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  • ¿Las acciones impulsadas por López Rega aceleró su muerte?

    » La Prensa

    Fecha: 01/07/2024 00:29

    El año 1974 estuvo signado por el dolor. A las peleas, violencia y muertes acaecidas en el ámbito de la comunidad política nacional se sumaría la salud del primer mandatario. La edad avanzada y las afecciones del presidente Juan Domingo Perón alertaron a muchos, pero con cuidados especiales hubiese tenido una sobrevida considerable. El problema, en apariencias, fue la intención aviesa de “adelantar” su muerte por parte de José López Rega y sus secuaces, bajo el supuesto arbitrio de la criminal logia masónica Propaganda 2, liderada por Licio Gelli. “El presidente Perón murió como consecuencia directa de su desatención”, fue la afirmación temeraria que realizó Enrique Pavón Pereyra en “Asesinato de Perón: Cronología de la conspiración que marcó nuestra historia” (2014). Afirmó el historiador: “Fueron pocos, pero lo suficientemente cercanos a Perón, los que tejieron las ínfulas de intriga cuasi palaciega desde la cual aprovecharon las circunstancias clínicas y psíquicas de su fatigada salud para desmembrar su figura corpórea, cuidadosos empero de no violentar el prestigio o el carisma que detentaban, y del que demencialmente se creían en derecho de heredar”. López Rega impedía conscientemente el acceso a los doctores Domingo Liotta, Pedro Cossio y Jorge Taiana para auxiliar a Perón. El pretendía que fuese el doctor Pedro Eladio Vázquez quien estuviese a cargo de su salud, junto a la atención esotérica del “Hermano Daniel”. Vázquez colaboró con López Rega y estuvieron en todo de acuerdo, hasta que tiempo después se distanciaron por sospechárselo a Vázquez, secretario de Deportes de la Nación, estar relacionado sentimentalmente con la presidenta “Isabel” Martínez de Perón. También los médicos españoles José Flores Tascón y Antonio Puigvert sufrieron la intromisión de López Rega, alegando que con sus influjos mantenía la buena salud del Faraón, tal como Rega denominaba a Perón, sosteniendo delirantemente que el Líder justicialista era la reencarnación de un rey egipcio. Pavón Pereyra, citando a José Ber Gelbard, atribuye a Rega: “que no vacilaba en retirar medicamentos prescritos por los médicos de cabecera del extinto teniente general Perón, como parte del accionar extorsivo del cuestionado entorno”. Y, sobre los remedios, relató de forma escalofriante: “Estos desaparecieron misteriosamente. Al sufrir dolencias por la falta de medicamentos, Rega indicó al General que eran señales de los astros por la negativa de Perón a cierta designación solicitada. Cuando Perón accedió al nombramiento, los medicamentos retornaron a su sitio en la Casa de Gobierno”. Con dolor señaló: “de común acuerdo con Isabel, el Brujo organizaba horarios y actividades de modo de dejarlo almorzando, cenando, merendando sólo, no le hablaban, no le pasaban llamadas, y al fin el viejo caudillo acudía cabizbajo proponiendo concordia cedía y accedía a las demandas de los extorsionadores”. ESQUER E IÑIGUEZ El jefe de la custodia, Juan Esquer, y el jefe de la policía Federal, coronel Iñiguez, intentaron separar a López Rega sin obtener éxitos. Entre el 21 y 22 de noviembre de 1973, donde intervino el Dr. Cossio para salvar la vida de Perón, el propio Esquer lo fue a buscar al facultativo para atenderlo en la residencia de Gaspar Campos e impidió “a punta de pistola” que López Rega se entrometiese. Eso generó la recuperación de Perón, pero la venganza del Brujo contra el equipo de Esquer, soldados y suboficiales que participaron del levantamiento de Valle de 1956 y que se juramentaron defender al Líder con su vida. Aporto como testimonio personal la confesión de Porfirio Calderón, sargento tanquista en los sucesos de junio de 1956 e integrante de la custodia de Perón, quien se ofreció a Esquer para “terminar” con López Rega: “El General era como mi padre -me confesó, entre lágrimas, tiempo antes de fallecer- y si me hubiesen dado la orden mataba al Brujo con mis propias manos. ¡Él mato a Perón!”