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  • En economía, con la contabilidad no alcanza

    » El dia La Plata

    Fecha: 02/07/2024 10:02

    eleconomista.com.ar Milei ha instalado, en el debate político y la conversación pública, el mérito del superávit fiscal o déficit cero. Con excepción de los años de Néstor de superávits gemelos, el déficit cero o el superávit fiscal no eran logros que la política podía exhibir, y menos objetivo de la misma. El abuso de las cuentas públicas (empleo público como sustituto de la política de empleo; subsidio generalizado a la oferta de energía y transporte; privatización y politización de ayuda social, etc.) para ejecutar políticas irracionales del uso de los recursos y con impacto negativo sobre la productividad del sistema, prepararon a la sociedad para que el discurso del “superávit fiscal” prosperará y silenciara a la política comprometida con ese abuso. Las gestiones kirchneristas quedaron, con razón, en la percepción pública después de dos décadas, como las que apelaron a compensar errores (ausencia de creación de trabajo productivo; reducción de los ingresos reales frente a los costos de los servicios; incremento del desempleo y la pobreza, etc.) mediante abuso de recursos fiscales que, con ausencia de la financiación genuina de tributos, terminaron en incremento de deuda pública y abundante emisión monetaria y su consecuencia social que es el incremento continuado y creciente de la inflación. En ese contexto prosperó la respuesta disruptiva de Milei que centró en el Estado el origen de todos los males (”es una organización criminal”) y en la emisión monetaria el vehículo destructivo que producía la inflación y todos los males de la vida material de los argentinos. Los menores de 30 años que no habían conocido otra cosa que “la política kirchnerista” y asistido a un crecimiento vertiginoso de la pobreza fueron seducidos por este mensaje simple que ubicaba la causa del mal y se proponía cortarla de raíz (destrucción del Banco Central, dolarización, “destruir el Estado desde adentro”, fin de la emisión monetaria) haciendo que los responsables de los males (”la casta”, es decir toda la política desde Hipólito Yrigoyen hasta diciembre 2023) paguen por ello y desaparezcan. Todo, volviendo al principio, parte de una soberana confusión. El déficit cero o superávit fiscal son una cuestión contable. Lo que importa es el “equilibrio fiscal”: poder financiar con recursos que contribuyan, o no entorpezcan, la marcha de la productividad y la competitividad, las actividades (o las erogaciones) que contribuyan o no entorpezcan, la equidad del gasto público. Un superávit basado en el impuesto a las importaciones o en la reducción del nivel de vida previo de los jubilados o en la supresión de actividades imprescindibles para el equilibrio social, es una contribución al desequilibrio económico. Igual mantener sistemas perversos de gasto público (o no ingresos) como Tierra del Fuego o las jubilaciones por incapacidad pagadas a personas sanas o las jubilaciones de las moratorias a personas de poder económico que nunca trabajaron por no tener necesidad de hacerlo, es contribuir al desequilibrio económico. Nadie debe ufanarse de un superávit conviviendo con la evasión, premiándola con blanqueos y con la mitad de la población en la pobreza a la que se castiga. En economía, la contabilidad no alcanza: el equilibrio fiscal sólo es posible si se compadece con el equilibrio del sistema económico y social.

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