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  • Entre Ríos, Argentina

  • Autonomía sanjuanina y liberalismo rivadaviano

    » El Zonda

    Fecha: 30/06/2024 06:21

    Bernardino Rivadavia. El año 20 del siglo XIX es un año controversial en la historia argentina. Los efectos de este año atraviesan toda la vida y cada uno de los rincones de la novel república durante esa década, conmoviendo tanto a Buenos Aires como a las provincias interiores, incluida la Banda Oriental y la ancha región de su influencia. Allí se apagaba en este año la estrella de José Gervasio Artigas, representación del primer federalismo nacional. Al mismo tiempo, en la mayoría de las demás provincias argentinas comenzaba a brillar la luz de nuevos caudillos federales, que historiadores nacionales del Interior como Alfredo Terzaga, teniendo en cuenta el antecedente de la primera manifestación federal artiguista, han definido como el segundo federalismo del Rio de la Plata, heredero del primer federalismo nacional de Artigas, figura histórica execrada y ninguneada por la historiografía oficial. Al otro día de la sublevación de Arequito (8/1/1820) contra el Directorio porteño (que había enviado al Ejército del Norte para reprimir Santa Fe), San Juan se separaba de su organización política natural y se erigía en provincia autónoma, aunque los acontecimientos de la nueva provincia cuyana nada tenían que ver en realidad con la sublevación en Santa Fe de los caudillos federales. En San Juan, los jefes del levantamiento militar eran los capitanes Mariano Mendizábal y Francisco del Corro, a quienes se opusieron, sin poder resistir, "los cívicos" al mando de José Bernardo Navarro. Los jefes de la sublevación eran amigos de los hermanos Carrera, adversarios en Chile de Bernardo de O’Higgins y enemistados a su vez con el general San Martín. Como se ve, Cuyo también libraba una lucha interna, aparte de la guerra por la independencia nacional. En ese contexto, se produjo aquella madrugada la sublevación, derrocamiento, enjuiciamiento sumario y condena a muerte –luego conmutada por exilio de por vida- del teniente gobernador de San Juan y capitán del Ejército Libertador, Dr. José Ignacio De la Roza. Para los historiadores Carmen Peñaloza de Varesse y Héctor Arias, "el pronunciamiento del 9 de enero tuvo como primer objetivo apartar a San Juan de la influencia sanmartiniana, por eso los documentos justificativos tanto del Cabildo como de Mendizábal ante el Director Supremo" -que ahora era el general José Rondeau-, quien terminó dándole la razón a los sublevados, aunque a esa altura de los acontecimientos el director supremo y el régimen directorial tenían las horas contadas debido al movimiento federal y autonomista comenzado en Arequito y que se completaría el 1° de febrero de 1820, cuando las armas provincianas del Litoral vencieron a las porteñas en la Batalla de Cepeda. El historiador santafesino de Firmat Gustavo Battistoni, en su estudio sobre Estanislao López, coincide en señalar que la rebelión de Arequito "fue esencial para que en febrero de ese mismo año Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes enterraran para siempre el sueño monárquico en la ex capital del Virreinato del Río de la Plata y se instaurara el germen de una república federal". Sin el alzamiento patriótico de Arequito -sostiene Battistoni- "no existiría el federalismo ni el nacimiento de la provincia de Buenos Aires", inclusive, pues la ciudad del Puerto mantenía sujeta como parte de ella a la extensa provincia homónima. Liberado el Litoral en Arequito del ejército represor porteño, el federalismo provinciano tuvo las manos libres para enfrentar y vencer en Cepeda al Directorio, que impedía la autonomía de las provincias y su derecho a elegir sus propias autoridades. En esas condiciones, con el general Güemes ocupado en defender la frontera Norte, de acuerdo a la estrategia sanmartiniana; las provincias del litoral ocupadas en defenderse tanto de portugueses y españoles como de Buenos Aires (lo que explica en parte su ausencia en el comienzo de la campaña sanmartiniana), quedaría para Cuyo la gloria de la organización y preparación del Ejército de Los Andes; aunque Santa Fe -dada la amistad entre Estanislao López y San Martín- contribuirá más luego a la causa emancipadora con "trecientos hombres a caballo y el apoyo al libertador ante la nula ayuda rivadaviana con la causa emancipadora", según nos revela Battistoni citando a Andrés Roverano. Córdoba, por su parte, a través del general Juan Bautista Bustos, ya gobernador de su provincia después