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  • Alieto Guadagni: “Como decía Sarmiento, por cada escuela que se abre se cierra una cárcel”

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    Fecha: 03/07/2024 05:19

    Alieto Guadagni en su casa, muestra una serie de informes acerca de la situación educativa del país Camina rápido y con pasos cortos; se ayuda con un bastón. Alieto Guadagni tiene 92 años —nació en 1934—, pero cualquiera que crea ver en sus modos alguna señal de debilidad, prontamente debería reconocer su error. Guadagni habla con autoridad, mira a los ojos, estrecha la mano con firmeza. Economista y político —entre otros cargos, fue secretario de Industria y Comercio en el gobierno de Menem y secretario de Energía en el de Duhalde—, llegó a la Educación con una certeza: la de que esa era la herramienta de movilidad social de la Argentina. “Hay que dar una batalla por la Educación”, dice, “y tiene que darla el presidente”. Miembro de la Academia Nacional de Educación, a sus 92 años no se relaja y sigue dando pelea. Guadagni llega preparado a la entrevista. Trae varias hojas impresas con detalles, tablas, gráficos, observaciones: la evolución de la matrícula en todos los niveles educativos, la relación entre inscripciones entre escuela pública y privada, los resultados de las pruebas aprender, el porcentaje de varones y mujeres que se reciben en la universidad, etc. “Hay que dar una batalla por la Educación y tiene que darla el presidente”, dice Guadagni Propuestas para el siglo XXI Con toda esa información, Guadagni ha desarrollado nueve propuestas de política educativa que expondrá durante la charla: 1. Cumplir con la ley de un año lectivo de 190 días, jornada extendida y escolarización secundaria obligatoria. 2. Llevar la carrera docente a un nivel universitario. 3. Plantear nuevos criterios de coparticipación federal de impuestos, en donde haya un sistema de premios para las provincias que tengan mejor desempeño educativo. 4. Otorgar una mayor autonomía de gestión escolar. 5. Implementar un examen general de grado secundario 6. Incentivar la matrícula universitaria orientada al futuro. 7. Entregar información pública acerca de las perspectivas laborales de las profesiones universitarias, como se hace con el portal “Mi Futuro”, del Ministerio de Educación de Chile 8. Implementar un programa de becas para los alumnos del nivel terciario con escasos recursos económicos, principalmente en las carreras científicas y tecnológicas 9. Efectuar una evaluación de los conocimientos de los graduados de cada universidad, como se lleva a cabo en Brasil. Guadagni propone un examen al final del secundario que determine el nivel de los estudiantes para ingresar a la universidad (foto: Martín Rosenzveig) Un examen al final del secundario —¿Cómo debería ser la articulación entre la secundaria y la universidad? —Es pésima. —Pero ¿cómo debería ser? —Hay que hacer lo que se hace en el resto del mundo. Empecemos por los países comunistas: vayamos a Cuba, a China, a Vietnam. ¿No le gustan los comunistas? Vayamos a los europeos. ¿No le gustan los europeos? Vamos a Brasil, a Colombia, a México, a Chile. No se entra en la universidad si no se aprueba un examen de ingreso que toma el Estado nacional. En Chile y Brasil el examen es de dos días, cuatro o cinco horas por día, sobre lengua, ciencia, matemática y aspectos de la historia del país. El examen fija un puntaje y las universidades actúan en función de eso. Lo que hizo Correa en Ecuador, por ejemplo, fue un examen de 1.000 puntos: para ingresar a la universidad había que tener 550. Salvo en dos carreras, que eran más exigentes. ¿Cuáles eran? —¿Alguna asociada a la tecnología? —Medicina y Educación. Ahí viene el otro problema: la carrera docente tiene que tener jerarquía