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  • Elba Bairon: “Lo teatral me acompañó toda la vida”

    » Clarin

    Fecha: 02/07/2024 20:28

    En su obra hay algo de silencio, de amabilidad extraordinariamente bella, nunca amenazante. Se puede captar el tono expresivo con que un artista trabaja viendo cómo crea sus formas. En el caso de Elba Bairon dichas formas tienen una lectura “tactil”: pueden ser tocadas con la mirada, que aprecia la suavidad de sus formas color blanco níveo. “¡Me encantó!” fue la réplica de la artista, cuando escuchó el comentario, en una visita de Ñ a su taller. Y se extendió: “Es así. Cuando trabajo me vienen ideas que yo siento, las percibo, las anoto. Estos últimos años he dejado de dibujar en el sentido literal del oficio. Ha pasado que empezó a tomar mayor interés la idea, el pensamiento, por eso ‘mis dibujitos’ son breves. A partir de ahí aparece esa sensación de poder alcanzar la idea, cuando voy al trabajo formal, surgen volúmenes que parecen intocables”. La arquitectura en primer plano, en la galería W en laguna Garzón, Uruguay. Nos reunimos a conversar con Elba Bairon (La Paz, Bolivia, 1947), sobre su forma de producir y las últimas exposiciones que muestran cierto giro en su obra. Aclara que no se siente escultora; lo suyo son piezas tridimensionales, con un acabado extraordinariamente limpio y sin improntas visibles. Un sello de estilo que Fidel Sclavo narró muy bien en el texto “La poética de lo no dicho”, cuando escribe que “ignoras si se están disolviendo, a punto de esfumarse, borrándose lentamente del paisaje hasta convertirse en recuerdo”. El texto acompañó la muestra de Bairon en W Nature, en Uruguay, Laguna Garzón. En Construcciones combinó planos arquitectónicos de interior y exterior sumando a las piezas exentas otras pequeñas de fundición en pedestales. –En Laguna Garzón volvés a usar pedestales, cuando en general instalás tus piezas directamente sobre el piso. En el Moderno construiste una pieza arquitectónica onírica: escaleras que no iban a ninguna parte, paredes que funcionaban como un juego geométrico y las esculturas en el piso. ¿Es aleatorio? –Aunque estén en el piso, cada pieza tiene algo que parece demarcar su propio lugar; las coloco a distancia para que estén cómodas. Apoyadas en el piso siempre es difícil de instalar por una resolución formal más que por tamaño, algo que no sucede con las piezas pequeñas que necesitan un pedestal. Son piezas fundidas en bronce y tienen algo de matrices, es como un hueco, una matriz muy suave. El bronce te da una distancia por su propia materialidad. Pero la sala de Garzón me costó un poco. Pensé que tenía que acompañar las líneas de la galería, rectangulares y por eso creé un gran plano diagonal. Hay tensiones entre el dorado, el negro y esa pared diagonal que abre otro camino. Me gusta trabajar con maquetas y cuando empecé, me gustaba mucho esa frontalidad, quedaba amable, suave, pero sentí una necesidad de provocar una cierta inquietud, otro misterio o tensión. Figuras negras de aspecto impecable, en la muestra Construcciones. –¿Qué pasó con el negro? Porque vi dos grandes formas negras, en San Pablo y en W Nature. –En San Pablo hice una pieza negra en una linda escala; me dio mucho trabajo pintarla, necesité otro taller. La pieza tiene 1,70 x 2,40 x 1 m y llegó a la muestra lista para ser instalada porque prefiero no estresarme en el camino y aspiro a un acabado perfecto. El blanco parece un color que pertenece a la forma. Igual no logro pintarlas de ningún color, sólo blanco y negro. La forma negra parece más un signo que un cuerpo, como sucede con muchas obras blancas: son corporeidades blandas que parecen envueltas en una bruma. Como formas carentes de detalles expresivos pero muy enigmáticas. –¿Cuánto influye el ámbito de exposición? –No me gusta invadir el espacio y forzarlo, sino hacerlo funcionar respetándolo. Tengo que estar en