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  • Familias cordobesas acogen a casi 150 niños saharauis: "Ellos nos salvan la vida"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 30/06/2024 13:14

    Farid, Aisha y Ahmed miran a todos lados entre la incertidumbre y la emoción, son amigos y no se han separado en el viaje. Sus sonrisas se dibujan en su cara y en la mayoría de estos niños saharauis de entre 8 y 9 años que llegan a Córdoba a vivir un paréntesis en sus vidas. En el albergue de Cerro Muriano, los 147 niños que pasarán dos meses alejados de un campo de refugiados en Tindouf (Argelia) donde sobreviven gracias a una ayuda internacional cada vez más escasa, esperan a sus familias. El programa 'Vacaciones en paz', organizado por la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños y Niñas Saharauis (Acansa) supone una oportunidad "tanto para ellos como para nosotros", señala una de las madres que esperan reencontrarse con "mi niña". Es su quinto año acogiendo y apunta, "estos meses no le salvamos la vida a nadie, al contrario, nos la salvan a nosotros". Ana Ramos, presidenta de Acansa, destaca que este año vienen 147, es decir, 25 más que el año pasado. Entre el barullo de quienes juegan, se suben a las barandillas del albergue o se quedan rezagados, lamenta que la proliferación de conflictos en otras latitudes reduce la ayuda al pueblo saharaui, "Palestina, Afganistán... cada vez hay más problemas en el mundo y eso hace que el Sáhara se desplace a un segundo plano", "hay el mismo dinero a repartir entre más", señala. No obstante, pone en valor la colaboración con las instituciones como los ayuntamientos o la Diputación y, sobre todo "la solidaridad de los cordobeses, somos muy generosos", subraya. El reencuentro más esperado, los niños saharauis vuelven a Córdoba este verano / Manuel Murillo Ramos apunta que la mayoría de padres repiten porque "es una experiencia muy bonita y enriquecedora". Mientras que para los indecisos tiene un consejo "uno de los argumentos más repetidos es que les da pena la despedida, y lo que te tiene que dar lástima es que se queden dos meses a 50 grados en un campamento en mitad del desierto". "Cuando llegan están deseando volver a sus casas, y según se van se mueren por volver a Córdoba", comenta. Unos chicos posan antes del reconocimiento médico. / Manuel Murillo Problemas de salud Antes del esperado momento, a los chicos se les realiza un chequeo médico general. "Muchos llegan con problemas de anemia debido a la mala alimentación", advierten desde la organización. Primero se les hace una prueba ocular en la que, como comenta Rosa, de Fundación La Arruzafa, se detecta que "aproximadamente el 10% llega con problemas de miopía" y muchos de ellos sufren defracción, e incluso se encuentran varios casos de cataratas, "la arena del desierto y la exposición tan continua al sol termina dañando los ojos a muchos de ellos". Posteriormente, pasan a una revisión auditiva y bucal a cargo de centro Audika y clínica Libertad, respectivamente. Joana, del centro bucal, destaca que "la mayoría llegan con problemas de caries de los que aproximadamente el 20% son urgentes". Entre las causas se encuentra fundamentalmente el mal estado del agua y al consumo de azúcar. No obstante, pone en valor que "se nota mucho quienes vienen la primera vez y los que regresan, ya que estos llegan en mejor estado". Una vez se hace la revisión completa se clasifican entre aquellos con problemas urgentes, que serán intervenidos e incluso operados, de aquellos a los que hay que hacer un seguimiento durante estos 60 días de estancia. Antes de marchar, reciben productos de higiene y se les da a las familias consejos para que, en los diez meses restantes, mejoren su estado de salud. Los nervios más que visibles en muchos pequeños. / Manuel Murillo Nervios e ilusión Más allá de esto, las caras de los chavales hablan por sí solas. La mayoría de ellos vienen con banderas, vendas o muñequeras con el símbolo de un país en el que no viven, pero que es su patria. "Las mochilas van luego llenas de regalos para sus padres, vamos a comprar y dicen, esto para mi mamá", señala Daniel de Córdoba, que es su tercer año en el programa. Los rostros de cansancio son más que evidentes, aunque muchos otros calman su inquietud jugando con las carpetas, globos o hablan con sus amigos en pequeños grupos. Se distingue perfectamente aquellos que ya han vivido la experiencia más de una vez de los que son nuevos. Los primeros piden fotos y se acercan hablar, saben algo de español y, cómo no, les gusta el fútbol. La mayoría tienen claro que se mueren por "ir a la piscina y jugar", cuenta Ahmadi. Los que se estrenan, chocan la mano a duras penas y miran para todos lados. Todo es nuevo para ellos y no saben muy bien qué les deparará durante estos meses. Tiran de su camiseta nerviosos, analizan todo el entorno, juguetean con las pulseras y, por supuesto, miran con desconfianza a la cámara, aunque animados por los veteranos, se terminan animando a posar. El reencuentro Todo esto quedan en anécdota cuando se reencuentran o conocen a sus familias de acogida. Muchas de ellas repiten, como es el caso de Toñi, de Nueva Carteya, es su sexto año acogiendo a niños y lo tiene claro "no paro de aprender de ellos" e indica que "lo comparten todo, tienen una generosidad tremenda". Abrazos en el reencuentro. / Manuel Murillo Marcos, también de Nueva Carteya, vuelve después de un primer año "muy especial". Para él, se trata de una experiencia "tremendamente enriquecedora" y que viven con "mucha ilusión", hasta el punto de "organizar todo el verano para que disfruten al máximo". Manuel, de Hornachuelos, es todo un veterano, afronta su séptimo año consecutivo y destaca que "el avance tecnológico para mantener el contacto con ellos", ya que han instalado una antena de internet en el campamento, por lo que "podemos hablar con ellos prácticamente todos los días". Porque la relación con los chicos no se acaba una vez regresan a Argelia, "les mandamos regalos por Navidad o una tarta para su cumpleaños, se crea un vínculo muy bonito", incide. Otros se estrenan, como es el caso de Sensi, que comenta que se decidió porque "mis padres acogieron a una chica rusa hace muchos años y fue increíble, quería vivir la experiencia como madre". Irene y Francis, de Priego de Córdoba, también viven esta situación por primera vez "con nervios". En su caso, las recomendaciones de conocidos y los anuncios fueron fundamentales para decidirse aunque confiesa tener miedo "al momento de la despedida". Una vez se reencuentran o conocen a sus familias, los abrazos, besos y lágrimas son una constante, algunos como Jalis, salen corriendo a abalanzarse con sus padres y hermanos adoptivos. Kala, Ahmadi, Wahda y así hasta 144 chicos y chicas más viven desde hoy un paréntesis en sus vidas. Por dos meses tendrán una nueva vida en la que harán nuevos amigos, probarán comida, jugarán al fútbol, verán la playa por primera vez y experimentarán mucho en un nuevo entorno. Será en agosto cuando llegue el siempre emotivo momento de la despedida. Regresarán con las mochilas llenas de regalos y con miles de historias que contar. Ellos son los rostros de la emoción, ilusión e incertidumbre, aunque también son las caras, manos y brazos de un conflicto que va camino de cuatro décadas sin resolverse y que cada vez está más silenciado. Son las miradas y sonrisas de los invisibles.

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