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  • Federico Sersale, un argentino en Ucrania: “El trauma de los refugiados de guerra es muy difícil de sanar”

    » Clarin

    Fecha: 03/07/2024 16:14

    Federico Sersale, porteño de 37 años, me dijo cuando empezamos la entrevista que estaba cansado. No porque es el jefe de ACNUR, la agencia de la ONU para refugiados, en la zona de mayor conflicto de la guerra de Ucrania, al mando de un equipo de 70 personas y con responsabilidad por más de un millón de desplazados. Ni porque 36 horas antes un misil ruso había caído sobre un edificio residencial, dejando varios muertos, a cinco cuadras de donde él vive. No. Estaba cansado porque se había quedado hasta altas horas de la madrugada la noche anterior viendo el partido entre Argentina y Perú en la Copa América. “Jugamos bien y ganamos 2 a 0 -y sin Messi, ¿eh?- con dos goles de Lautaro Martínez.” Su anterior trabajo para el mismo organismo de Naciones Unidas había sido en la selva asiática de Mianmar, donde un ciclón destruyó su casa. Pero se las ingenió en diciembre de 2022 para volar de ahí a Qatar y ver la final de la Copa del Mundo en directo. Podés sacar al argentino de Argentina, pero -como se ha visto más de una vez- no podés sacar a Argentina del argentino. Su historia, sin embargo, es inusual. Titulado en derecho internacional en Buenos Aires y en la universidad de Columbia en Nueva York, Sersale es un ciudadano universal dedicado a aliviar las penas del mundo. Antes de Mianmar trabajó para ACNUR en Amazonas, ayudando a las víctimas de la guerra civil de Colombia y a refugiados que huían de Venezuela. Hoy su centro de operaciones es la ciudad ucraniana de Dnipro, a pocos kilómetros del frente de la guerra más atroz que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Federico Sersale está al mando de un equipo de 70 personas y con responsabilidad por más de un millón de desplazados. ¿Cuáles son los desafíos más grandes que te plantea tu trabajo en Ucrania? Primero, el factor seguridad e imprevisibilidad. La vida diaria puede parecer normal y de repente cae un misil, lo que genera una permanente ansiedad. Segundo, el trauma psicológico de la gente desplazada, gente que muchas veces lo ha perdido todo en un bombardeo y llega acá sin dinero, con la ropa que lleva puesta y nada más. Encima, muchos saben que hay pocas posibilidades de que regresen a sus hogares. Son heridas muy difíciles de sanear. La asistencia psicosocial que damos representa un desafío monumental. Tercero, tenemos que ayudar a la gente a salir de los albergues para que se integren acá en Dnipro o en los pueblos de los alrededores. ¿En qué consiste tu misión acá como jefe regional de ACNUR? En liderar un equipo de 70 personas de varios países. En coordinar con las autoridades ucranianas, que es un trabajo político y técnico a la vez: nuestro trabajo consiste no en reemplazar al Estado sino complementar sus esfuerzos de ayuda. Y, claro, en supervisar el lado operativo, trabajo colosal. ¿Qué cualidades se necesitan para llevar a cabo semejante tarea? Ante todo, empatía. Mucha empatía por la gente que estás ayudando. Esa es la piedra angular y si la perdés, perdés el sentido de tu trabajo. Después, tenés que tener cierto conocimiento de vos mismo, de saber tus límites, saber parar. Si no, el trabajo sufre. Finalmente diría que el liderazgo que se me pide requiere la capacidad de escuchar, observar y entender las diferentes culturas, y para eso el respeto es fundamental. ¿Horario? No tengo. Fijate: cuando cayó el misil ahí cerca de donde vivo fue a las seis y media de la tarde y estuve allá hasta medianoche con mi equipo, que incluía psicólogos de una ONG local afiliada a ACNUR para intentar calmar a los sobrevivientes. También estábamos para dar ayuda material, por ejemplo ofreciendo un kit de ropa e insumos básicos para que la gente pueda pasar la noche en condiciones mínimas o buscar un lugar para los que no tenían de repente donde dormir. Estás expuesto todos los días a la gente más necesitada y más sufrida del mundo acá en Ucrania o antes en Mianmar. ¿Cómo te afecta en lo personal? Te afecta emocionalmente, y mucho. Tenés que tener las herramientas para procesarlo, cada uno a su manera. Si no se te acumula y te pasa factura a lo largo de tu vida. Yo a veces acudo a psicólogos que trabajan para nosotros, o los busco fuera. También hago meditación, que aprendí sobre todo en Mianmar, para procesar y para lidiar con todo esto. Cado uno a su manera, repito, pero es muy necesario. Estudiaste derecho pero ahora sos un nómada global humanitario. ¿Por qué lo hacés? ¿Un imperativo moral? Sí, un imperativo moral, diría. Antes de empezar con ACNUR en 2015 trabajaba en derecho internacional en Washington. Pero me di cuenta de que quería estar más cerca de los problemas sobre el terreno y poder minimizar el sufrimiento de la gente en zonas de guerra y ayudarles a resolver su situación. Ese background académico que tengo me sirve en el día a día porque a fin de cuentas significa juntar las dos cosas, ya que lo que hacemos es implementar y defender el derecho internacional. Para mí esto no es solo un trabajo, es un estilo de vida que viene con sacrificios pero que te da la oportunidad de conocer distintos países, culturas muy diferentes, en lugares de necesidad extrema. Es muy, muy enriquecedor. ¿En qué te enriquece? ¿Qué aprendiste de la naturaleza humana? En la balanza, pese a todo lo que he visto, sigo siendo optimista. Un optimista realista, o pragmático. Dice Aldous Huxley en su libro La isla, “Al formular una idea podemos asumir lo que queramos, pero debemos evitar imposibilidades”. Mantener el idealismo es clave, pero dentro de lo posible. Es verdad que en estos nueve años con ACNUR vi mucha maldad, vi guerra, pero también vi mucha bondad tanto en los desplazados, que te invitan a un té y te tratan con gentileza, como en la gente con la que uno trabaja. Esto lo vi en todos lados. Dice Albert Camus en “La peste” que hay mucho más que admirar en los seres humanos que despreciar... ¡Exacto! Es importante contar esa parte de la historia también, no sólo lo de los misiles y la violencia. Uno tiende a centrarse en lo malo, pero en mi trabajo veo mucha generosidad y mucha bondad. ¿Ningún plan de dejar ACNUR, cambiar de aires y llevar una vida más tranquila?

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