Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Javier Milei está lejos del Premio Nobel de Economía, pero acumula credenciales políticas

    » Panorama

    Fecha: 30/06/2024 21:55

    Sucede lo contrario a lo que el Gobierno cree: su plan político es sólido, coherente y tiene buenas chances de triunfar, a menos que sigan metiendo la pata en su plan de estabilización, hasta ahora precario e inconsistente. Por Marcos Novaro para TN En el arranque del gobierno de Javier Milei algo no cierra en el modo en que se discute la política económica, sus resultados y los de la lucha política. Por un lado tenemos la versión oficial: la desinflación en curso es irreversible, el nivel de actividad pronto va a recuperarse, porque la inversión va a crecer. Y si hay preocupación por el retraso del dólar oficial, la interrupción en la acumulación de reservas y el salto del blue, es pura histeria o mala intención de economistas fracasados. En cualquier caso, nada que mueva el amperímetro. Por otro lado, sabemos que cada vez que un ministro de Economía dice, como hizo Luis Caputo el viernes, que el mercado paralelo del dólar “es poco representativo”, porque “mueve unos pocos millones por día”, está queriendo minimizar un problema que no sabe cómo controlar. Lo que empalma con la evaluación, absolutamente preponderante entre los economistas, incluso los más ortodoxos y liberales, de que el Presidente y Caputo se equivocan en cómo están encarando la secuencia de sus medidas de estabilización. En particular en relación al cepo cambiario y la devaluación que haría falta para evitar problemas de competitividad mayores a medida que la desinflación avance. Y esa visión de las cosas pesa cada vez más en el comportamiento de agentes externos, como el Fondo Monetario Internacional, y de actores económicos importantes, como los exportadores, que por algo están liquidando sus operaciones con cuentagotas. O los inversores en bonos y acciones, que creen cada vez menos que se vaya a cumplir el pronóstico oficial de un peso devaluado al 2% mensual hasta fin de año o comienzos de 2025, y por eso no corrieron detrás de los papeles públicos por más que se aprobaran finalmente la Ley Bases y el paquete fiscal. Sin embargo, nada de eso hace mella en la opinión pública, que en gran medida sigue convencida de que el Gobierno solo necesita un poco más de tiempo, porque va por la senda correcta. Una idea que incluso se fortaleció en las últimas semanas, gracias al éxito de sus operaciones para quebrar las resistencias iniciales y destrabar las mencionadas leyes. En suma, el cuadro que tenemos delante es uno en que el Gobierno tiene éxitos políticos crecientes, pero no económicos. O los pocos que tiene en este último terreno, como el superávit fiscal y el curso declinante de la inflación en los últimos meses, son acotados y precarios, y está en duda que vaya a poder sostenerlos. Pese a lo cual, lo que él dice de sí mismo y de la situación es exactamente lo contrario: se presenta como un titán de la economía y como un poder precario y acosado por actores mucho más poderosos que él en lo político. Para lo cual exagera permanentemente su control de la economía, vanagloriándose de resultados supuestamente excepcionales y que le permitirían desmentir muy pronto y en forma inapelable a todos sus críticos. Mientras que hace lo opuesto en el terreno político y el juego institucional: según él su control de la situación en este campo es mínimo y seguirá siéndolo, porque supuestamente la enorme mayoría de los actores se le oponen, resisten sus iniciativas, e incluso vienen conspirando para hacerlo fracasar y, finalmente, voltearlo. Claro que algo de esto último hay, no tanto como un “golpe de Estado” en ciernes, como quiso hacer creer el presidente luego de los disturbios que acompañaron las últimas sesiones del Senado, pero sí como expresión de una oposición cerril y por momentos violenta, defensas corporativas del status quo que logran en no pocas ocasiones respaldo judicial y/o parlamentario, y en cualquier caso son capaces de generar más desorden en la economía y la vida cotidiana. Solo que estas expresiones de oposición y resistencia han mostrado ser minoritarias: de otro modo no hubiera alcanzado con los legisladores que formaban parte de Juntos por el Cambio (JxC) para aprobar los proyectos del Gobierno. Y además se demostró que los planteos de Unión por la Patria (UxP) y el resto de la izquierda son mucho más una ayuda para el Gobierno que una seria amenaza para sus planes. Le han permitido