de dirigir la sublevación de Arequito, ofrecería y concretaría su ayuda al Gral. San Martín y al general Martín Miguel de Güemes, respondiendo además al llamado de San Juan en aquel momento crítico de su historia después de la caída de De la Roza. Como se ve, nuestros caudillos eran federales hacia el interior y sanmartinianos e independentistas hacia afuera. El gobierno del capitán Mariano Mendizábal Aquel 9 de enero de 1820, con las tropas en la plaza, el capitán Mariano Mendizábal fue elegido gobernador "por aclamación", y el 1º de marzo de 1820 se dio a conocer el primer documento institucional de autonomía que elevaba la condición del nuevo gobernante, hasta entonces teniente gobernador, a la de Gobernador, aunque el beneficiario inmediato de esas medidas prefirió delegar ese poder en el Cabildo. Busto de Rivadavia. La razón de la separación de la provincia de Cuyo y la declaración fundacional como provincia autónoma, si bien respondía a la lógica y/o inercia política de la época, en el caso de San Juan no se fundaba en las banderas artiguistas de autogobierno de los pueblos, de organización federal y de independencia y unidad continental, sino en cuestiones de orden interno, relacionados con la política chilena como rioplatense en ese momento crucial de la lucha por la independencia continental y de organización a la vez de la República. El que se reputa el documento fundacional de la autonomía sanjuanina estaba plagado de argumentos personalistas y no políticos, no contenía en ninguna parte la palabra "autonomía" ni la palabra "autogobierno" o "federación", y en una actitud no muy "autónoma" que lo ligara a la lucha de sus hermanas provincianas, el nuevo jefe provincial le informaba al director porteño, que había ordenado "el arresto del jefe depuesto" y que había "remitido a la disposición del Señor Gobernador Intendente de Tucumán", al comandante de Cazadores y otros oficiales subalternos del régimen anterior, "hasta que V.E. ordene lo que estime conveniente". No podía ser éste el lenguaje del padre de la autonomía sanjuanina sino más bien la de un hijo del régimen unitario porteño todavía vigente, aunque no por muchos días más, al que le informaba y al que le remitía los defensores y víctimas del orden provinciano subvertido. Por el contrario, consecuente con una genuina actitud autónoma, el general Juan Bautista Bustos y los demás caudillos federales del Interior, no se dirigieron al Directorio porteño -ni en Arequito ni en Cepeda- para pedirle el consentimiento de sus actos, sino que se alzaron contra él, desbaratando el poder nacional que ejercía en forma autoritaria (unitaria) y contraria a los intereses provincianos. En efecto, las fuerzas que chocaron en Cepeda el 1 de febrero de 1820 y cuyos resultados se conocieron en San Juan recién 20 días después, no fueron según Peñaloza y Arias "solamente fuerzas armadas, sino dos mundos contrapuestos que surgieron en los mismos albores de la Revolución de Mayo, irreductibles ellos y con proyección de futuro". Lo de Mendizábal no parecía estar ligado directamente a esa lucha sino más bien complementariamente a la interna que el general San Martín y el general O’Higgins sostenían con los hermanos Carreras. Con la caía del Directorio, Buenos Aires se replegó sobre sí misma y las provincias -incluso Buenos Aires, que debe su nacimiento como provincia a ese hecho- pudieron organizarse en forma autónoma, eligiendo sus propios gobiernos y redactando sus propias Constituciones provinciales en algunos casos. A ese principio ordenador provinciano, la "Historia Oficial" porteña denomina equívocamente "la anarquía del año XX". En San Juan, la renuncia de los miembros del Cabildo delarrosista y la elección de un Cabildo adaptado a las nuevas circunstancias, encumbraron a Pedro José Zaballa y a Salvador María del Carril como representantes sanjuaninos ante las demás provincias. Enterado San Martín de la caída de De la Roza –quien lo había secundado en la preparación del Ejército de los Andes- y del avance de la situación que comprometía incluso la tranquilidad del gobierno de Mendoza y que le eran desfavorables para sus planes estratégicos, se decidió a actuar y envió al teniente coronel Domingo Torres a San Juan para pedir ante el Cabildo por los desalojados y prisioneros del nuevo gobierno. Asimismo, en los primeros días de marzo de 1820, el Libertador envió a Córdoba al secretario del Ejército de los Andes. Llevando la voz de San Martín, su representante y secretario Dionisio Vizcarra le ofreció al brigadier Bustos el apoyo del Libertador a la convocatoria