Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El teatro y la rutina del gallito ciego

    » Clarin

    Fecha: 02/07/2024 06:09

    No sé si al momento de leer estas líneas El Entenado seguirá en cartel en el Teatro Regio, del Complejo Teatral Buenos Aires. No importa demasiado. Esta no es una crítica de teatro. Es la crónica de una noche bienaventurada, que a su fin me permitió alegrarme por el teatro, El entenado, los actores y la alquimia mágica de traficar contenidos en el arte. Cada uno tiene sus manías, cada pareja tiene sus juegos. En mi caso, la manía es que me desasosiega leer demasiado de una obra de teatro antes de ir a verla. El juego es que en el reparto de roles mi esposa es quien elije la obra, a la que acudo casi jugando al gallito ciego. No miro los carteles, no leo el programa. Me siento en la platea con la mayor inocencia (o ignorancia) posible. Solo así funciona para mí el teatro. Es posible que sea una de mis limitaciones, pero a mí me divierte tenerla, y me ha dado grandes sorpresas y alegrías. No parecía ser el caso ese domingo. Ya el nombre me puso sobre aviso, sabía que iba a ver la adaptación de una novela, y encima de Juan José Saer. Bastó para ensombrecerme el ánimo. Hablamos de El entenado. La novela va de indios. Raros. Digamos indios sartreanos orgiásticos, si esto fuera posible. Pero, además, como en todo Saer, lo que define el asunto es el barro, el río, el tiempo. Y el lenguaje, claro. Así que andá a hacer teatro con eso. Pero Irina Alonso lo hace. Y no seré yo el que lo explique. Sí lo voy a agradecer. Hay una idea del teatro que dice que funciona cuando uno puede creerse que ese tipo que está ahí, con una capa berreta y una corona de lata, es un rey. Puede ser. Quiero decir que puede ser que un artilugio, un truco, nos convenza. Para mí el teatro es otra cosa. O a veces, venturosamente, es otra cosa, es más. Y esta vez fue eso. A mí me parece que el teatro, no la magia del teatro, sino el arte del teatro, sucede cuando en un instante podemos aceptar que una cosa puede ser varias al mismo tiempo, y comprenderlas todas y emocionarnos por eso, todo al mismo tiempo y olvidándonos de nosotros, solo para enfrentarnos con quienes somos. Lo que ha hecho Irina Alonso es eso. En un momento podemos aceptar que estamos viendo teatro, que los actores son los que vemos hoy y también los que fueron en el siglo XVI, y que ellos convoquen ante nosotros las orillas del río Colestiné y a una runfla de indios antropófagos. Y, además, emocionarnos con lo que en nosotros evoca, que no es otra cosa que asomarnos a la oscuridad viscosa de toda existencia, de todo mundo. No voy a dar detalles de cómo lo logra, de cómo los actores lo logran, pero sucede. Y sucede ante nuestros ojos y para nuestra maravilla.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por