mi abuela es abrazo y apoyo en su gran pecho, cuando me quedaba llorando porque mamá se tenía que ir a trabajar. Es meterme en su cama con ella, a ver novelas retro, con tostadas con manteca y azúcar. Es ir a su patio enorme con mis amigas de la primaria, quedarme a dormir en el cuarto del fondo y que me traiga milanesas con fideos. Ir a lo de la abuela era el plan, era un refugio para todo aquel nieto que necesitaba irse de su casa por algún motivo”. Desahogarse de la sensación de angustia y vacío Los amorosos recuerdos aparecen en forma inagotable en el corazón de Cecilia, a la par de que Yeya, producto del Alzheimer, parece que se está apagando como cuando las lamparitas empiezan a hacer cortocircuitos, como cuando baja la tensión, según lo explica su propia nieta. Cecilia habla desde lo más profundo de su corazón cuando se refiere a su abuela, pero cuando empezó la pandemia (y su cuadro fue empeorando) necesitó conectarse con la escritura para desahogarse de esa sensación de angustia y vacío que sentía cada vez que se iba de su casa. Unas emotivas palabras que Yaya le escribió a su nieta. Por aquellos días comenzó a escribir relatos, recuerdos y poemas, una manera que tuvo y tiene para atravesar su enfermedad, esa despedida eterna de ver cómo se deteriora su mente, aunque su cuerpo no lo refleje. Sin embargo, al principio Cecilia no vislumbró que esos emotivos textos se convertirían en un hermoso libro. Maldito Alzheimer Abuela, no me olvides “Creo que fue algo más que pasó por una necesidad de soltar todas esas sensaciones, pensamientos y recuerdos, antes de que la memoria de la abuela se termine de vaciar. Una manera de dejar marca de los recuerdos. También el poder compartir con quienes lean, el hermoso y amado personaje que es mi abuela. Y el aportar algo, quizás, a quienes atraviesen una situación parecida”. Yeya, cuenta Cecilia, era pícara, elegante, divertida, intensa y leonina. Ella siempre tenía una anécdota similar a la que un familiar cercano le contaba. También dice que era algo peleadora, sobre todo con el abuelo. "La abuela era peleadora, y más con el abuelo", recuerda Cecilia “Imagino que está acostada en el cajón y le apoyo un montón de poemas sobre su pecho. Se los canto al oído, igual que cuando ella me tarareaba canciones inventadas para que yo me pudiera dormir, apoyada sobre su pecho. Mi canto no busca dormirla, mi canto quiere despertarla. Imagino desde hace años cómo va a ser el día que me digan que ya no está más, creo que así el dolor va a estar más preparado. Pero, por las dudas, no atiendo el teléfono cuando suena”, relata Cecilia en su libro Maldito Alzheimer Abuela, no me olvides. “Un momento de gran desesperación” “Cuando yo quedé embarazada de mi primer hijo, fue un momento difícil, ya que tuve que encararlo sola. Tenía mucho miedo, porque además de lo emocional, tenía pérdidas y era un embarazo de riesgo. Y mis abuelos me llevaron de vacaciones con ellos. Recuerdo que fue un momento de gran desesperación en mi mente y cuerpo, pero estar con ellos me calmaba. No solo la abuela me hacía tecitos cuando estaba con nauseas, también el abuelo me iba a buscar a la playa porque estaba con crisis de ansiedad, muy asustada y a veces me paralizaba. No sé si ellos lo saben, pero fueron fuerza plena en ese momento y en muchos más”, se emociona Cecilia. La imagen lo dice todo. Da la sensación que Yeya es la persona favorita en la vida de Cecilia o al menos esa con quien la une un amor tan sano como inquebrantable, tan verdadero como eterno, más allá de los años y del maldito Alzheimer. “No siento que fue un momento en el que sentí algo puntual, sino con el pasar del tiempo y ver como ella se iba y se va desconectando más y más. A