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  • La aprobación de las leyes llegó cuando la economía se complica

    » La Prensa

    Fecha: 01/07/2024 00:30

    Cuando Javier Milei se instaló en la Casa Rosada la principal incógnita estaba vinculada con la gobernabilidad en una situación institucional inédita: la de un presidente con representación ínfima en el Congreso en medio de una crisis monetaria, cambiaria y fiscal arrasadora. Inesperadamente el flamante gobierno la despejó en pocas semanas. Evitó la hiperinflación y comenzó a recomponer las reservas que el trío Fernández-Fernández-Massa había hecho desparecer del Banco Central con riesgo de paralizar las importaciones y en consecuencia la actividad económica. La capacidad de manejar la crisis por parte del ministro de Economía, Luis Caputo, y el respaldo político que le dio el presidente derivaron en una brusca caída de la inflación, una mejora de las expectativas y en el consiguiente apoyo del 50% de la sociedad a la nueva gestión. Pero al presidente le resultó menos difícil frenar la hiper que superar la valla que le puso la dirigencia política en el Congreso. Durante un semestre la “casta” mantuvo bloqueada la sanción de los dos proyectos clave para su plan económico. En la madrugada del viernes, sin embargo, ese obstáculo fue finalmente superado y quedaron convertidos en ley dos textos que distan mucho de los iniciales, pero que igual pueden agilizar la gestión. Habilitarán al gobierno a hacer el ajuste del gasto público y a dinamizar la economía que se encuentra en una etapa recesiva y con desempleo y pobreza en aumento. En ese sentido el éxito inicial en el manejo de la economía comenzó a entrar en dudas con el aumento durante las últimas semanas de junio de la cotización de los dólares libres y del riesgo país así como con la caída en la compra de dólares para engrosar las reservas del Banco Central. Las presiones del sector financiero (bancos, fondos de inversión y el FMI) para una devaluación brusca y la pronta salida del cepo comenzaron a ser amplificadas por los medios, lo que obligó a Caputo a redoblar la apuesta. Cuando ya había comenzado a caminar sobre hielo cada vez más fino el presidente le ordenó anunciar una segunda etapa del programa económico que en realidad es una promesa de mayor dureza fiscal y restricción monetaria. El viernes, después del cierre de los mercados, anticipó una profundización del programa del gobierno eliminando la emisión para financiar los pasivos del Banco Central. Adelantó que a partir de mañana se reunirá con los bancos para reemplazar la deuda de la entidad monetaria por deuda que asumirá el Tesoro. Así el BCRA podrá aumentar la tasa de interés (que es por lo que presionan los banqueros) sin aumentar el déficit cuasi fiscal. Los actuales pases para esterilización monetaria serán reemplazados por una letra de regulación a cargo del Tesoro. Más allá de los detalles, de la presentación del ministro quedó en claro que el mensaje es de profundización del ajuste. Más déficit cero, más emisión cero y fijación de la cantidad de dinero para evitar “deslizamientos” del tipo de cambio. Tampoco habrá salida del cepo como exigen los acreedores que se quieren llevar los dólares que escasean. Habrá que ver cómo se toma el cambio el sector financiero que obtuvo una rentabilidad extraordinaria prestándole plata al Estado durante años. El contrataque del ministro de Economía se produjo pocas horas después del demorado éxito del oficialismo en el Congreso que resultó más abultado de lo que se esperaba por dos razones. En primer lugar, porque la muy cuestionada Ley de Bases obtuvo un consenso amplísimo: superó por 40 votos el rechazo del peronismo K y la izquierda. A lo que hay que añadir que, pesar de que la prensa especializada había pronosticado que la aprobación del impuesto a las ganancias estaba en riesgo, el gravamen fue aprobado por 20 votos de diferencia, casi el 10% de los miembros del cuerpo. El error es menos atribuible a cálculos fallidos que al sesgo férreamente opositor y muy extendido tanto entre los medios como entre los periodistas. En síntesis, la partidización de la prensa agrega confusión a una panorama económico y político de por sí incierto (ver “Pronósticos fracasados”). La segunda explicación del éxito parlamentario del gobierno es atribuible a la dispersión opositora que se aferra a un discurso caduco, mientras espera que pase el terremoto libertario para el que carece de mejor respuesta. Por eso una parte creciente de la oposición no K vota con el oficialismo tanto por conveniencia como por falta de alternativa. En esa coalición tienen peso los gobernadores que dependen de los fondos que administra el gobierno nacional. Están en esa situación porque el kirchnerismo los dejó librados a su suerte después de la peor derrota peronista de la historia y sigue sin ensayar la menor autocrítica para volver a ser competitivo.

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