Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Primero yo: ¿cuál es el punto de partida para transformar nuestra vida?

    » TN

    Fecha: 30/06/2024 19:06

    Tengo un debate con mi terapeuta que nunca termino de saldar. Muchas veces, ella vuelve a la pizarra y me hace el mismo dibujo. “Ya sabés como es. Si tu tacita está vacía, no podés pensar en llenar la de los otros”. Las dibuja, con humito incluido y me recuerda que tengo que seguir fortaleciendo el límite y tratar de darme primero a mí misma para poder estar disponible para los demás. Si uno no tiene, ¿qué puede ofrecer? Las metáforas en Gestalt a veces son muy simples y muy reveladoras. Cuando uno encuentra un espacio a salvo y se entrega a los ejercicios, hay verdades que emergen, hay un “darse cuenta” inevitable, porque la mente se serena y lo que es se manifiesta. Estoy muy agradecida por los movimientos hechos que me ayudan a desatar algunos nudos internos a los que probablemente no hubiese llegado de otra forma. Leé también: “Podrías haberlo hecho mejor”: un llamado a recuperar la benevolencia con nosotros mismos Sin embargo, la metáfora de la tacita y la insistencia de tener que “llenarme” primero yo me rebela y me incomoda. También lo ha visto funcionar al revés. A lo largo de la vida hemos tenido muchas experiencias en las que, a pesar de estar exhaustos emocionalmente, agobiados por problemas vitales y vagando sin rumbo, pudimos regresar a la superficie gracias a un acto generoso, poniéndonos al servicio de alguien más. Ayudar a otras personas también es un rescate y una reconexión. Nos regresa a la vida. También es cierto que, a veces, necesitamos cuestionarnos en qué y en quienes ponemos nuestro tiempo y energía y reconocer que estamos empujando y sosteniendo en exceso. Hay momentos en los que se vuelve prioritario regresar a nosotros mismos, tomar contacto con las propias necesidades postergadas y hacerles lugar Ponete en tu propia agenda Cuando logramos empezar a incluirnos en nuestra propia agenda, nos ofrecemos también la posibilidad de hacerle espacio a lo que verdaderamente importa, a lo que nos nutre, nos ordena y nos da refugio. Podría parecer un llamado contracultural y de cierta manera sí lo es. Nos han enseñado que priorizarse es egoísta y desconsiderado. Hace un tiempo publicábamos esta nota en este mismo espacio y reflexionábamos sobre el poder de los nuevos hábitos y lo difícil que resulta a veces postergar las necesidades, las demandas y las exigencias para recobrar el equilibrio. Empezar por uno mismo quizás no sea el único punto de partida La metáfora de la tacita y empezar por uno mismo me sigue rebelando porque no estoy segura si para todos funciona igual y el único punto de partida para sentirnos mejor es recuperar lo propio. Muchos de nosotros lo sabemos y lo hemos experimentado. A veces la tacita de uno empieza a volver a llenarse cuando hace un acto desinteresado y amoroso para otras personas. En ocasiones, cuando sentimos que nuestra vida es una maraña de situaciones por resolver, recuperamos la fuerza, ofreciendo un dato, una herramienta a otra persona que quizás la está pasando peor. Eso nos conecta inmediatamente con otra frecuencia, con la energía de la benevolencia y de la compasión, de la que quizás nos habíamos alejado, y es entonces cuando la solución a lo propio se manifiesta por añadidura. Ayudar a otras personas también es un rescate y una reconexión. Nos regresa a la vida. ¿Cómo podría yo hacer algo por otro si no puedo ayudarme a mí misma? ¿Quién soy para dar un consejo, para intentar una respuesta, si no encuentro las propias?Muchas veces caemos en esa trampa y nos deshabilitamos. Creemos que solo cuando hayamos alcanzado una vida impecable y una gestión de las propias emociones muy eficiente, podremos colaborar con otras personas. Sin embargo, los amigos, los compañeros de trabajo, un desconocido que nos cruzamos en la calle y una mínima experiencia en la que podemos aportar y nos devuelve algo de valía, abre un atajo inesperado que nos regresa al camino que parecía truncado. Estoy segura de que todos tenemos un sinfín de experiencias en donde recuperamos la fuerza individual, poniéndonos al servicio del otro y de lo otro. Empezar por uno mismo es un camino. (Foto AdobeStock) Cada uno tiene sus propias formas para conectar con lo que lo rescata, para descubrir de dónde emerge su propia fuerza. Hay quienes se sostienen desde su mundo interior, para otros, es gracias a su familia, sus amigos, su red. Muchos de nosotros también nos sentimos sostenidos por lo que se manifiesta en la naturaleza, por Dios y por nuestro sentido de pertenencia a algo más. Leé también: “Podemos recuperar el equilibrio emocional que tanto ansiamos”, una conversación con Marian Rojas Estapé En la búsqueda de sentido y de crear una mejor vida posible, recuperar el amor hacia nosotros mismos y el autorrespeto es una respuesta valiosa. Recordar quienes somos, mirar como nos hemos traído hasta aquí, volver a contarnos nuestra historia de una forma más amorosa nos sana. Otras veces no es hacer más ni mejor, sino retirarnos de los grupos que ya no, suspender las conversaciones que nos dañan, hacer un ejercicio para dejar de alimentar la queja y el autoboicot. Para algunos es valentía para dar un paso hacia lo incierto, para otros es la valentía quedarse quieto, de habilitarse a descansar y a reivindicar todos esos lugares en donde podemos ser lo que somos sin disfraces, ni poses. Y muchas más veces es ayudar, hacernos presentes, es un llamado, un gesto de amabilidad y una respuesta a tiempo que tampoco es de nosotros si no a través de nosotros. Sé que es cierto. Uno no puede dar lo que no tiene, ni ofrecer lo que no tomó, pero a través de un acto solidario, benevolente y compasivo, también podemos descubrir que sí somos capaces, que tenemos más de lo que creemos y que nuestros aprendizajes a través del dolor tienen un sentido inesperado. Que así sea.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por