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  • Facundo Toro, en la antesala de la celebración de sus 30 años de carrera: “Fui aceptado y querido”

    » La voz

    Fecha: 01/07/2024 00:21

    Este martes y en el Teatro del Libertador San Martín, Facundo Toro celebrará 30 años de una carrera que tuvo a Córdoba como plataforma de lanzamiento. Es que el cantor y compositor salteño se estableció en nuestra ciudad allá por el ‘94, por consejo de su padre, el gigante Daniel Toro, fallecido hace pocos meses atrás. Y desde entonces, no ha parado de nutrir al cancionero folklórico de piezas en todos los registros, lo que lo obliga a ser abierto a la hora de convocar a los invitados a su festejo. Ellos serán Chaqueño Palavecino, Lucio Rojas, Eugenia Quevedo, Lázaro Caballero, Los Nombradores del Alba, Raly Barrionuevo, Destino San Javier y Los Caligaris. “Mi viejo me sugirió venir a Córdoba. ‘Te vas a hacer un montón de amigos tantos pero ojo con los otros, lo que se te acercan con otras intenciones’”, comienza Toro en La Voz, ante un desayuno bajo en harinas. “Gracias a Dios, me he hecho muy buenos amigos que me han ayudado muchísimo. En Córdoba fui aceptado y querido, me abrieron la puerta desde el primer momento”, añade. “Era muy joven, muy chiquito y hoy miro hacia atrás y pienso en los errores que he cometido, que fueron muchísimos pero también necesarios para llegar a estos 30 años de carrera. Igual, creo que pesó el hecho de que siempre fui genuino y natural a la hora de actuar”, analiza. Facundo Toro apunta que vino a esta ciudad convencido de que iba a ser cantor: “Antonella, mi primera hija, ya tenía 10 meses y yo me las rebuscaba cortando el pasto o fileteando pejerreyes. No lo hice por necesidad, porque mi viejo nunca me privó de nada. Pero quería un futuro para mí sin depender de él. Hice eso hasta que se diera una oportunidad para hacer camino en la música”. Antes de continuar con la reconstrucción de su despegue artístico, Toro aclara que ya tenía una trayectoria junto a su “viejo”. “Canté con él desde los 14 años y recuerdo haberlo acompañado en Bolivia y en Jesús María. Me faltó hacerlo en Cosquín, al que terminé llegando como solista por una carta que mi papá le escribió a Julio Maharbiz en secreto, sin que me yo me entere”, asegura. E Flyer del Libertador de Facundo Toro. (Captura) –¿Por qué tomás a 1994 como el inicio de todo, entonces? –Mi primer disco salió en el ‘96, por lo que al momento llevaría 28 años de trayectoria, pero mi proyecto artístico nació en el ‘94, cuando mi viejo me dice “Facu, ya estás listo para seguir tu carrera, no podés estar todo el tiempo al lado mío”. Era un consejo de mi viejo, por el que siempre tuve adoración. Desde ese momento, empecé a escuchar más música y con más atención. Y así fue que entendí lo grande y hermosa que es Luna de Tartagal, del Chango Rodríguez. Y lo bueno que estaría grabarla con otra onda más allá de la expuesta en el original. En esa época estaba de moda Matador de Los Fabulosos Cadillacs con esa murga de cancha. Decidí arrancar mi versión así… Todavía no componía nada o tenía canciones “muy ahí”… –Pero tus primeros años tuvieron otro sacudón en materia de hits… –Sí, claro. Porque después mi papá me sugirió que grabara Pasacalle del amor. A mí, sinceramente, no me gustaba… Incluso tenía otra letra antes que era para niños. Mi padre insistió, le busqué una vuelta y digo “Bueno ¿para dónde vamos? ¿Por dónde encaramos?” y así fue como llegué a uno de mis mayores éxitos. –¿En qué barrio te estableciste por primera vez acá? –En barrio Pueyrredón, en la calle Padre Luis Monti y gracias a (la comunicadora) Silvia Majul. Su madre me alojó en su casa… Ahí conocí a Sergio Castro, quien después me llevó adonde alquilaba él. También llegué a vivir en el taller de un hombre que hacía herrería, Miguelito Mora, en barrio Yofre. Lo