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  • José Parada, un venezolano que se enamoró de Mar del Plata

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    Fecha: 30/06/2024 18:35

    José Gregorio Parada nació en Bailadores, Venezuela. Es licenciado Magna cum Laude en Letras por la Universidad de Los Andes y realizó un Máster de español y otro en Literaturas Nacionales Comparadas Francesas en Universidad François Rabelais de Tours, en Francia, donde también se doctoró en Lengua y Literatura Francesa por la Universidad de Niza Sophia Antipolis. Ha sido docente en distintas universidades, escribe para revistas internacionales y es autor de cerca de 20 libros. Ha ganado premios y, además, es uno de los mejores especialistas en Julio Verne. Ya visitó 30 países y vivió en seis de ellos, pero ahora es el turno de Mar del Plata, a la que lo une otra cuestión, el amor por su hija. “Yo estaba en Estados Unidos dando clases y decidí venirme para acá. Hay una razón sentimental, una razón de nexo familiar inaplazable, porque mi hija no podía irse a Estados Unidos, ella estaba en Venezuela, pero pudo venirse para acá en 2019. Ahí me lo propuse como proyecto, pero, además, también traía un segundo propósito que era el de escribir. Así que vine a quedarme con mi hija y a escribir y todo, realmente, ha sido muy provechoso”, comienza contando José Parada. Él no conocía nada de Mar del Plata. Había estado una vez en Mendoza en un congreso y un amigo, un venezolano que vivió en Mar del Plata, le había dado algunas pocas referencias, sobre todo sobre la forma en que se siente el frío en esta región. Pero eso no lo amedrentó. “La primera imagen que tengo de la ciudad es, por supuesto, el mar. Pero con Mar del Plata pasa otra cosa. Yo sé que mi lugar está en Niza, Francia, pero me la cofundo todo el tiempo con esta ciudad. Creo que, eso casualmente, ese equivocarme es muy significativo por el parecido de sus costas, sus colores. Me trae tantos recuerdos que es como si fueran la misma y por eso me confundo”, sostiene. La costa de Niza, su lugar. -Luego de haber pasado por tantos países, ¿qué desarraigo es el que más le duele? - Yo, desde que era adolescente, tuve la experiencia de poder estar fuera del país. A los 17 años me gané una beca y me fui a Jamaica. Ese fue mi primer contacto con otro país y desde entonces no dejé de viajar. La vida me dio esa bonita oportunidad, porque nunca he tenido dinero y vengo de un hogar bastante humilde, pero supe moverme, supe conseguir oportunidades y pude viajar bastante. Yo rescato algo así como tres etapas de mi vida: una primera, la de estudiante feliz, de niño y adolescente, en un país donde lo teníamos todo. Mi papá era barrendero en la escuela donde yo estudié, ganaba suficientemente bien como para que nosotros viviéramos más o menos con cierta holgura. Y mi mamá trabajaba en casa, ella hacia cualquier cosita en casa. A pesar de ese origen humilde yo puedo decir que tuve acceso a la universidad y a hacer muchas cosas sin mayor cantidad de dinero en el bolsillo. Esa etapa de felicidad la añoro en mis recuerdos, los que están anclados a esa etapa tan bonita. Luego, una segunda etapa, la que corresponde ya a mi formación universitaria para luego ir a Francia, estar casado, tener hijos y ver cómo el país empieza a deteriorase. Es una etapa donde vivo comparando entre un antes y un después, como muchos venezolanos. Y luego, en tercer lugar, el hecho de tener que tomar la decisión y dejar el país, no sé si para siempre, pero dejarlo en todo caso. Yo lo siento como una especie de exilio voluntario. - Y de esas tres etapas, ¿cuál es el recuerdo que más extraña? - A ver, yo extraño a mi familia, es verdad. Es uno de mis puntos, porque tengo nueve hermanos que están en Venezuela. Extraño a algunos de ellos, a mis sobrinos, extraño el pueblo natal porque, bueno, es un sitio muy lindo, con unos paisajes muy bonitos que uno asocia a las vivencias que tuvo ahí, ese es el primer