del Congreso Federal de Córdoba, "haciéndole presente los grandes intereses de la revolución americana que exigían el apoyo a su expedición al Perú". Ante esa situación, Mariano Mendizábal intentó interferir y a la vez establecer relaciones con los jefes federales y también con José Miguel Carrera, adversario de San Martín como ya hemos dicho. Eran los objetivos estratégicos los que diferenciaban a Carreras, empeñado en su lucha interna por el poder en su Patria Chica, Chile, y a San Martín, empeñado en la independencia y unidad de la Gran Patria Americana. A partir de la visita de Vizcarra, si en algún momento había tenido alguna duda entre Carreras y San Martín, el general Bustos se convirtió en un franco colaborador del Libertador del sur de América. Los días de la "revolución" de enero en San Juan, que no había tenido mucho arraigo popular, estaban contados, y Mendizábal gobernó tan solo dos meses: desde el 9 de enero al 21 de marzo de 1820. El 21 de marzo, otro pronunciamiento cívico-militar elevó al gobierno interinamente a José Ignacio Fernández Maradona –quien fuera el primer diputado sanjuanino ante la Junta Grande-, aunque su breve período también se caracterizó por la influencia dominante de Francisco del Corro, Jefe del Batallón de Cazadores que había derrocado a De la Roza, ex aliado del capitán -ahora caído en desgracia- partidario de quien podía socorrerlo militarmente: José Miguel Carrera, adversario de San Martín y O’Higgins. La acción de San Martín y de sus voceros y enviados dio sus frutos y el 5 de junio de 1820 Maradona también renunció, sucediéndole en el mando provincial el chileno José Antonio Sánchez, quien, si bien no era partidario de Carrera sino amigo de O’Higgins y partidario de San Martín, mantuvo en la jefatura militar a Francisco del Corro, cuya inclinación por Carrera sellaría su destino. Efectivamente, poco a poco fueron tomando cuerpo las sospechas que se tenían sobre el jefe militar Del Corro, quien, instruido por Carreras, en lugar de dirigirse a Tucumán con sus fuerzas para fortalecer el frente independentista del Norte conducido por Martín Miguel de Güemes, encaró hacia Mendoza para ocuparla y dejarle libre el camino hacia Chile a su amigo José Miguel Carrera. El enfrentamiento no se hizo esperar y Del Corro fue derrotado por las fuerzas coaligadas de San Juan (Sánchez, Laprida) y Mendoza (Godoy Cruz, ya gobernador en reemplazo de Campos), huyendo hacia La Rioja, donde finalmente fue destrozado militarmente por el comandante de milicias de Los Llanos, Juan Facundo Quiroga, que hacía así su primera aparición pública. Fue entonces cuando el jefe militar riojano (todavía no el gran caudillo de su pueblo), resolvió que todo el parque de armas secuestrado al Batallón de Cazadores Nº 1 se remitiera al general Güemes, ya en marcha el plan de Bustos para reunir las fuerzas de Cuyo y Córdoba en ayuda para el comandante salteño en la frontera norte, plan que estaba coordinado con la partida de Valparaíso y el posterior desembarco en el Perú de las tropas sanmartinianas. De esta manera, Facundo Quiroga intervenía por segunda vez en asuntos vinculados a Cuyo. La primera había sido en San Luis, al sofocar la intentona de escape de los prisioneros españoles. Habría nuevas y destacadas oportunidades de demostrar su valía y patriotismo provinciano. A partir de 21 de enero de 1821, San Juan contó con Sala de Representantes (Poder Legislativo) en reemplazo del Cabildo, de acuerdo a la corriente de modernización administrativa que bajaba de Buenos Aires (con Sala de Representantes desde febrero de 1820). Como una síntesis de la época, según el historiador Videla, la Sala de Representantes de San Juan tuvo "una existencia legislativa más virtual que real hasta 1836, época en que vuelve a funcionar como un cuerpo representativo y popular, bajo la administración de Benavides". Finalmente, Sánchez, aunque había probado de qué lado estaba en la acción contra Del Corro y Carreras, fue depuesto, siendo designado en el cargo José María Pérez de Urdininea, que había sido revolucionario en La Paz en 1809, soldado de la Independencia con Balcarce, Rondeau, Belgrano y Güemes, y luego sería presidente de Bolivia (su país natal) después de su independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1825. En contraste con la mezquindad y la estrecha visión de los hombres de Buenos Aires, Urdininea renunció a su cargo de gobernador para ponerse al frente de la "División Auxiliar del Sud", cuyo segundo jefe era el futuro general José María Paz. A la renuncia de Urdininea ocupó la