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  • Bajo el imperio de Malthus

    » La Prensa

    Fecha: 01/07/2024 00:30

    POR SEBASTIÁN SÁNCHEZ Es cosa notable, pero hay gente en la Argentina -investigadores, periodistas, políticos- que se asombran ante la espantosa situación poblacional del país: casi un 40% menos de nacimientos en una década, 250.000 menos al año, una tasa de fecundidad que no alcanza para el reemplazo generacional, el retraso masivo de la edad de la maternidad, cada vez menos mujeres y hombres dispuestos a ser padres. Mientras estos personajes farfullan hipótesis sobre las causas de tal desastre moral y demográfico, no dicen ni una palabra sobre los cuarenta años de políticas anti familia. Aunque estemos acostumbrados, lo que ciertamente sorprende es el cinismo de los que hoy posan de compungidos. Es bueno recordar que, medio siglo atrás, el pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila, siempre presto a describir ácidamente al mundo moderno, afirmó que "Marx gana batallas, pero Malthus ganará la guerra". En efecto, Marx y su larga estela de fiduciarios, ha ganado una multitud de batallas (sin que importe que 30 años atrás se decretara, con apócrifo certificado, la muerte de las ideologías). Ahí está el ejemplo de los pueblos de todos los continentes subyugados por regímenes comunistas, aunque la muestra principal de sus victorias son esos “lugares” del poder insertos en el seno de nuestras comunidades –aunque sean tan extrañas a ellas como una espina envenenada- erigiéndose en minorías en busca de una infinita "ampliación de derechos". Porque, en efecto, todos esos nichos de poder ideológico que hacen lobby -indigenista, de género o ambientalista- encuentran raíz en alguna de las muchas expresiones del marxismo, cumplidamente legitimadas por la democracia liberal. Pero Gómez Dávila afirmó sobre todo que Thomas Malthus (1766-1834) ganaría la guerra. ¿Por qué? LUGAR PREFERENCIAL Este economista, que ocupa un lugar preferencial en el panteón del liberalismo, escribió su Ensayo sobre los principios de la población (1798), por el que hoy se lo presenta demógrafo y “ambientalista” avant la lettre. Fue también un pastor protestante, el primer gran contradictor del “reproducíos y henchid la tierra” bíblico, y sentó las bases de la política poblacional de los más variados regímenes, desde la Inglaterra victoriana hasta el Estado soviético. Sin embargo, Malthus fue sólo uno de los “padres” liberales que se abatieron contra la población, que es uno de los componentes esenciales de toda comunidad política. Lo mismo puede advertirse en su amigo David Ricardo, que buscó que los salarios apenas alcanzaran para que los pobres no se reprodujeran, o en su ahijado John Stuart Mill, que afirmó que la doctrina capitalista sólo se podría afianzar si se lograba que la población trabajadora “restringiese voluntariamente su número”. La ideología maltusiana también está presente en Charles Darwin y su selección natural, en Francis Galton –padre de la eugenesia y predecesor del transhumanismo-, o en un adalid contemporáneo no sólo del antinatalismo sino también del ecologismo, como el biólogo Paul Ehrlich y su famoso panfleto titulado La bomba de la población, en el que hablaba sobre “el cáncer del crecimiento de la población”. De modo que, con los matices que se quieran, se puede afirmar que sin la piedra basal puesta por Malthus no se conciben el Informe Kissinger, el antinatalismo de la OMS (“transformada en una institución para la muerte”, como dijo Jérome Lejeune, ¡en 1970!) o la oscura noción de "salud sexual y reproductiva". Sin Malthus no se entienden Soros ni Gates. Es la concreción de aquél “reino legal de la astucia y de la fuerza, y de la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan”, como dijera San Pío X. Al fin, sin Malthus no se advierte cómo en la Argentina ha podido sancionarse el divorcio, el ideologismo de género, la unión homosexual, la hormonización de niños y el aborto. El liberalismo maltusiano es el padre que engendró todos esos fenómenos y el marxismo quien se ocupó de criarlos porque, a no engañarse, como dice “Colacho” Gómez Dávila: “el comunista odia al Capitalismo con el Complejo de Edipo”. Hace décadas que en la Argentina, gobierno tras gobierno, se entremezclan Malthus y Marx. Por eso, no es extraño que hoy algunos declamen batallitas culturales para masticarle los tobillos a la “izquierda cultural” y, al mismo tiempo y a hurtadillas, le tiendan la alfombra roja al liberalismo, en eso que Leonardo Castellani llamó el Poder Inexpiable del Dinero.

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