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» El Ciudadano
Fecha: 03/07/2024 02:23
Historias como la de Tristen Ikaika no se conocen a diario. Quizás muchos suelen tener alguna actividad que le guste, un pasatiempo que se arrastra desde chicho y de más grande se le puede extraer un redito económico y transformarlo en una forma de vida. E l empresario de Shark Tank, Tristen Ikaika , acababa de terminar la escuela secundaria y casi sin querer fundó su primer empresa, la que se ha convertido en un negocio de joyería valorado en más de US$ 1,6 millones. Todo un éxito para un chico de 19 años. Durante los siguientes dos años, Ikaika viajó por el mundo recolectando cucharas y tenedores para convertirlos en anillos, sabiendo que le daría a sus colecciones una ganancia aún mayor. A medida que la empresa escalaba de cientos a miles de anillos mensualmente, el joven reinvirtió las ganancias donde más las necesitaba: fabricación (cambiando de anillos hechos a mano a hechos a máquina) y marketing (enviando muestras a personas influyentes envueltas en envases llenos de hielo seco, perfecto para la promoción en las redes sociales). Tanto trabajo, empeño y dedicación dieron sus frutos. En 2016 recibió un llamado glorioso: ser participe del programa televisivo Shark Tank. Después de una presentación casi perfecta frente a los famosos inversionistas, solicitó una inversión de US$ 250,000 por el 5% del negocio. Al más puro estilo ‘Tank’, algunos tiburones mordieron, otros no, y después de feroces negociaciones, Ikaika se fue con todo el cuarto de millón y el 15 % de su marca en manos del mismísimo de Kevin O’ Leary. Tan perfecta como dolorosa e intensa, la rápida escalada a la fama y el éxito capitalista del ladrón de cucharas más millonario del mundo.
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