gobernación de San Juan Salvador María del Carril desde el 10 de enero de 1823 a julio de 1825. Antes de incursionar en su gobierno, veamos brevemente cuál fue la política que lo inspiró, dado que tampoco se puede entender nuestro atraso provinciano respecto de Buenos Aires sin conocer la política porteña respecto al país todo. Liberalismo rivadaviano en las provincias argentinas El período rivadaviano propiamente dicho comenzó en 1821, aunque Rivadavia ya había sido secretario del Primer Triunvirato (23/9/1811 - 8/10/1812), circunstancias en la que algunos historiadores han creído ver el nacimiento del Partido Unitario porteño. Mausuleo de Rivadavia. La política rivadaviana y el poder de Buenos Aires durante esta década determinó muchas cosas que perjudicaron a todo el Interior, a saber: boicoteó en 1821 el Congreso Federal de Córdoba convocado por Juan Bautista Bustos, que hubiera podido brindarle al país -treinta y dos años antes-, una Constitución Federal; dejó el manejo del comercio exterior y las finanzas en manos de extranjeros; persistió en el monopolio del puerto único y los ingresos de la Aduana de Buenos Aires –causa eficiente de nuestras guerras civiles-, que debía ser la fuente de ingresos participables de las provincias también, y que no lo fue en forma efectiva y eficiente hasta la federalización de Buenos Aires en 1880; generó el primer gran endeudamiento del país con la banca británica Baring Brothers por el término de 80 años, cuyo préstamo debía servir solo a Buenos Aires, aunque hipotecó con ese empréstito a todas las provincias, al poner sus bienes y recursos como garantía, sin realizar ninguna de las obras para las cuales se había tomado, aparte de recibir el país solo la mitad del monto acordado; la consecución de una política económica librecambista, que si bien favorecía a Buenos Aires, perjudicó grandemente a las demás provincias, impidiéndoles su desarrollo industrial, social y cultural (no es de extrañar desde entonces la condición de "ricas" y "pobres" de las provincias argentinas); generó una reforma "liberal" a nivel militar, eclesiástico e institucional -reforma esta última que elevaría a Rivadavia a "Presidente"-, sin darle solución a algún problema nacional ni conformar a las provincias y ni siquiera a los bonaerenses. Así y todo, el dinero de Buenos Aires no alcanzaba para la consecución de la guerra de la Independencia –"no había plata"-, a la que Buenos Aires y Rivadavia le negaron su apoyo. Sin recursos, después de la entrevista de Guayaquil, San Martín se vio obligado a entregar el mando a Simón Bolívar. En enero de 1823, el Libertador del Sur era un simple ciudadano a punto de exiliarse en Europa por falta de garantías de seguridad en su propio país. "Predominaban los intereses locales sobre los nacionales, la "patria chica" sobre "la patria grande" -reflexionan los historiadores Carmen Peñaloza de Varesse y Héctor D. Arias-, y Buenos Aires dio el mal ejemplo al rechazar el apoyo que se le pedía". Tampoco los progresos urbanísticos en la ciudad de Buenos Aires (edificación respetando ochavas, mejora de la iluminación de las calles, creación del Cementerio del Norte, hoy Cementerio de la Recoleta), se vieron reflejados en la propia provincia de Buenos Aires y mucho menos en el resto de la República, al que no llegaban los cuantiosos recursos de la Aduana y tampoco era del interés de Buenos Aires que alcanzaran. Para nada resignada a un rol secundario en la política argentina, aunque replegada sobre sí misma después de la batalla de Cepeda (1° febrero de 1820), Buenos Aires reemplazó a Sarratea (aceptado por las provincias del Interior) y eligió a comienzos de 1821 al general Martín Rodríguez como gobernador de Buenos Aires, con el apoyo de todo el arco de las clases dominantes bonaerenses, entre ellas la de los ganaderos y terratenientes, entre quienes ya se destacaba Juan Manuel de Rosas. Rodríguez designó a Bernardino Rivadavia como ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de su gobierno, siendo a partir de ahí, hasta su renuncia (1827) -después de un año a cargo de la Presidencia sin consentimiento de las provincias-, la figura dominante de la política porteña y, por carácter transitivo, de la política a lo largo y ancho de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Bajo esa inspiración, llegó a la gobernación de San Juan el Dr. Salvador María del Carril. Extraído de "San Juan, su historia. De la Fundación a la Segunda Reconstrucción", del licenciado Elio Noé Salcedo. Notas Relacionadas

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