veces tiene momentos de mayor lucidez, otras veces está más perdida. Sí recuerdo que el año pasado estaba con anemia fuerte y la tuvieron que internar para hacerle, entre otras cosas, una transfusión. Recuerdo que mi vieja me contó por mensaje, y me dijo que no se podía ir a verla, que no dejaban a entrar a muchas personas. Al ratito ya estaba ahí, con la abuela, no me importó nada. Y los días que estuvo internada, en ningún momento estuvo sola: hijos, nietos, bisnietos, nueras, yernos, desfile familiar por el hospital para hacerle el aguante. Hasta durmieron con reposeras de playa en el pasillo”. Cecilia, junto a su hija y su abuela. Recuerdos hermosos que jamás olvidará. Una escena muy dura “Acabo de terminar de bañarte. Acabo de ver cómo mi infancia se va por el agujero de la ducha. Se quedan trabados tus pelos, tu vejez, nuestra historia. También se queda trabado un pedazo de angustia en mi garganta, que alguien me pase una sopapa. No puedo soltarte, estoy sosteniendo el equilibrio de las dos. Juego que soy tu bastón mientras intento no abrir demasiado los ojos. No voy a dejar que mi mente grabe el día en que dejé de ser tu nieta, el día en que me convertí en tu abuela”. “Para mí, bañarme en la casa de los abuelos era otro gran evento de la infancia, me llenaba la bañadera con espuma y estaba ahí horas. Y ahora verme que era yo la que le lavaba la cabeza a ella, fue simbólicamente fuerte y durísimo. Ella estaba feliz. Era una niña abuela inmensa. Fue un momento duro, pero amoroso. Además, se la debo. Siento que la vida es una rueda y ahora nos toca a nosotros cuidarla a ella. Ya no queda tanto tiempo para hacerlo, aunque a veces sea cansador”, dice Cecilia, con un nudo en la garganta. La abuela Yeya con dos de sus bisnietos, los hijos de Cecilia. “Lo único que deseo es que no sufra, que su límite sea ese. Que se quede tranquila, que su memoria se le escapó porque se vino a vivir con cada uno de los que tuvimos la suerte de tenerla toda esta hermosa vida". Cecilia cuenta que su abuela físicamente está bien, dentro de todo, pero su cabeza está en otro lugar la mayor parte del tiempo. Vive con su abuelo, con cuidadoras 24x7 y con su perra Mili. Además, el hogar se ilumina cada vez que la visitan (muy seguido) sus cuatro hijos, sus 9 nietos y 11 bisnietos. A nivel rutina, Yeya suele pasar varias horas sentadas en el sillón con su perra comiendo vainillas, si es que el abuelo no se las esconde. “Lo único que deseo es que no sufra, que su límite sea ese” “Intento ir una vez a la semana, pero no siempre lo hago. Cuando voy charlamos un poquito, tomamos un té, ella ya no quiere salir. Conecta bastante con mi hija. La última vez se la llevó al cuarto, la maquilló, le puso unos collares, la peinó. Siempre que la visito me regala su risa, su amor y todos los recuerdos vividos. Más no le puedo pedir”. "Mi abuela es abrazo y apoyo en su gran pecho, cuando me quedaba llorando porque mamá se tenía que ir a trabajar. Es meterme en su cama con ella, a ver novelas retro, con tostadas con manteca y azúcar". Cecilia, que elige definir a su abuela con las palabras refugio, risa y recuerdos, dice que cuando ella tenga nietos les va a hablar de Yeya como un gran ejemplo de vida que tuvo con el deseo de que ellos sientan tanto amor como el que ella siente por su abuela. ¿Cuál es tu deseo en relación a tu abuela? “Lo único que deseo es que no sufra, que su límite sea ese. Que se quede tranquila, que su memoria se le escapó porque se vino a vivir con cada uno de los que tuvimos la suerte de tenerla toda esta hermosa vida. Que descanse cuando lo decida, ya tenemos un gran archivo de recuerdos. Y que la amo, siempre”.

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