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    » Diario Sanjuan

    Fecha: 30/06/2024 13:42

    Una historia que es imagen del país Volvió a cambiar de dueños la fábrica de galletitas Por Juan Carlos Bataller Plana La noticia de esta semana es que Argensun Foods, el grupo argentino fundado por la familia Díaz Colodrero, adquirió el 50% del capital accionario y el control estratégico de la operación de la fabricante de galletitas Tía Maruca. Son los mismos que producen las Pipas, el snack de semillas de girasol. Eso le permitió a la firma que tiene su planta principal en San Juan, en la fábrica Dilexis en Albardón, homologar el concurso de acreedores en el que se encontraba Tía Maruca, además de poner al día los sueldos y pasar a cero los cheques rechazados. Por lo tanto, la fábrica de galletitas de Albardón tiene nuevo dueño, con nuevos sueños y nuevos proyectos. Y la Fábrica de Galletitas tiene una historia muy parecida a lo que pasó el país en los últimos 50 años. La primera propietaria de la fábrica fue Sasetru. Empezó su construcción en 1976, invirtieron 25 millones de dólares y no pudieron abrir. Claro, en medio pasaron muchas cosas. La firma se fundó en 1949 y su nombre era un acrónimo formado por las primeras letras de los apellidos de sus tres primeros socios, Jorge Salimei (padre), Ángel Seitún y Fermín Trucco Aguinaga. Crecieron con muy buena relación con el peronismo. La empresa Sasetru, era a mediados de los años ’70 la principal productora de alimentos de Argentina con más de 10 mil empleados, diez establecimientos fabriles y presencia en ciudades de Europa y América que la consolidaron como la primera multinacional argentina. Y como pasó como el país, los militares marcaron su hoja más negra. Con el golpe militar, empezaron las presiones de quienes gobernaban para que vendieran la empresa. «Fue el mayor genocidio laboral y económico que se cometió contra una empresa. Lo hicieron porque Sasetru era una empresa que molestaba por su desarrollo. Pagábamos 15 sueldos por año y construíamos viviendas para nuestros trabajadores. Tenían que sacarla del medio para hacer otro modelo de país», indicó Jorge Salamei al diario Ámbito, quien luego de más de 40 años busca la forma de que esta empresa vuelva a producir. Las actividades de esta firma se iniciaron en el molino harinero de Sarandí, en el partido bonaerense de Avellaneda, y con los años expandió sus negocios en la industria del aceite y los alimentos: exportaba el 30 por ciento de las oleaginosas y el 20 por ciento de los cereales del país. «Se trataba de un escollo para el modelo de valorización financiera diseñado por (José Alfredo) Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la última dictadura militar. Éramos un mal ejemplo», remarcó Salamei. Una foto antigua de la fábrica. En 1975, en pleno «Rodrigazo», una megadevaluación determinada por el Gobierno de Isabel Perón, afecta fuerte a la empresa. Salamei padre muere y su hijo Jorge debe tomar su lugar en la empresa con 20 años junto con sus otros dos socios. A las pocas horas de haberse producido el golpe del 24 de marzo de 1976, la empresa comenzó a sufrir presiones por parte de los militares, que le ordenaron a los directivos entregarles los legajos de cada uno de los 256 delegados que había en Sasetru. Con una deuda creciente, la empresa entró en convocatoria, y desde el Banco Central, su vicedirector Alejandro Reynal presionó para la creación de un fideicomiso conformado por «un club de bancos» que se haría cargo de la gestión de Sasetru. Sin embargo, el verdadero objetivo era despojar a Sasetru de unos de sus activos más importantes: el Banco Internacional, que fue obligado a endeudarse y a girar créditos a firmas vinculadas al gobierno que no fueron cancelados. El Banco Central y el Banco Provincia negaron financiación y a principios de 1981, la empresa con una deuda de más de 500 millones de dólares fue a la quiebra y obligada a vender el Internacional