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  • ¿La base está? Pasó la transición y viene una nueva etapa para la macroeconomía

    Buenos Aires » AmbitoWeb

    Fecha: 30/06/2024 17:55

    Los datos invitan a la reflexión de cara no solo a la anunciada finalización del esquema de transición existente, sino fundamentalmente a la nueva configuración macroeconómica que el gobierno tiene en mente. Esta semana se conocieron varios datos correspondientes al primer trimestre del año, que si bien no debieran haber sorprendido a nadie, invitan a la reflexión de cara no solo a la anunciada finalización del esquema de transición existente, sino fundamentalmente a la nueva configuración macroeconómica que el gobierno tiene en mente. La fuerte caída de la inversión (-23,4% ia.), inducida por la retracción del consumo tanto público como privado (-5% y -6,7%, respectivamente), explican el desplome interanual de los niveles de actividad en los tres primeros meses del año, duro golpe para una economía como la argentina, estancada en los niveles de 2012. Entre los sectores afectados se destaca la construcción (-20%), la industria (-14%) y el comercio (-9%), golpeados por varios de los elementos que siguen siendo parte del set de políticas del gobierno, como el freno de la obra pública o la licuación de ingresos y ahorros . Por el contrario, tanto el sector agropecuario (+10%) como la minería (+8%), mostraron variaciones positivas, en el primer caso y al menos en parte por efecto de la base de comparación, afectada por la sequía que inició en 2022 y se profundizó en los primeros meses del 2023. La magnitud de la caída, la incertidumbre sobre el régimen monetario que se avecina, así como algunos de los rasgos estructurales que hacen a la estructura laboral argentina, arrastraron a la baja tanto al empleo como a los ingresos reales, en el marco de un fuerte aumento de la desigualdad, el mayor en los últimos 4 períodos presidenciales. ¿Ajuste expansivo o mayores restricciones a mediano y largo plazo? Dado el nivel de desequilibrios a los que se enfrenta la economía argentina, todo esquema que pretenda recuperar y sostener una tasa de crecimiento económico suficiente para acelerar la generación de más y mejores oportunidades de empleo formal requiere no solo un programa de estabilización a corto plazo (hasta aquí ausente), sino también de una serie de cambios estructurales que permitan morigerar las principales restricciones a mediano y largo, que atañen no solamente a las cuentas internas y externas sino también al plano laboral y distributivo. Las brechas de empleo e ingresos La fuerte caída en la producción de bienes y servicios resulta suficiente como para entender la destrucción de puestos de trabajo que se vio en el primer trimestre del año, llevando el desempleo abierto al 7,7%, 0,8pp. por encima de los registros de un año atrás. Los tramos más afectados fueron los de mayor flexibilidad, precarizados y/o de baja calificación, mayormente ligados a los sectores del comercio, la industria y la construcción. Me interesa, sin embargo, explicitar el del empleo como un desequilibrio pero a mediano y largo plazo, dada la dependencia que el mismo tiene al crecimiento de la economía, principalmente en los segmentos más estructurados, motor último desde donde recuperar ingresos reales, apuntalar la distribución y pensar en una baja significativa de la pobreza. La demanda de trabajo depende del crecimiento de la actividad y los ingresos (el que produce lo hace generalmente para vender), pero también de la expectativa que una situación que se considera favorable lo siga siendo en un lapso razonablemente largo de tiempo. Por lo que el desafío hacia delante supone no solo volver a crecer, sino también hacerlo de forma sostenida, a fin de absorber aceleradamente el exceso de oferta que tiene el mercado, que se expresa en una elevada incidencia de posiciones informales, tanto asalariadas como independientes, las cuales han actuado históricamente como refugio al desempleo y suponen un límite concreto también a las posibilidades de mejora económica y social. Que el problema trasciende a la coyuntura, se encuentra atado a las posibilidades de crecimiento y a la reducción de la informalidad, lo refleja también el desequilibrio en la distribución del ingreso. Preocupa y mucho lógicamente el cimbronazo actual al salario (incluso al privado formal, casi 15pp. por debajo de igual período de 2023), que retroalimenta fenómenos ya conocidos como el de la ocupación y subocupación demandante o el de trabajador secundario, orientados a complementar la merma real de ingresos. Pero sin un cambio de rumbo las brechas actuales podrían incluso empeorar. Por un lado, y en términos macroeconómicos, recuperar y sostener un proceso de crecimiento apelando solo al aumento de las exportaciones para ajustar las cuentas externas obligará al gobierno a mantener muy a raya la participación del salario en el producto, forzando eventualmente a nuevas bajas si la productividad no acompaña. Por el otro, las mejoras en términos del índice de GINI van a seguir muy atadas a lo que pase con la informalidad laboral, dada la fuerte penalidad de ingresos existente respecto a las ocupaciones formales (superior al 35%), y creciente a medida se desciende a los últimos deciles de la distribución. Más del 80% del ingreso de los hogares en nuestro país provienen del empleo, por lo que no solo la informalidad sino también los vínculos aquí descritos con la desigualdad y la pobreza refuerzan la necesidad de ser más audaces a la hora de planear un sendero de desarrollo. De la estabilización al crecimiento La Argentina tiene actualmente las condiciones para dar un salto exportador y convertirse en un proveedor clave de los insumos para la transición energética, con proyecciones al 2030 que llegan a USD32 mil millones en el caso de energía y a cerca de USD15 mil para las exportaciones de minerales como el litio, cobre, oro y plata, entre otros. Se trata de sectores con importantes encadenamientos productivos, efectivos y potenciales, que con escala suficiente pueden mejorar significativamente los multiplicadores de actividad y empleo en otros sectores y actividades como generación y distribución, servicios conexos, minería de piedra y metalífera, metalmecánica y siderurgia, entre otros. De esta forma la estrategia de estabilización debería no solo atacar de forma simultánea todos los desequilibrios en el corto plazo, sino que necesariamente debe acompañarse de políticas que promuevan y refuercen el cambio estructural, en el marco de una agenda que excede y por largo la lógica de solo subsanar fallas de mercado. Crecer, acelerar la generación de empleo y mejorar la distribución del ingreso en el siglo XXI supone insertarse en los nuevos paradigmas tecnológicos, crear y moldear mercados, explotar externalidades localizadas y apostar por grandes proyectos estructurantes, dando dinamismo a la estructura productiva local. Economista CECA, exvicepresidente BCRA

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