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  • Julian Assange y «los hombres libres del mundo que sufren, luchan y vencerán»

    » Tiempo Argentino

    Fecha: 02/07/2024 22:41

    El control del relato por medios de comunicación monopólicos, redes sociales y plataformas tecnológicas, es el mayor instrumento de manipulación de la información y creación de bombas de humo que difunden noticias falsas y crean una realidad paralela inexistente. A eso se opusieron Julián Assange y WikiLeaks, al difundir noticias verdaderas sobre las guerras de Irak y Afganistán, encabezadas por Estados Unidos y apoyadas por el Occidente Colectivo. Una de sus dramáticas consecuencias son las cárceles como las de Guantánamo. Y por ello el periodista australiano radicado en Londres padeció 12 años de implacable persecución. Oleg Yablinsky, el intelectual ucraniano opositor a Volodimir Zelensky, ha parafraseado un antiguo refrán ruso “una cucharada de alquitrán en un barril con miel” que implica que algo insignificante puede echar a perder algo bueno. Celebrando la liberación de Assange ha escrito que “una cucharada de miel en un barril de alquitrán” transforma algo malo en un hecho magnífico. En las antípodas ideológicas de Yablinsky, Robert Kennedy ha declarado, a propósito de Assange, que Estados Unidos ha criminalizado la verdad informativa a nivel global. Julián Assange ha unido a personas de cosmovisiones distintas en el júbilo por su liberación. Eso, en un mundo polarizado, lo convierte en un héroe de la libertad de expresión en lugar del mártir en el que amenazaba transformarle el eje anglo/norteamericano, si era extraditado a Estados Unidos para juzgarlo por la ley de espionaje centenaria y contradictoria con la primera enmienda de la Constitución estadounidense que garantiza la libertad de expresión y difusión de información. En el acto final de este drama que pudo volverse tragedia, en las Islas Marianas, ex colonia española hoy territorio estadounidense, Assange se declaró culpable de obtener de fuentes norteamericanas información clasificada sobre las guerras del medio oriente y difundirlas acorde con la primera enmienda y contrariando la ley antiespionaje de Estados Unidos. Convenido con el gobierno, la jueza lo condenó a 62 semanas de prisión que ya las había cumplido en la cárcel de alta seguridad en Londres. Assange salió de esas islas a reunirse con su familia en Australia. Ahora hay que analizar el hecho ocurrido, sus antecedentes, y sus consecuencias para el periodismo en el mundo en este enigmático siglo XXI. Sería ingenuo no percatarse que el gobierno australiano venía reclamando la libertad de Assange y que Australia es aliado estratégico de Estados Unidos. Doblemente ingenuo sería no tomar en consideración que el hecho se produce pocos días antes del malhadado debate de Biden con Trump , que el presidente candidato necesita unir todas las sensibilidades que existen en su partido, mejorar su imagen ante aquel porcentaje de estadounidenses que no son votos duros de ninguno de los dos partidos tradicionales, y que WikiLeaks y la esposa de Assange tenían una campaña internacional por la liberación del periodista cuya salud física y psicológica estaba en riesgo. Los antecedentes involucran al Ecuador, respeto al derecho de asilo, la defensa de la soberanía y la capacidad ecuatoriana para tener políticas de estado ajenas a los avatares de la política interna en temas internacionales. Un gobierno ecuatoriano presidido por Rafael Correa había otorgado asilo a Assange en la embajada en Londres. Otro gobierno ecuatoriano, presidido por Lenin Moreno exvicepresidente en el primer gobierno de Correa y candidato continuista de la organización que lidera Correa, rompió con su promotor y trasladó un problema político doméstico a definiciones en la política exterior. Lo hizo a costa de romper el compromiso internacional de asilar al periodista australiano y traicionar la defensa de la soberanía nacional al permitir el ingreso de la policía inglesa a la embajada ecuatoriana en Londres, que es territorio soberano del Ecuador. Foto: Télam Dos víctimas de este insólito hecho: Julián Assange, primero, y segundo el prestigio internacional de un Estado ecuatoriano que somete decisiones trascendentes, como la salvaguarda del asilo y la defensa irrenunciable de la soberanía nacional, a una disputa liliputiense en el seno de una organización política. Las consecuencias son muchas. ¿Una democracia puede, supuestamente en defensa de sus legítimos intereses, derribar los pilares que la sostienen como la libertad de difundir información sin debilitarse a sí misma? ¿Los periodistas en el mundo pueden ser realmente libres e independiente en el ejercicio de su profesión, informar y analizar la información que obtienen, que es de interés público, o tienen que primero consultar y pedir permiso a estados y poderes fácticos, traicionando a su único mandante que debería ser el público lector? Es bueno traer a la memoria que México, su Presidente Andrés Manuel López Obrador, y su nueva mandataria, Claudia Sheinbaum, primera Presidenta en la historia de América del Norte, le plantearon a su socio y vecino, Estados Unidos, que Julián Assange dejase de ser perseguido y que México le daría asilo y protección. Ahora es un momento de júbilo y celebración. Assange ha encarnado las bellas palabras del premio nobel de literatura en 1915, el francés Romain Roland, autor de la inolvidable novela, Juan Cristóbal: “A los hombres libres del mundo que sufren, que luchan y que vencerán”.

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