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  • Regreso, violencia y el último adiós

    » La Prensa

    Fecha: 01/07/2024 00:29

    El lunes 1º de julio de 1974, a las 14.10, la vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, en ejercicio de la presidencia desde el sábado anterior, anunció por la cadena nacional el fallecimiento del teniente general Juan Domingo Perón, de quién dijo: “Verdadero apóstol de la paz y la no violencia”. El parte médico firmado por los doctores Pedro Cossio, Jorge Taiana, Domingo Liotta y Pedro Eladio Vázquez certificaba que Perón había fallecido a causa de: “una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica”. Los restos mortales del presidente, vestido con su uniforme militar, fueron instalados en la capilla de la quinta presidencial de Olivos. Allí permaneció hasta la primera hora del día siguiente. Luego fueron trasladados a la Catedral Metropolitana, para recibir una misa de cuerpo presente. De la Catedral, el féretro colocado en una cureña y flanqueado por el regimiento escolta de los presidentes argentinos, el de Granaderos a Caballo, fue conducido al Palacio Legislativo. Allí permaneció hasta la mañana del jueves 4. Miles de personas pudieron ingresar al edificio del Congreso para darle el último adiós al General y un millón, tal vez, quedaron sin poder hacerlo. Buenos Aires fue otra vez protagonista de los funerales más multitudinarios de la historia como los de Hipólito Yrigoyen, Carlos Gardel y María Eva Duarte de Perón. EL REGRESO DEL ´73 Después de años de exilio y proscripción, que incluyó la prohibición de pronunciar su nombre, el General regresó definitivamente a su patria el 20 de junio de 1973. Su llegada fue una muestra innegable de la situación de enfrentamiento político fraticida que vivía la Argentina. El avión que lo conducía tuvo que aterrizar en la Base Aérea de Morón, ya que en el Aeropuerto de Ezeiza no estuvieron dadas las condiciones de seguridad necesarias debido al enfrentamiento armado entre los diversos sectores del Movimiento peronista. Poco antes, estando aún en Madrid, Perón supo a las pocas horas de haber ocurrido, de la caótica retirada de la Junta de Comandantes y la entrega del gobierno al presidente electo, Héctor José Cámpora, el 25 de mayo de 1973. También del casi asalto a la Cárcel de Villa Devoto por parte de la multitud que exigía la liberación inmediata de más de trescientos presos políticos qué, negándose a esperar que el Congreso Nacional dictara una Ley de amnistía, presionaron al Poder Ejecutivo hasta que éste dictó un indulto y la inmediata libertad de los detenidos. ‘PRIMEVERA CAMPORISTA’ Durante la llamada “primavera camporista”, el ministro de Economía, José Ber Gelbard, impulsó el Pacto Social, un acuerdo entre el Estado, la central obrera y el empresariado nacional para resolver las angustias económicas de entonces, teniendo como objetivo que los asalariados alcanzaran a participar del cincuenta por ciento del ingreso nacional, en un plazo de cuatro años, y reducir la inflación congelando precios y salarios por dos años. En los primeros meses Gelbard logró disminuir la inflación y el desempleo y aumentar el PBI. Sin embargo, la incertidumbre política a causa del enfrentamiento interno, entre las diversas facciones del peronismo fue creciendo y, tras el regreso definitivo de Perón, se llevó puesto a Cámpora. Hubo que convocar nuevamente a elecciones, que se hicieron el 23 de septiembre de 1973. La fórmula integrada por Perón y su tercera esposa se impuso holgadamente, con casi el sesenta y dos por ciento de los votos, a la radical de Ricardo Balbín y Fernando de la Rúa, a la liberal antiperonista de Francisco Manrique y Rafael Martínez Raymonda y a la trotskista de Juan Carlos Coral y José Páez. Dos días después, presuntamente, Montoneros asesinó al secretario general de la CGT, José Rucci, en abierto desafío a Perón, quien llegó a decir que el crimen había sido como si le cortaran las manos. Pero este suceso no fue el último de la espiral de violencia que sufriría la Argentina. El año 1973 terminó con números económicos favorables. A los logros sobre la inflación y el desempleo, se le sumó una mayor actividad exportadora que dio superávit comercial. Pero el clima político siguió enrarecido. El 19 de enero de 1974, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) intentó copar el Regimiento de Caballería Blindada sito en la localidad bonaerense de Azul. El resultado fue la muerte del jefe de la unidad, coronel Camilo Gay, su esposa y un soldado, pero también se llevaron secuestrado al segundo jefe, teniente coronel Jorge Ibarzábal, quien aparecerá muerto meses después. La respuesta de Perón no se hizo esperar y, frente a la cadena nacional, apareció usando el uniforme de teniente general del Ejército Argentino. Un gesto que explica todo. El gobernador de la Provincia, Oscar Bidegain, renuncia al cargo. En febrero se interviene la Provincia de Córdoba, tras un golpe policial de destituyó al gobernador Ricardo Obregón Cano y al vice, Atilio López. En junio, un juicio político destituye al gobernador de Mendoza, Alberto Martínez Baca. Las tres situaciones fueron desplazamientos de la izquierda peronista a manos de los sectores políticos y sindicales de la derecha del Movimiento. A la vez, había hecho su aparición la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) amenazando a distintas personalidades políticas, sociales y culturales que luego asesinó: el cura Carlos Mujica y el intelectual Silvio Frondizi, entre otros tantos. Finalmente, el 1° de mayo de 1974, el General se vio cara a cara con la Juventud Peronista y Montoneros, en la Plaza de Mayo, y tras soportar los insultos de estos a la vicepresidenta, bramó llamándolos: estúpidos e imberbes. La otrora juventud maravillosa, le dio la espalda y se retiró del lugar. El 12 de junio, Perón se despidió de su pueblo, diciendo desde el balcón de la Casa Rosada que llevaba en sus oídos “la más maravillosa música que para mí, es la palabra del pueblo argentino”. Al velatorio del General, en el Palacio Legislativo, concurrieron diversas figuras políticas: el presidente del Uruguay, Juan María Bordaberry; Hugo Banzer, de Bolivia y Alfredo Stroessner, además de dos mil periodistas extranjeros acreditados. Doce oradores lo despidieron: Benito Llambí, en representación de los ministros; José Antonio Allende, por los senadores; Raúl Lastiri, en nombre de los diputados; Miguel Ángel Bercaitz, por la Corte Suprema de la Nación; el teniente general Leandro E. Anaya, en representación de las Fuerzas Armadas; el gobernador riojano Carlos Menem, en nombre de sus colegas; Duilio Brunello y Silvana Rota, por el Partido Justicialista; Lorenzo Miguel, por las 62 Organizaciones; Adelino Romero, de la Confederación General del Trabajo (CGT); Julio Broner, por la Confederación General Económica (CGE) y Ricardo Balbín, el histórico jefe del radicalismo quien pronunció la conmovedora frase: “Este viejo adversario, despide a un amigo”.

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