Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Agroecología frente a la crisis climática

    » Hoy Dia

    Fecha: 03/07/2024 08:23

    En los últimos años, los discursos apocalípticos y sobre la proximidad del “fin del mundo” se han popularizado. No es la primera vez que escuchamos esta narrativa: la vimos en el fin del milenio, a través de distintas teorías distópicas o en diversas interpretaciones religiosas. Sin embargo, la percepción actual del colapso es distinta y palpable: el fin de este mundo está llegando y lo vivimos todos los días. Estamos viendo el fin de un sistema, pero no del planeta: la humanidad no tiene la capacidad de destruir toda la vida, pero sí de destruir la suya. Sin ella, el mundo seguirá existiendo. La crisis ambiental es intrínsecamente compleja y, como han mostrado las conferencias de la ONU sobre el ambiente, no admite soluciones superficiales y exige transformaciones radicales. El Covid-19 reveló la interdependencia entre las crisis sanitaria y climática: las mismas fuerzas que impulsan cambios negativos en el ambiente, como la deforestación y la urbanización descontrolada, crean las condiciones propicias para la propagación de enfermedades y pandemias. Latour dice que nos encontramos frente a un “nuevo régimen climático” para el cual la Humanidad no está preparada. Desde esta perspectiva, el estado de la tierra es crítico y no hemos atravesado en nuestra genealogía un acontecimiento similar: la especie humana no está cognitivamente preparada para sobrellevar esta crisis, lo que podría explicar por qué gran parte de la población mundial asimila, naturaliza o incluso niega la crisis climática en vez de buscar soluciones. La preocupación, entonces, no sólo radica en la frecuencia y severidad de estas catástrofes, sino también en su naturalización, que desvía la atención de las causas y la implementación de soluciones efectivas. Quizás por ese motivo, las catástrofes no llegan a alterar lo suficiente la agenda social y mediática. Los recientes incendios en Chile, Guatemala y Colombia han sido exacerbados por prácticas agrícolas insostenibles, procesos de gentrificación y especulación inmobiliaria, la deforestación de bosques nativos y cambios en el uso del suelo. Estas acciones, impulsadas por intereses económicos a corto plazo, han dejado el terreno vulnerable a incendios que arrasan con la biodiversidad y ponen en peligro la vida de las comunidades locales. A su vez, las inundaciones que comenzaron en Brasil y continuaron por Argentina y Uruguay, han dejado claro que los patrones climáticos extremos están estrechamente vinculados con la crisis climática. La feroz deforestación en la Amazonía, que en 2021 alcanzó los 13.235 km2 ha alterado los ciclos hidrológicos, incrementando la frecuencia y gravedad de las inundaciones. Al mismo tiempo que avanza la crisis climática, crecen también los posicionamientos negacionistas. Éstos demuestran indirectamente su gravedad. Al negar la crisis, la clase política y empresarial revela el miedo a las transformaciones económicas necesarias para una solución efectiva, transformaciones que amenazarían sus intereses económicos y, por ende, su poder en el mundo. Para mitigar la crisis climática y las catástrofes naturales derivadas se requiere de un cambio radical en la relación que tiene la Humanidad con la tierra. Esto implica abandonar el modelo extractivista de la rentabilidad que prioriza el beneficio económico para adoptar prácticas sostenibles que respeten, al menos, los límites planetarios. Frente a los negacionistas y los extractivismos de siempre, muchas organizaciones y colectivos continúan preservando saberes y prácticas de producción que demuestran que la vida en armonía con la naturaleza es posible. Agroecología para sostener la vida Una de las principales causas de la actual crisis climática se puede encontrar en el sistema agroalimentario industrializado. Este modo de producción, en vez de alimentar a la población mundial, prioriza la producción de commodities, ya sea como bienes comerciables o como objetos de adquisición para el sector financiero. Un sistema de producción y consumo que no repone lo que se extrae del suelo, contribuyendo a la degradación ambiental y generando un enorme gasto energético. Mientras que el sistema industrializado busca maximizar el rendimiento a corto plazo y profundiza la crisis climática, las organizaciones campesinas comparten soluciones viables y efectivas para enfriar el planeta. La práctica agroecológica implementada por las comunidades rurales desde tiempos inmemoriales, promueve la biodiversidad, el uso sostenible de los bienes comunes y la salud del suelo, evitando el uso de químicos sintéticos y prácticas destructivas. En ese marco, las más de 250 organizaciones campesinas que se nuclean en el Movimiento Agroecológico Latinoamericano y del Caribe (MAELA) promueven la agroecología como una propuesta para el buen vivir y la soberanía alimentaria. MAELA está presente en 20 países de la región y se dedica a conectar experiencias, luchas, organizaciones y personas que promueven la agroecología, fortaleciendo la agricultura y el desarrollo humano rural sostenible. Para las productoras que integran MAELA, las personas que practican la agroecología también cultivan otro mundo: “Cultivamos las formas organizativas y comunitarias, los movimientos para la defensa, pero también para el disfrute. Somos semillas, al igual que en las plantas, recreamos la vida a través de la agroecología”. Desde su mirada, “la agroecología es una forma de vida y su origen está en las semillas; cada vez que preservamos una semilla, preservamos una forma de vida”. Por ese motivo, al preservar las semillas nativas “preservamos cultura, alimentación, formas de vida y conocimientos ancestrales, así como cuidamos del ambiente. Cada vez que conservamos nuestras semillas nativas somos capaces de conservar una forma de mundo donde se producen los alimentos, donde se genera un ambiente sano, conviven diversas especies y la biodiversidad se recrea”, manifiestan las activistas del MAELA. A través de sus experiencias, las productoras rurales evidencian que la agroecología no sólo es una alternativa viable al modelo extractivista, sino que también es una solución efectiva para enfrentar la crisis climática. Al preservar las semillas nativas y criollas, proteger la biodiversidad y fomentar una producción sostenible, las productoras rurales demuestran que otro mundo es posible, uno en el que la sostenibilidad de la vida esté por encima de la rentabilidad.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por