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  • Las herramientas de la política y los gobiernos

    » Hoy Dia

    Fecha: 01/07/2024 08:25

    La política ha ampliado sus herramientas para alcanzar el poder y gobernar en todo el mundo en los últimos años, desde que las redes sociales han invadido el espacio público. No obstante, mantiene una parte de las que existían y son contraindicadas otras que antes eran dominantes. Desde que, en 1996, nacieron los piqueteros en Neuquén, los punteros fueron retrocediendo en su influencia en la asignación de recursos de emergencia individual o colectiva, y así comenzó un proceso que no se ha detenido. Hoy, los movimientos sociales –piqueteros- son cuestionados por la oposición, los sectores afectados por sus cortes, y una parte de sus beneficiarios, que observan desmanejos políticos y financieros, y especialmente la insuficiencia de sus logros que no los alcanzan, más allá de la ayuda alimentaria, la promoción de la organización de barrios populares y su equipamiento y algunas iniciativas muy focalizadas de cooperativización –cartoneros, productores comunitarios-. Por lo que, como herramienta política, sólo puede ser legitimada con su formalización transparente y su incorporación a políticas públicas laborales, con trabajadores sindicalizados, que les permita ampliar sus derechos y alcance territorial en un proceso integral, que incluye tener, ser y pertenecer, gradual y acumulativo. Los gobiernos subnacionales –provinciales y municipales- tienen, así, en sus manos una herramienta que, desde su logística más ajustada, pueden aprovecharla, incluyendo el trabajo voluntario amplio (siempre que logren formalizar su organización y transparentar su gestión en los ámbitos territoriales de su competencia). El nacimiento de las redes sociales -2004- y el Big Data que surge de él, permitió en la segunda década del siglo el surgimiento de bases de datos cada vez más amplias, que permitieron intervenir en procesos electorales de modo sistemático –Cambridge Analítica, con Trump; o, en 2015, en Argentina- y con mucha eficiencia y eficacia en la comunicación política de campaña, permitiendo la micro segmentación de los mensajes, de acuerdo a las preferencias de cada votante. Luego del escándalo producido por la violación a la confidencialidad de los datos personales que produjo, la práctica se replegó de la visión pública, pero, a la vez, se generalizó el uso de la tecnología de micro segmentación por las propias empresas que antes vendían sus datos (Facebook, YouTube, Instagram, Tik-Tok, Twiter -hoy X-) y hoy configuran sus algoritmos. Para ampliar el alcance de los mensajes y mejorar su credibilidad, surgió una herramienta complementaria desde los mensajes de WhatsApp, que aprovechan las redes sociales de influencia preexistentes, quedando fuera del escrutinio público, por lo que tienen mayores posibilidades de difundir noticias falsas (o no verificables), de modo anónimo. Establecidos y generalizados los medios por los que se difunde la comunicación política y gubernamental, hoy la disputa se da en las estrategias de los mensajes. Ellos han sido hasta ahora mensajes de odio, discriminadores, que estigmatizan sectores o grupos políticos generalmente emitidos por usinas cada vez más formalizadas desde los gobiernos. En la oposición está surgiendo una estrategia basada en el chiste, la broma, el “meme”, y a veces la burla, de modo bastante creativo, que los más jóvenes viralizan para desprenderse de la ansiedad y angustia que los embargan por sus situaciones personales. De ese modo, se critica sin enojo, sin insultos ni discriminaciones, que ha recuperado por nuevos medios aquellos mensajes de “Humor Registrado” de los años 80 y 90, o los sketch-videos de Peter Capusotto y Pedro Saborido. La parodia, el ridículo y las contradicciones flagrantes son modos muy efectivos de desacreditar de modo contundente y gracioso, a las que somos muy afectos la mayoría de los argentinos, y, por supuesto, los más jóvenes, cuestionando personajes especialmente construidos para comunicar de modo extremo, y sus argumentos simples pero contradictorios. Eso descarta el uso de mensajes, como los que emitía “6-7-8” durante el kirchnerismo, que han sido adoptados por los que eran estigmatizados entonces, y así terminan sufriendo las mismas debilidades de aquellos mensajes, muchas veces sesgados y agresivos, que expulsaban a los ciudadanos no militantes o independientes. Los paros y movilizaciones han perdido espacio en favor de la virtualidad, especialmente cuando son sectoriales –de sindicatos particulares o de la CGT-, pero mantienen su capacidad de impacto cuando suman reclamos de otros sectores, como ocurrió con la marcha universitaria, e igual podría ocurrir si se generalizan, por empatía, en provincias del territorio nacional. Por supuesto que las mayorías y minorías legislativas son herramientas útiles para la política, aun cuando estén desacreditadas por sus prácticas en “la rosca”, y por ellos mismos, que siguen en campaña en períodos intermedios resolviendo sus internas hacia las siguientes elecciones. Sin embargo, sirven para exponer contradicciones de los oponentes que se viralizan en formatos virtuales y, por supuesto, impulsan o frenan las iniciativas que se convertirán o no en leyes. Así, los movimientos sociales integrados eficientes y eficaces, las redes sociales micro segmentadas, la viralización de los mensajes en grupos sociales preexistentes de WhatsApp, con mensajes de odio o que exalten con humor el ridículo y las contradicciones, así como los paros y movilizaciones multisectoriales y diversas son las herramientas más eficaces de estos días. Mientras que los partidos y alianzas se reconfiguran continuamente, sean oficialistas u opositores, con realineamientos personales en donde no existen límites a lo que a principios de siglo llamábamos críticamente “borocotización” (por el caso de Eduardo Lorenzo, alias “Borocotó”), que se ha normalizado. Desde hace mucho tiempo se afirma que “el medio es el mensaje”, indicando que cada herramienta determina su alcance. En tiempos de expansión de las herramientas, la estrategia discursiva –agresiva o humorística, discriminadora o inclusiva, abierta o cerrada, formalizada o espontánea, etc.- aumentan o disminuyen la eficacia y eficiencia de cada medio. Quienes dominen más y mejor estas herramientas lograrán supremacía en la consideración pública, y sus mensajes mayor influencia en los discursos públicos, con los que siempre interpretamos la realidad que percibimos.

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