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  • Rodrigo Bueno, un corto camino al cielo

    » Hoy Dia

    Fecha: 02/07/2024 08:40

    “El día que me necesiten van a poner un compact mío. Ahí estaré” Rodrigo Alejandro Bueno El lunes 24 de junio se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Rodrigo Bueno, ocurrido en el año 2000, en pleno apogeo de su carrera. El camino de “El Potro” hacia el éxito no fue de un día para el otro. Luego de dejar el colegio en séptimo grado para dedicarse a la música, comenzó su carrera en Córdoba con el grupo Manto Negro, a la edad de 13 años. Sin embargo, tras un tiempo decidió ampliar su perspectiva. De esta forma, junto a Eduardo Pichín Bueno, su padre -que hacía de compañero y representante- arribó a la ciudad de Buenos Aires a principios de los 90. Así fue como en Capital Federal y siendo un adolescente -con pelo largo y botas texanas- Rodrigo conoció a quien sería su representante tiempo después: José Luis Gozalo. No obstante, una tragedia temprana golpearía de lleno al artista cordobés. Apenas comenzaba a dar sus primeros pasos en el terreno de la industria, “Pichín”, quien hasta ese momento era su referente y guía, fallecía de un ataque al corazón, minutos antes de que su hijo subiera al escenario. Un hecho que marcaría un antes y un después en la vida de Rodrigo. A partir de entonces, “El Potro” y Gozalo formarían un lazo profesional y personal muy intenso. Tiempo más tarde, el mismo representante diría que su hija tenía celos de Rodrigo por la relación que existía entre ambos. Luego de transitar por diferentes géneros musicales -entre ellos el merengue y la salsa- Rodrigo lanzaría el álbum “Lo mejor del amor”, en 1996; y “La leyenda continúa”, en 1997. En el primero incluiría un sencillo con el mismo nombre, un tema que, en los años sucesivos, nunca dejaría de interpretar. Ya para la segunda mitad de la década de los 90, Rodrigo cambiaría su aspecto para diferenciarse de la movida tropical. Con el pelo teñido de azul, rojo o verde, vestimentas con un tono similar y un histrionismo particular, que incluía desde ademanes hasta gestos y posturas que forjarían una identidad sólida, grabaría los discos “Cuarteteando” y “A 2000”. Con este último CD causó furor no sólo en Capital Federal, sino en todo el país, logrando llegar a todos los rincones e, incluso, traspasarlos. En aquel momento, Rodrigo lograba lo que, hasta ese momento, nadie había conseguido: federalizar el cuarteto y atravesar todas las clases sociales y rangos etarios. Este último disco salió a la venta en diciembre del 99, el cual promocionó en una serie de presentaciones en el Teatro Astral, y contenía canciones como “Qué ironía”, “El viaje” y “Fuego y Pasión”. Bueno marcaría un quiebre en la música popular, porque fusionaría el cuarteto característico, aludiendo a los orígenes del género, haciendo mención a La Leo, Eduardo Gelfo y Carlitos Rolán, aunque introduciendo una serie de innovaciones en el ritmo y la melodía que lo llevarían a realizar maratónicos recitales. A pesar de su corta edad, “El Potro” sentía que debía vivir al máximo de sus posibilidades. Un personaje entrañable que escuchó su deseo desde muy chico, abandonando el colegio en la preadolescencia para perseguir lo que más amaba: cantar. Pocos artistas, en el terreno de la música popular, han sabido transgredir la brecha entre Buenos Aires y el resto de las provincias. En este marco, Rodrigo irrumpió en una época compleja: el mercado de aquel entonces, aun sin el fenómeno de la globalización y las redes sociales, no daba demasiadas posibilidades para un artista que llegase del interior a la Capital. El año 2000 quedará, entonces, en el recuerdo de todos. El gran recital en Mar del Plata, el encuentro con Diego Maradona en Cuba interpretando “La Mano de Dios”, los trece Luna Park vestido de boxeador -su sueño frustrado-, la visita al Hospital de Niños en la Provincia de Tucumán y una promesa trunca de construir una sala para enfermos con leucemia en aquel nosocomio, entre otros sucesos, serían algunas de las tantas huellas que el ídolo dejaría en su legado. Una vida llena de energía que se apagó demasiado pronto. Con tan sólo 27 años, en el auge del reconocimiento y el estrellato, incluso internacional, murió de forma trágica. Aquel 24 de junio de 2000, frío y desolado, vivirá en el recuerdo de todos los argentinos que lloraron a un ídolo que supo ganarse el corazón de un país en un contexto social y político caótico. Un confuso accidente automovilístico en la autopista Buenos Aires-La Plata puso fin a los sueños de un pibe de barrio. Un pibe que, tiempo antes del hecho, sentía los peligros de ese mundo oscuro y tenebroso que nada tenía que ver con la música que pregonaba. Para diciembre de ese año, Rodrigo había anunciado el retiro. Cansado de hostigamientos y amenazas hacia él y su familia necesitaba dar un paso al costado y retirarse con el título, como bien señaló en la recordada conferencia de prensa, horas antes de subir al escenario del Luna Park. Pero diciembre nunca llegó y en ese fatídico accidente también perdió la vida Fernando Olmedo -hijo del reconocido humorista Fernando Olmedo-, en tanto que el resto de los integrantes del vehículo resultaron ilesos, entre ellos, Patricia Pacheco y el hijo de ambos, Ramiro, que en aquel momento tenía tres años. Un mes antes de la tragedia, Rodrigo festejaba su cumpleaños número 27 rodeado de afectos. Hoy, a veinticuatro años de su muerte, lo recordamos en “Un corto Camino al Cielo”.

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