universitaria. Y hay que volver a plantear el interés en la docencia. ¿Usted conoce a muchachos de la clase media que vayan a estudiar de maestro primario? Tiene que volverse una carrera atractiva y tiene que ser universitaria. La ley que declara el ingreso irrestricto no deja de ser algo paradójico, porque vienen a estudiar colombianos o brasileros. ¿Y por qué vienen? Los brasileños porque no aprobaron el examen, los colombianos porque, además, tienen que pagar. En la Argentina, de cada cien ingresantes a la universidad se gradúan 27. En Chile, 71, y en Brasil, 58 —¿Qué implica que no haya examen de ingreso en la universidad? —Reduce la graduación. Si usted convoca a correr una maratón y dice que cualquiera puede entrar, van a correr miles y van a llegar pocos. El nivel de graduación universitaria argentina es bajísimo, respecto de dos países restrictivos como Brasil y Chile. En la Argentina, de cada cien ingresantes se gradúan 27. En Chile, 71, y en Brasil, 58. Y esto abre otro tema. Dígame: ¿el nivel socioeconómico de los que van a las universidades públicas es alto, bajo o medio? —De clase media para arriba. —O sea, que pagan colegios caros en la primaria y la secundaria, y después van a las universidades estatales gratuitas. Cuando se hacía el censo en la Universidad de Buenos Aires, daba que la mayor parte de los estudiantes tenía un nivel socioeconómico alto y eran hijos de padres universitarios. O sea, está quebrada la movilidad social ascendente. Porque, ojo, una cosa: ¿sabe cuál es la variable que explica el nivel de conocimiento según los barrios? El valor del metro cuadrado de las casas. Y no lo digo en broma. En el año 2000 escribí un libro junto con otros colegas y tuvimos acceso a la valuación inmobiliaria de la provincia de Buenos Aires. Hicimos la correlación y es impresionante. —La exministra Soledad Acuña decía que el futuro de un estudiante no debía quedar determinado por el código postal. —Ese es el gran desafío. Sobre todo, porque la expulsión del mundo del trabajo lleva a… bueno, eso ya lo dijo Sarmiento, ¿no? Por cada escuela que se abre se cierra una cárcel. “En el siglo XIX, alcanzaba con la escuela primaria, el siglo XX fue el de la escuela secundaria y el siglo XXI es el del nivel universitario”, dice Guadagni (foto: Martín Rosenzveig) El siglo del capital humano “En el siglo XIX, alcanzaba con la escuela primaria. La ley 1420 fue un éxito y la Argentina ganó por goleada”, dice Guadagni, y sigue: “El siglo XX fue el siglo de la escuela secundaria y ahí la Argentina comenzó a tener rezagos comparado con otros países. El siglo XXI es el del nivel universitario y el atraso argentino es enorme”. Como corresponde a una persona que desarrolló su profesión a partir de informes e investigaciones, habla con la convicción que le dan los datos. Subraya sus opiniones con las tablas y los gráficos. Por momentos hace silencio, cierra los ojos, y piensa: cuando alcanza una conclusión sonríe ligeramente. Y remata sus afirmaciones con preguntas, como si estuviera comprobando que lo que dice fue comprendido. Para alguien que, entre 1996 y 1999, estuvo al frente de la Secretaría de Industria, Comercio y Minería de la Nación, algunas de sus opiniones pueden ser inesperadas. Por ejemplo: “Este es el siglo de la ciencia y la tecnología; los países no van a progresar por Vaca Muerta o por la pampa húmeda”. Y también: “El Banco Mundial muestra que el capital humano vale cuatro veces el capital físico, las infraestructuras, la reserva de petróleo, la minería”. “Hay una correlación entre nivel educativo y pobreza” —¿Cuál es la importancia de la educación en este contexto? —Hace 80 o 100 años se podía ser analfabeto y tener trabajo, hoy no. Hoy más del 90% de los desempleados no pasó del secundario. La Universidad Católica