al Bank of América, en una operación por la cual Sasetru no percibió nada. «La operación se concretó en marzo de 1981, días antes de que Reynal terminara su gestión en el Banco Central. El banco de Sasetru se vendió sin autorización del juez y con una maniobra por la cual no nos quedó ni un peso», subrayó Salamei. Tras la quiebra, 15 directivos de Sasetru fueron acusados de violar la ley de subversión económica, pero finalmente todos fueron sobreseídos en democracia. No obstante, la empresa cesó sus actividades. En 2013, Salamei presentó una denuncia para que la quiebra de Sasetru se investigue como un delito de lesa humanidad, y en la actualidad es investigada por el Juzgado Federal Número 6 y en la que interviene la fiscal Paloma Ochoa. Hoy, junto con otros extrabajadores de la empresa, Salamei impulsa la reapertura de la «Sasetru Alimentos Argentinos» para formar una empresa que produzca a bajo costo y genere puestos de trabajo, que cuenta con el aval del partido de Avellaneda y la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. La fábrica de Albardón permaneció todos esos años cerrada. En el medio, las gestiones de Leopoldo Bravo con Raúl Alfonsín no lograron abrirla nuevamente. Pasó lo mismo con Jorge Escobar, no pudo cumplir el objetivo de darle vida a la fábrica. Dilexis, Pepsico y Tía Maruca En 1997 el grupo Dilexis adquiere la firma en US$4,5 millones, pero fue recién en 2002 cuando obtuvo los beneficios de la promoción industrial y, un año después, comenzó a funcionar. Fue clave en ese tema José Luis Gioja. Como presidente previsional del Senado, y en un viaje de Eduardo Duhalde, quedó a cargo del país y firmó los beneficios impositivos necesarios para que la fábrica abriera sus puertas. La primera elaboración fue en marzo de 2004, de galletas semidulces fortificadas para su primer comprador: la empresa sanjuanina Sol Frut, que por aquel entonces comercializaba desayunos preelaborados. Pero Dilexis concretó, además, un contrato con un destino más exótico. Se trataba de partidas que tenían como destino Luanda, en Angola, Africa. Para el primer envío visitó las instalaciones el expresidente Néstor Kirchner, quien estuvo acompañado por el entonces gobernador, José Luis Gioja. Empezaron con 123 trabajadores y producía 6.000 toneladas de galletitas. Tras varios años con penurias económicas, y con la amenaza de cerrar sus puertas, empezó una nueva ilusión. En 2011 la fábrica fue adquirida por Pepsico y en 2017, la compañía Tía Maruca, propiedad de Alejandro Ripani, adquirió la planta Dilexis en San Juan, en la que la multinacional Pepsico fabricaba galletitas como las Toddy. La operación contempló el traspaso de algunas marcas de galletitas de Pepsico, como Dale y Argentitas, y un contrato por tres años para que Tía Maruca continuara produciendo las Toddy en San Juan, aunque la marca seguiría perteneciendo a Pepsico. En ese entonces, se calculaba que Tía Maruca controlaba 5% del mercado local de galletitas, que está liderado por Bagley (un joint venture entre Arcor y Danone) y Mondelez (la exTerrabusi). Fueron años de nuevos ajustes, las noticias eran más de imposibilidad de pagar aguinaldo que de nuevos proyectos. Los problemas económicos de la empresa hicieron que se abriera un concurso preventivo en 2019, también estaba Dilexis, y el concurso personal del principal accionista, Alejandro Ripani. En 2022, pudieron levantar el concurso. La fábrica de galletitas de Albardón tiene 22.000 metros cuadrados y una capacidad de producción de 3000 toneladas de galletitas al mes. Para poner en perspectiva, Tía Maruca en sus dos fábricas -Luján y Chascomús- produce 800 toneladas al mes. Solo en San Juan, trabajan 350 personas. Esta semana, las ilusiones se renuevan. Nuevos dueños, otros proyectos, en medio pasaron páginas negras, deudas, estuvieron quebrados, salieron a flote, volvieron a tener problemas y la fábrica sigue en pie…

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