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  • "El oso", temporada tres: cambia el menú pero se mantiene la calidad

    » La Capital

    Fecha: 30/06/2024 15:09

    La temporada tres de "El oso", que se acaba de estrenar en EEUU y se podrá ver en Argentina desde el 17 de julio por Disney+, arriesga tanto como su protagonista Tras su estreno en 2022, “El oso” se convirtió en una de las series revelación de ese año. La historia del prestigioso chef Carmy Berzatto (interpretado por Jeremy Allen White), que vuelve al negocio familiar de sándwiches después de la muerte de su hermano, conquistó rápidamente al público y las críticas por sus personajes entrañables, y por su dinámica narrativa que emula la dualidad del universo gastronómico: una intensidad desconcertante combinada con una belleza encantadora. La segunda temporada, estrenada a mitad de 2023, profundizó el suceso. El relato de cómo el equipo del protagonista, formado por su socia Sydney (Ayo Edebiri), su primo Richie (Ebon Moss-Bachrach), su hermana Natalie (Abby Elliott), los cocineros Marcus (Lionel Boyce) y Tina (Liza Colón-Zayas), y su amigo Fak (Matty Matheson), se prepara para transformar la vieja sandwichería en un restaurante de primer nivel (el cual lleva el nombre de la serie), lo tuvo todo: drama familiar (con la actuación especial y brillante de Jamie Lee Curtis como la mamá Berzatto), romance (Carmy se reencuentra y entabla un vínculo con Claire, una amiga de la infancia) y muchos momentos de vértigo culinario: platos que no salen, dinero insuficiente, burocracia y el tiempo que nunca, nunca alcanza. “Cada segundo cuenta”, repite el chef y recuerda un cartel en su cocina, en todas las cocinas donde trabajó. “El oso” replica esa máxima: cada detalle cuenta, cada cuadro cuenta algo. De esta forma, la parte dos se convirtió en lo más visto en streaming en todas las plataformas de Estados Unidos durante la semana de su estreno. Según FX, donde es emitida en EEUU, fue el estreno más visto de la historia de la cadena. En plataformas públicas de reseñas como Rotten Tomatoes, acumuló un porcentaje casi perfecto. En los premios Emmy, se quedó con seis estatuillas: Mejor serie de comedia, Mejor actor en una serie de comedia (Allen White), Mejor actor de reparto en una serie de comedia (Moss-Bachrach), Mejor actriz de reparto en una serie de comedia (Edebiri), Mejor dirección en una serie de comedia (Storer), y Mejor guion en una serie de comedia (Storer). Con este historial, la temporada tres llega con una carga alta de expectativas. El pasado jueves 27, fue estrenada en su totalidad en la plataforma Hulu. En Argentina, se podrá ver a través de las ahora combinadas Star+ y Disney+ desde el próximo 17 de julio. Una de las virtudes de “El oso”, sobre todo en la temporada dos, es correr los límites de lo esperable en cuanto a narración seriada. Si bien por un lado sostiene una estructura sólida y tradicional (los personajes tienen que lograr un objetivo concreto y la audiencia los acompaña en ese camino), por otro propone abordajes novedosos, como dedicar capítulos enteros a personajes específicos, interrumpiendo la continuidad y a la vez haciendo avanzar la trama. Los capítulos centrados en Marcus, Tina y Richie no sólo son memorables sino que dan cuenta (en menos de media hora) de la transformación individual de cada uno para ser parte de ese proyecto colectivo, a partir del esfuerzo, la curiosidad y la sensibilidad que Carmy transmite y contagia muy a su modo, caracterizado por un apasionamiento parco, implacable. Un cambio arriesgado de menú El primer episodio de la tercera temporada empuja todavía un poco más los parámetros del relato televisivo. Si la segunda jugaba con la linealidad y la espesura del tiempo (cada segundo cuenta), esta transcurre sus primeros treinta minutos en la vorágine de la mente de Carmy. A partir de acá, habrá algunos spoilers. En la misma noche de la preapertura de “El oso”, en la que se quedó encerrado en una heladera durante lo más álgido del servicio, el protagonista inicia un viaje introspectivo que lo hace replantearse todo. Mientras reconfigura el menú de su propio restaurante, recuerda su paso formativo por algunos de los establecimientos culinarios más distinguidos del mundo, con cameos de renombrados chef reales como Daniel Boulud, dueño de “Daniel” en Nueva York, o René Redzepi, de “Noma” en Copenhaguen. También aparece el ficticio David Fields (interpretado por Joel McHale), un jefe abusivo que dejó una marca indeleble en la subjetividad y autoestima de Carmy, y Andrea Terry (encarnada por la ganadora del Oscar Olivia Colma), exigente pero amable. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por The Bear (@thebearfx) >> Leer más: El oso (segunda temporada): Familia, herencia y ollas hirviendo Entre sus evocaciones, también aparecen otros momentos fundamentales para el camino del personaje hasta ese presente, esa noche de inauguración que no es capaz de dar por terminada: la muerte de su hermano Michael, las violencias y exigencias de su núcleo familiar, el amor de Claire (que está en riesgo tras un desencuentro en el final de la segunda), el momento en que decidió dejar Chicago para ir a estudiar y trabajar en la Gran Manzana. Carmy no sólo rehace la lista de platos sino que repite su lista de puntos “no negociables” para abrir su restaurante, a partir de lo que revelan sus recuerdos. Uno de esos, surgido del trauma que le dejó Fields ordenándole “sustraer” elementos de los platos, es “menos es más”. El siguiente paso es proponerle a Sydney un cambio radical para “El oso”: cambiar el menú todas las noches. La socia, talentosa pero siempre insegura, cuestiona la idea, sobre todo para un momento tan frágil y delicado como son las primeras semanas de funcionamiento de un local gastronómico. De cierta forma, este primer episodio anuncia lo que la serie hará narrativa y estéticamente a lo largo de la tercera temporada: “sustraer” lo que ya funcionó (y lo que se espera) y reinventarse para tomar riesgos, para mostrar lo que son capaces de hacer (como le dice Carmy a Sydney, cuando ella le pregunta por qué embarcarse en la aventura de cambiar de platos todas las noches). En esto, la apuesta puede sonar un poco pretenciosa e innecesaria, pero también es un gesto de audacia creativa en tiempos de algoritmos y fórmulas, donde justamente se le pide a las ficciones (y sobre todo a las originales) repetir hasta el hartazgo lo que funciona. En este nuevo corrimiento, es posible que “El oso” resigne parte de su popularidad o de sus puntajes perfectos. Pero a su vez, así como el protagonista tiene sus “no negociables”, la serie se afirma en sus rasgos característicos que enamoraron al público y las críticas: la intensidad de las cocinas (con esos montajes desenfrenados y precisos como cuchilla de chef que invitan a sentarse al borde del asiento), los mismos personajes complejos y profundamente humanos (falibles, contradictorios hasta el hartazgo), y la misma sensibilidad que inyecta luminosidad, sin ingenuidad, incluso en las situaciones más adversas. A pesar de este sustantivo cambio de clave, “El oso” sigue siendo una ficción exquisitamente actuada, filmada y narrada.

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