viene trabajando muy bien en este tipo de información y muestra que hay una correlación entre nivel educativo y pobreza. Si lo quiere sintetizar, es muy simple: “Decime cuánta plata tiene tu padre y yo te diré si vas a tener un buen nivel educativo y vas a ir a la universidad”. ¿Naciste en el tercer cordón del conurbano? No vas a salir de ahí. Es gravísimo. La Argentina era un país que se había caracterizado por la movilidad social de la educación, desde la obra de teatro M’ijo el dotor. Los inmigrantes italianos, los españoles, los judíos veían a la escuela como su forma de ascenso. Pero, si hoy vemos la matrícula educativa, sobre todo en el nivel primario, crece la escuela privada y baja la estatal. —¿Desde cuándo se da? —Desde el 2023. Mire los datos: entre el 96 y el 2003, la primaria privada creció el 6% y la estatal el 7%. Eso de que Menem destruyó la escuela pública no está basado en ninguna evidencia. Pero ¿cuál es la última información? En 2023 hay 152 menos pibes en la estatal y 290.000 más en la privada. —¿Por qué crece la privada? —Porque se van expulsados de la pública. Pregúnteselo al líder sindical. ¿Qué escuela cierra cuando el líder sindical hace huelga? La estatal. ¿Y, entonces, qué hacen los hijos de una empleada doméstica que tiene que salir a las 6 de la mañana para ir a trabajar? Así que los manda a una escuela parroquial. Yo le he preguntado a la gente en esta situación si en esas escuelas se enseña mejor: “Lo único que sé es que la escuela está abierta”. El movimiento sindical en la esfera educativa está cumpliendo un rol totalmente negativo para el país, porque no ha encontrado otra manera de hacer protestas —que pueden ser legítimas— sin perjudicar a los pibes más pobres. Y este no es un problema de derecha o izquierda. Correa, en Ecuador, tuvo un problema similar y defendió la escolaridad. La facultad de Medicina de la UBA —Argentina históricamente fue un país de educación pública. ¿Cómo impacta este cambio de escolaridad en la en la identidad del país? —Yo no creo que tenga un efecto negativo ni mucho menos. En algunos casos ha permitido aliviar al Estado. Por ejemplo, en el caso de las universidades privadas. El que viabiliza las universidades privadas es Frondizi en el 58, pero se pone la cláusula que no podían recibir un peso del Estado. Hoy en las universidades públicas hay dos millones de estudiantes y en las privadas hay 500.000. Haga la cuenta: ¿cuánto le ahorran al presupuesto nacional? —Es el 20%. —Ese es un hecho que yo diría positivo. Pero volvamos al nivel primario. ¿Cuáles son las características principales del sistema educativo argentino? Primero, que no se cumplen las leyes: la educación obligatoria, la jornada extendida y el calendario escolar. No se cumple ninguna de las tres. ¿Por qué a algunos países les va mejor que en otros? Bueno, miremos cuántas horas de clase hay, por ejemplo, en Colombia: mil horas. Pero nosotros tenemos 180 días por cuatro horas, lo que da 720. Ellos tienen jornada extendida y nosotros, porque no cumplimos la Ley Nacional de Educación, no. Un estudiante chileno de 4º grado ya tuvo más horas de clases que un chico argentino en todo el nivel primario. Un estudiante chileno de 4º grado ya tuvo más horas de clases que un chico argentino en todo el nivel primario. —¿Quién es el responsable de cumplir la ley? —Los gobiernos provinciales. —¿Quién debe hacer que se cumpla? —La voluntad y el liderazgo político. ¿O usted cree que la Ley 1420 fue algo espontáneo? ¡Fue Roca! Fue su liderazgo. Si el presidente no se considera un abanderado de esto, no se cumple. —¿Roca es más importante que Sarmiento? —Sarmiento hizo el trabajo previo. Pero Roca tenía la muñeca política. —¿Cómo se cumple la jornada extendida? —Hay grandes diferencias, porque el 15% de la población de la