el lugar para imaginar lo que propondré para ese espacio. Siempre funcionó así en todas mis muestras. Cuando estuve por primera vez en la sala de la recordada galería Braga Menéndez en 2008, me produjo tal placer que pensé ‘quiero estar acá’. Hice una instalación de estanterías de metal negro y casi que quería eso y nada más. Todo lo que vino encima fue una negociación con la galería. Eran piezas muy austeras, con espacios vacíos. Pero esa estructura aún me acompaña en mi taller. Y desde ahí, cada vez me gusta más inspirarme en la arquitectura de los lugares. –El escenario de representación teatral, según manifestaste, es vital para tus muestras. –Trabajar la maqueta diseñando todo el sistema expositivo: tamaños, circulación, iluminación. Hago dibujos pero para pasarlos en limpio voy a un diseñador que agiliza el tema de las escalas y es muy facilitador a la hora de probar cómo mover cosas. Bolivia es muy teatral creo y por eso me parece que lo teatral me acompañó toda la vida. Figuras de Elba Bairon. Un poco de historia Bairon reconoce: “Creo que nunca fui pintora. Pinté mal siempre, trabajé muy poco salvo la acuarela. Siempre más con el grabado de tinta negra. La pintura es hermosa para verla en otros. Me gusta explorar pintores y fotógrafos, también mucho bordar, pero es un tiempo muy particular. Esas demoras en las prácticas me fascinan, es un tiempo que disfruto en total conexión. Ahora hay un auge de la manualidad, me gustaron mucho los africanos de la Bienal de Venecia 2022 porque traían la contemporaneidad a las prácticas ancestrales. –Tu primera muestra en el CC Rojas fue en 1996, en un entorno de amigos. ¿Quiénes eran? –Fui muy cercana a Liliana Maresca, pero también éramos amigos con Gumier Maier. Formábamos un grupete lindo pero no de veinteañeros. Era el encuentro de muchas coincidencias con ganas de hacer cosas y también críticos de esa escena de la convertibilidad dólar/peso, que era una ficción, por eso era una ironía que usaba el kitsch para evidenciarla. Teníamos momentos de lindas charlas, Gumier era muy inteligente, siempre te ponía en un plano para que te definieras. Liliana y también Marcia Schvartz, aunque había una generación menor con Miguel Harte, Gustavo Marrone. En la muestra del Rojas había cuatro piezas en aluminio fundido. De esa obra, hay una que compró alguien que no colecciona que mi galerista se propuso rescatar, y otra en Miami. Otra serie que se fundió en alpaca de 60 cm de largo por 30, son cuatro piezas con forma de volutas muy barroca. Una obsesiva repetición que vendí y que no pertenecía a la llamada ‘estética del Rojas’ que iba mucho más con lo transitorio de una pieza comprada en Once a una fundición en alpaca. Recuerdo que Gumier marcaba un techo o una tendencia, iba al taller y como me demoraba mucho en elegir, me apuró para que expusiera en la muestra y mis obras no tenían ni una sola perlita ni brillantina, sólo pasta de papel blanco níveo. La pasta de papel es una técnica que adoro pero la receta no la doy. Ganadora del Premio Grupo Chomer, Elba Bairon. –En un reportaje contás que de chica fuiste a aprender pintura china y desde ahí quedó resonando en tu obra la economía de los elementos. –Estoy convencida aun hoy. La economía de elementos para lograr un alto grado de calidad, no tanto de expresión. El trabajo es una respuesta permanente. Siempre me tomé las cosas con mucha seriedad, aun de niña. Entré a la Escuela de Bellas Artes de Montevideo y pude estar solo un año, antes de que la dictadura la cerrara. Pero ese año fue maravilloso, habían traído a unos directores de Francia que reformularon la currícula. Cuando se cierra voy a un taller de pintura china y eso significó entrar en otro planeta, repetir hojas y hojas trabajando con el espacio y con el gesto, esa ha sido mi inspiración. Mirá también Mirá también Zoom al núcleo de nuestro arte

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