hice al poco tiempo que vinieron Antonella y su mamá, que por entonces era mi señora. Y ahí estuvimos un año hasta que empezó a andar Pasacalle… –¿Qué pasó antes de esa pegada? –No me daba bola nadie, no me abría las puertas a nadie. Me recibían por mi viejo, sí, pero notaba que no tenían interés. Necesitaba un apoyo para conseguir la plata y poder grabar. No era como ahora que te lo resuelve todo un amigo con la compu. Fue entonces que apareció Carlos Clavin, a quien le debo muchísimo de mi carrera. Fue el único que realmente se fijó en mí en ese momento. Me brindó un apoyo muy importante hasta que en 2000 empecé a trabajar con Daniel Nasser. Facundo Toro, a la altura de los grandes Cuando se le pide que marce tres momentos clave de sus 30 años de carrera, Facundo Toro pone por encima de todos al correspondiente a su consolidación como autor y compositor. “Empecé a grabar canciones con Julio Fontana, el autor Zamba para olvidarte y Mi mariposa triste. ¡De repente me daba bolilla Julio Fontana! Fue una aprobación muy grande, por más que yo haya sido el hijo de Daniel Toro. Julio no iba a componer conmigo si no me considerada con sustancia para hacerlo”, sostiene. “En 2001 todo se abrió un poco más por mi canción Lluvia y pude darme el lujo de grabar Princesa y Reina con un grande como Raly Barrionuevo, además de empezar a estudiar con los grandes poetas como Eduardo Falú. Volviendo a Raly, cuando grabamos Las Golondrinas (2006, relectura de un original de Eduardo Falú) también se produjo un antes y un después de mi carrera creo, porque ya empecé a ver la música como un artista experimentado, ya no aniñado o juvenil”, completa sobre el que considera su segundo gran momento. “Por esa versión, un día me lo encuentro a Falú en la puerta de Sadaic y me dice ´Te quiero felicitar por lo que grabaron con Raly; es la mejor versión que se hizo de mi canción’. Casi me desmayé de la emoción. En fin, con Fontana sentí que entré al mundo de los compositores y con Falú, realizado como intérprete”, complementa. Y ya entrando a su tercer highlight, Facundo dice que sintió un crecimiento artístico exponencial cuando puso su propio estudio de grabación, El Piano Records, donde grabó todo desde 2006. “Sentí que lo que producía ahí fue validado por el Turco Saba, el Tevi Cabotti el Portugués Da Silva. ‘Facu, suena bien lo que me estás mandando’, me decían. No sé, para mí eso fue clave; entendí el paso de lo analógico a lo digital”, resalta. Antes de continuar con la charla, Facundo Toro pide permiso para sumar un cuarto punto alto, que a estar altura parecía raro que no lo planteara: “Lo más importante de mi carrera, y te diría de mi vida toda, fue cuando subí al escenario en el Cosquín del ‘96 y mi viejo dijo ‘¡Declaro a mi hijo como mi heredero musical, para que ustedes hagan de él o no, lo que alguna vez hicieron conmigo’”. La guitarra de Casa Núñez que Daniel le regaló a sus seis años, la primera canción que le enseña (Yo vendo unos ojos negros), la rigurosa profesora salteña con nombre curioso (Sombra Luz)… Todos esos recuerdos se amontonan y hacen lagrimear tanto a Facundo Toro como a su entrevistador, testigo privilegiado de la explosión de popularidad del cantor en las noches festivaleras del folklore joven, de fines de los ‘90. Por supuesto que Toro se asume parte de aquella fiebre, y recorta el momento en que salió el video de Sin ti no valgo nada (1999), que solía mezclarse en los canales de música con el Ricky Martin más imperial. “¡Qué época! No sé si volverá a pasar algo así, pero a mí me sirvió para entrar en el corazón de la gente. Sigo allí, ahora con Los Nombradores del Alba, proyecto con el que llevó 14 años y en el que perdí a Danielito Campos como compañero. Tenemos que seguir porque él nos lo pidió. El martes le rendiremos homenaje”, cerró. 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