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  • Los resultados electorales en Francia y la relación entre república y democracia

    » Clarin

    Fecha: 30/06/2024 15:03

    El domingo 9 de junio, el presidente Macron disolvió la asamblea y convocó a elecciones para renovarla. En su mensaje, afirmó que su objetivo era abrir un tiempo de “clarificación”. El avance de partidos de extrema derecha en Europa y que, en Francia, amenaza la cohesión social, agregó, requiere que el pueblo se exprese. El mensaje no produjo el efecto esperado: “equivocación histórica”, acto imperdonable e irresponsable que forzaba una crisis política de consecuencias imprevisibles fueron algunas de las reacciones. La gravedad y la incertidumbre que todos a asignan a la situación revelan un conflicto más complejo. Disolver la Asamblea está previsto en la Constitución de la Vª República. Para resolver un conflicto grave entre dos formas de la representación política. Por un lado, la representación del conjunto del pueblo, que encarna el presidente, la única autoridad elegida por sufragio universal directo por el pueblo en su conjunto. De allí que el presidente sea “irresponsable políticamente” y que la responsabilidad sea transferida al gobierno. Por el otro, la representación parlamentaria, que se construye eligiendo un diputado por cada una de las 577 circunscripciones en las que se divide el país; el parlamento expresa, entonces, la adición de los diputados que, en sí mismos, solo representan las circunscripciones y que se agrupan por su pertenencia política. La contrapartida de la irresponsabilidad del presidente son las atribuciones del gobierno. La tradición, no obstante, hizo que el presidente retuviera algunas funciones esenciales: el control del arma nuclear, la defensa y la política exterior. Disolver la asamblea es un acto individual del presidente que recrea el acto fundador de su legitimidad política, que recuerda su poder de encarnación y que crea una situación excepcional. Suprimir el Parlamento implica que el presidente asume que la mayoría relativa que posee le impide formar gobierno y que reanuda un diálogo sin intermediarios con el pueblo para resolver el bloqueo y recuperar la mayoría parlamentaria. Los resultados del primer turno acaban de conocerse: las encuestas parecen confirmarse. El segundo turno, el 7 de julio definirá si habrá o no una mayoría absoluta. Sea cual sea el resultado, es muy probable que Macron agregue una nueva experiencia de cohabitación. Algo no parece haber salido bien. No es la primera vez que se produce una cohabitación. Ésta parece tener una gravedad particular. La primera cohabitación fue entre Mitterand (PS) y Chirac (gaullista) entre 1986 y 1988. Mitterand fue reelecto en 1988. La segunda fue entre Mitterand y E. Balladur (gaullista) entre 1993 y 1995. A pesar del conflicto con Balladur, Chirac fue electo presidente. La tercera fue entre Chirac y Jospin (PS) entre 1997 y 2002. Igual que Mitterand en la primera cohabitación, Chirac también fue reelecto al final de la cohabitación. Así, la cohabitación no impide que el presidente gane la elección siguiente esperando un debilitamiento del gobierno; estas experiencias crearon una forma de entendimiento sobre puntos esenciales aun cuando no estuvo exenta de conflictos; finalmente, las tres cohabitaciones fueron protagonizadas por los dos grandes partidos que durante muchos años ordenaron la Vª República que compartían una concepción política y una convicción europeísta. La que se anuncia difiere en varios aspectos. No está claro si las elecciones crearán una mayoría absoluta; en ese caso, se abriría una negociación para formar gobierno, pero la extrema distancia entre los partidos quizás la impidan. Aun cuando sea inédito y poco probable, la ingobernabilidad que resultaría podría obligar a Macron a dimitir. Pero, aún en el caso de una mayoría absoluta, Macron no podrá ser reelecto en 2027 pero podría ejercer todas sus atribuciones para obstaculizar al gobierno; las posibles formaciones políticas que cohabitarían tienen posiciones sobre política exterior que impugnan, con distinto énfasis, la Unión Europea; el PS y el Gaullismo están siendo reemplazados, desde hace varios, por versiones más extremas: el socialismo vio surgir una opción más extrema (Francia Insumisa-Melénchon) y la derecha tradicional ha sido completamente superada por la extrema derecha (Agrupaciónn Nacional-Le Pen); los dirigentes que cohabitaron formaban parte de la clase política experimentada por varios años de actividad y francamente europeístas. Será, entonces, una cohabitación muy compleja. Su complejidad también deriva de otra disputa. El conflicto de representación no basta para comprender el sentido grave de la coyuntura. Dada la naturaleza de los grupos políticos, Francia parece asistir a una tensión entre una concepción de la República y el sentido de la Democracia. La sustancialización de la democracia, que abrazan los partidos que podrían cohabitar, se apoya en que el voto mayoritario es la única lógica de la democracia, que la ley de la mayoría es el principal criterio que la define; el pueblo o la nación son sus referencias.

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