abroquelar a los moderados en torno suyo, y hacerlos colaborar con sus iniciativas con pocas exigencias de su parte, mientras deslegitimaba en general las protestas contra esas iniciativas, asociándolas a intereses de “la casta”, a las gestiones fracasadas del pasado y a todo lo que no funciona y atrasa en el planeta. Ahora bien: si logró todo esto con tan pocos apoyos iniciales en el sistema institucional, y en una situación económica de partida tan difícil, hay que decir que se exageró bastante el poder de sus adversarios, o el que estos tenían no lo supieron aprovechar, y en cambio él sí fue sacando buen provecho del suyo. Lo que nos lleva de nuevo al tema en cuestión: la viabilidad y alcance de su proyecto político. Milei y sus colaboradores tuvieron desde un principio, sino un plan, un objetivo político bien preciso hacia el que han sabido hasta aquí avanzar, aprovechando bastante bien las oportunidades que se les presentaron: polarizar la escena de modo de deslegitimar a sus contrincantes, y aprovechar la fragmentación de sus liderazgos, tanto en el peronismo como en el no peronismo, para agudizarla. Lo que en los últimos tiempos ha llevado a un marcado debilitamiento de los partidos otrora aliados en JxC y un resquebrajamiento de la disciplina en el PJ. Todo indica que en lo que sigue prevén profundizar el uso de esos dos instrumentos, polarización y fragmentación, aprovechando todos los recursos con que cuenta el Ejecutivo para poner a la defensiva a legisladores, gobernadores y demás actores de las fuerzas de oposición. Y seguramente podrá seguir sacando ventaja también de la cronología de errores con que han ido cargando sus espaldas quienes todavía ofician como referentes principales de esas fuerzas, Cristina Kirchner y Mauricio Macri. No llama la atención, por eso, que para Milei sea más difícil lidiar con las contundentes realidades de la inflación crónica, la renuencia de los empresarios a invertir y la fuga hacia el dólar a la que ellos y todo el resto de la sociedad recurren a la primera de cambios, que con los desafíos que puedan plantearle Macri o Cristina, o en su defecto, Kicillof y Lousteau. Si la economía acompaña, entonces, todo indica que el oficialismo, continuando por el camino que viene y sin hacer mayores esfuerzos, tendrá buenas posibilidades de mantener la iniciativa, consolidar su predominio en la nueva escena política, y triunfar en las elecciones de medio término del año próximo. Y hacerlo solo, sin necesidad de aliarse con nadie, sumando apenas los candidatos y referentes territoriales imprescindibles para que alguien sostenga su bandera en los distritos. Porque la oposición, además de dividida, seguramente seguirá padeciendo los otros problemas que hoy muestra: falta de ideas e incluso de un diagnóstico de a qué se enfrentan, líderes nacionales desgastados y envejecidos, referentes distritales y locales que tratan de despegarse lo más posible de esos líderes nacionales. Y la economía, ¿va a acompañar? Esa es y seguirá siendo la principal incertidumbre en los próximos meses: si el Gobierno tendrá o no el combustible de ese origen que necesita para sostener su plan político. Lo que va a depender de cómo pase de la fase inicial y “fácil” de la estabilización, que está concluyendo, a la gestión de un plan más consistente, abarcativo y duradero. Mientras más tiempo pierda en realizar ese tránsito y menos se esmere en corregir los problemas que él mismo estiró o agregó durante la emergencia, peor será su situación cuando llegue la hora de consolidar o rifar las ventajas políticas que hasta aquí consiguió. Aunque en esa tarea va a poder echar mano aún a otro recurso político que ha sabido desplegar, y viene manejando también con cierta maestría: la desactivación de demandas. El mensaje del presidente, explícitamente dirigido a los empresarios aunque en verdad por elevación destinado a toda la población, ha sido en este sentido muy claro y contundente: “Yo les garantizo la estabilidad macroeconómica, ustedes deben hacer el resto”. Lo que significa que ni él ni el Estado tienen porqué proveer ninguna de las otras soluciones que el país espera, y con las que habitualmente se recarga a nuestros gobiernos. Salvo las de seguridad y contención de la pobreza. Así, por más que crezca en los próximos meses la preocupación por los salarios y el empleo, por la educación, la salud o la calidad de la infraestructura y los servicios, es probable que eso no melle el apoyo que él viene recibiendo.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por