punto. Pero trato de no hacerlo con mucha frecuencia porque sé que eso daña y, además, también sé que uno no puede regresar porque eso ya es parte de la historia de cada uno, uno no puede estar todo el tiempo en 1970 o 1980. Son discursos cargados de nostalgia que hacen daño y sirven de comparación, es verdad, pero yo lo repito a mis hermanos y mis amigos, nunca podremos volver a repetir todo eso, por más esperanzadores que sean nuestros pensamientos, no podemos volver atrás. Yo les digo a mis hermanos, con dolor se los digo, pero no estaremos todos juntos en una mesa, no habrá ese momento. Las cosas hay que asumirlas y hay que tomar nuevos retos. Parada en la Universidad Muskingum de Ohio. José Parada nació en 1968 en Bailadores, un pueblo del distrito de Mérida ubicado en plena cordillera andina a 800 kilómetros de Caracas. En el 2013 regresó, después de su doctorado en Francia, a Venezuela y de ahí tuvo su primer contacto con la Argentina, al asistir a un congreso en Mendoza en el 2015. “Me fui queriendo volver a la Argentina, pero de visita, no para vivir”, cuenta. Pero en 2017 tuvo que tomar una decisión drástica, según cuenta él mismo Parada, “Regresé con mi doctorado y pensé que con ese título podría vivir dignamente, pero no era así. Entonces decidí pasar un tiempo en México y luego pasar a Estados Unidos, donde pude realizarme dando clases e investigando en distintas universidades”. Por esos años, su hija decide venirse a vivir a la Argentina, a Mar del Plata más exactamente, y él decide, una vez más, partir, pasar por encima de su Venezuela y llegar a este país para instalarse. “Tomé una decisión un poco drástica, dejar mi trabajo en Estados Unidos donde estaba bastante bien, y me vine para acá a no trabajar, a quedarme a escribir. Era una cosa muy alocada. De hecho, todos me preguntaban si yo estaba loco, porque acá todos estaban con eso de irse”, cuenta. - ¿Cómo llega a los libros, al amor por la literatura? - En mi casa, cuando yo era niño, había pocos libros. Pero a uno de mis hermanos le dio, por fortuna y en buena hora, ponerse a comprar libros. Él era un buen lector y mi papá leía el periódico todos los días y siempre tenía un librito de cabecera también, pero en casa se empezó a leer mucho cuando yo era preadolescente, recién. Así que eso fue una suerte fabulosa, así pude consumir montón de enciclopedias, montón de novelas y montón de libros que me causaron mucha curiosidad e impresión. Ahí nació el gusto por la lectura y la escritura, pero nunca estuvo en mi cabeza ni estudiar letras ni nada, yo me perfilaba por las ciencias, de hecho, hice mi bachillerato en ciencias. Yo soy amante de las matemáticas tanto o mucho más que de las letras, me encantan, pero tenía que escoger. Entonces me inscribí en la Escuela de Letras, gané una beca en Jamaica y ese fue mi primer desarraigo, luego volví y leí mucho y estuve viviendo mi vida de bohemio para luego inscribirme en la universidad y trasladarme Mérida, a cien kilómetros de mi pueblo, donde empecé Letras y Turismo al mismo tiempo, pero al turismo solo lo practiqué. La costa de Niza, su lugar. El profesor y escritor José Gregorio Parada siente un encanto especial por Mar del Plata. Le gusta su vida cultural, la posibilidad de caminar para todos lados por más lejos que sea y la define como una “una ciudad muy humana”. Pero su espíritu es viajero, es difícil de quedarse quieto en algún lugar. “Mar del Plata ha significado mucho para mí, porque significó especialmente el reencuentro con mi hija después de un paréntesis extraño por el que pasamos. Para mí era muy importante reencontrarla, así que Mar del Plata es el equivalente a estar con mi hija, o sea, es mucho para mí”, sostiene. A José Parada nunca se le había cruzado por la cabeza venir a vivir a Argentina, venir a vivir tan “abajo”, como dicen en su país al referirse al sur. Pero tuvo que pasar Mar de la Plata y el amor de su hija para convencerlo.

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