. EL FINAL FISICO También las exigencias físicas soportadas por Perón en sus viajes oficiales, más sus disgustos por el asesinato de José Ignacio Rucci y el accionar del ERP, minaron su salud mortalmente. Pero las acciones impulsadas por López Rega y sus sicarios habrían marcado el final físico del Líder justicialista, tratando el Brujo de erigirse en su sucesor. Hasta pretendió leer el comunicado oficial de la muerte de Perón, lo que finalmente hizo María Estela Martínez como vicepresidenta y, en los hechos, constituida como presidenta de la Nación, y tomar el gobierno por asalto. Esto se corrobora en un cable de Robert Hill, embajador norteamericano ante nuestro país, quien en ese tiempo -según lo consignó Marcelo Larraquy en “López Rega: la biografía” (2004)- transmitió a sus superiores: “El ministro todavía sueña con ser el sucesor de Perón, pero el hecho es que su único apoyo es el mismo Perón, por lo tanto, más tarde, ese apoyo puede desaparecer al morir o queda incapacitado el presidente. Entonces López Rega caería inmediatamente”. Larraquy también consignó las intrigas de López Rega previas a la confrontación del 1° de mayo entre Perón y los Montoneros, el meter una cuña entre Balbín y Perón, y sus “cuidados esotéricos”, pues “sus diagnósticos vinculaban la aparición de los males a la posición de los astros” al viejo líder, excediéndose aún después de muerto al intentar, mediante “mantras”, resucitar al “Faraón”. Al año siguiente, la posterior movilización de la CGT y la presión interna determinaron que López Rega tuviese un exilio obligado. El destino de este asesino, mentor de las Triple A, como el de Gelli y otros conspiradores, fue la cárcel y el repudio eterno. “El 1º de julio de 1974, Perón nos dejaría para siempre”, sentenció Antonio Cafiero en sus Memorias. “Fue como si muriera un padre joven y dejara a toda una familia desamparada”, lamentó Lorenzo Pepe en su libro testimonial. Finalmente, Juan Manuel Abal Medina, en “Conociendo a Perón: destierro y regreso” (2023) dio datos precisos de los últimos días del General: “(El) 29 de junio, a las 11:50, el general delegó el mando a la vicepresidenta, lo que se informó en un comunicado. El estado de Perón permaneció estacionario, y lo mismo sucedió a lo largo del domingo 30 de junio. A la tarde de ese domingo, estaba de arrimado en el departamento de Julio Mera, en la calle Posadas, esperando las noticias que no podían ser sino malas. A las cinco de la tarde, entró la llamada: el doctor Taiana me decía que todo era cuestión de horas, nos abrazamos a la distancia. La noche tan temida… ya nos había alcanzado, y era más negra aún que lo imaginado… A la 1:30 del lunes 1° de julio, en los aparatos conectados al General ´aparecen en las pantallas extrasístoles ventriculares aislados y en salvas´, lo que denota el agravamiento del enfermo. Para ese lunes en la mañana, la vicepresidenta había citado a reunión de Gabinete en Olivos, de la que participaba el doctor Taiana, cuando a las 10:25 la señora Zulema lo llamó desesperada desde el primer piso. El General había sufrido un nuevo infarto. A pesar de todos los esfuerzos médicos, a las 13:15 el General murió. Dijo Taiana: ´Subí la escalera de a dos y tres peldaños. El General estaba semiincorporado en la cama, cianótico, disneico. Con voz ronca, susurrante, me dijo: Doctor, me voy de esta vida. Esto se acaba. Mi pueblo, mi pueblo…´”. Perón, una de la figura política más importantes del siglo XX, epónimo de una época, y catalizador de anhelos de millones de argentinos, aún hoy, a 50 años de su paso a la inmortalidad, se mantienen vivo en la memoria colectiva del pueblo.

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