escuela primaria está en jornada completa. Pero Córdoba está en el 52% y la capital está en el 50%. Chubut está 17%. ¿Por qué en Neuquén está en el 2%? No es fácil hacer diagnósticos de la situación educativa en un país totalmente federal. Tenemos un calendario escolar corto, que, además, no se cumple. Hay países con 200 días de clases por año; acá legalmente son 180, a veces 190. Pero nunca se ha cumplido. Hay provincias que han tenido 110 días de clase. Y no es una cuestión de la capacidad financiera porque, de nuevo Neuquén, que es la provincia más rica de la Argentina en términos de recursos fiscales con el 80% de las regalías de petróleo y de gas de la Argentina, no lo cumple. —¿La infraestructura está preparada para que haya escolaridad plena? —No. La Argentina tiene un problema muy serio, porque hay muchos docentes que ocupan otros puestos, pero no hay muchos maestros. En los países europeos, cada docente tiene 18, 20 alumnos. Acá debe haber ocho, nueve, diez. —Tenemos 13 millones de estudiantes y un millón de docentes. —Sí, pero esa cifra es nacional. Abra y mire Catamarca, mire La Rioja. Ahí tiene problemas. —¿Cómo es el nivel de cumplimiento de la obligatoriedad escolar? —De cada 100 chicos que ingresan a un primer grado estatal, terminan la secundaria 47. Pero, de cada 100 que ingresan a una privada, terminan la secundaria 76. Claramente hay una desigualdad que tiene que ver con la situación socioeconómica. El sentido común nos dice que es más fácil que los ricos vayan a una escuela privada que a una pública. Ese es el otro problema que tenemos. La ley 1420 se ocupaba en serio de la obligatoriedad. Educación a través de la televisión (Foto: Twitter/SaludGuanajuato) —Pero en aquel momento, la educación era una obligación: había que hacer argentinos. Y hoy la educación es un derecho. En la práctica, los que luchan por sus derechos son quienes los reciben. —Entiendo a lo que va. Pero, además, la Argentina no ha usado bien los instrumentos. Por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo no está bien implementada. En Brasil, si un chico no iba al colegio, la madre no cobraba el “Salario Scola”. Acá, la Asignación Universal por Hijo no está vinculada a la escolaridad. Es absurdo. —¿La tecnología va a aumentar la disparidad social? —Bueno, depende de lo que usted haga. Por ejemplo, a mi juicio, hemos actuado pésimamente en la pandemia porque cerramos todas las escuelas. Los pibes ricos pudieron tener clases a distancia y los pobres no. ¿Cómo se resolvió eso en Cuba, en México y en Perú? Las clases se daban por la televisión pública. Es interesante cómo gobiernos de distintos partidos lo resolvieron de la misma forma. —Bueno, en mi época estaba “Telescuela técnica”. —Yo creo que la televisión pública tiene que pasar al Ministerio de Educación. La televisión es prácticamente universal. Cuando fui embajador en Brasil, desayunaba mirando la cadena O’Globo porque daban clases de historia y yo podía aprender sobre el país. —Mencionaba a Cuba, que es el país de América Latina con mayor porcentaje del PBI destinado a educación. En la Argentina se pasó del 3 al 6%: ¿puede ese valor potenciar en la educación? —Yo no creo que esa sea la clave. Hay países con mejor nivel educativo que no gastan el 6% del PBI. Porque hay que gastarlo bien. No tener ñoquis. Dejarse de jorobar con las suplencias y todo ese tipo de cosas. Vuelvo a decirlo: en países avanzados hay 20 alumnos por cada docente y acá hay un montón de provincias con seis alumnos por cargo docente. Después, dígame una cosa: ¿por qué cierran las escuelas en enero y febrero? ¿No podríamos tener las escuelas abiertas y que den clases de ejercicio físico o de corte y confección? El futuro de un país se juega en la escuela.

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