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  • La falta de diálogo en la economía

    » Hoy Dia

    Fecha: 30/06/2024 04:37

    Las ciencias económicas parecen haberse independizado de las demás ciencias sociales. La Economía Política (la de los economistas) pretende dejar de ser aquella Política Económica que dependía de la política y el comportamiento social; por lo que, en ese divorcio, siempre terminan fracasando, diciendo “mi teoría tiene razón, pero los comportamientos (o la realidad) son ilógicos”. Los contadores mayoritariamente hacen y auditan estados contables, liquidan sueldos e impuestos actuando como auxiliares del Estado y algunas veces gestionan lo financiero de cada empresa para maximizar solo ese resultado ignorando el marketing y las relaciones laborales que se limitan a la administración o liquidación de sueldos. Mientras los administradores de empresas se dedican especialmente al marketing y los recursos humanos que suelen subvalorarse en una economía inestable, cada vez más concentrada y primarizada por el constante cambio de las reglas de juego que le da poco lugar en relación a la que tiene en otros países más estables. Es que los economistas, que hoy son las estrellas de las ciencias económicas, se preocupan más por la macroeconomía monetaria, y otros por la especulación en los mercados de valores, o, simplemente, se dedican a ser lobistas de poderosos grupos de presión, como ha ocurrido en los últimos gobiernos neoliberales. Finalmente, muchos proveen análisis de contextos a potenciales inversores y, en algunos pocos casos, hacen estudios de prefactibilidad de proyectos, ignorando el marketing, las reacciones de la competencia, la organización y la gestión de recursos humanos, de sus talentos y del conocimiento que se desarrollaron en los últimos cien años, todo un anacronismo. La formación universitaria en ciencias económicas contribuye, así, sustantivamente en lo que sus carreras y especializaciones no consideran o desconocen de las otras carreras de ciencias económicas, y mucho más con de otras disciplinas sociales como las ciencias políticas, sociología, psicología, etc., como hizo el modelo universitario alemán orientado a la producción de conocimiento. Tampoco consideran la gestión pública, como hizo la universidad francesa o napoleónica, en la que se formaba a funcionarios que conocían los sistemas y herramientas de su gestión, ni la gestión de otras organizaciones no lucrativas que demandan profesionales capacitados, como ocurrió en la universidad anglosajona. Así, nuestras facultades de ciencias económicas son un híbrido, que no produce conocimientos como el modelo alemán; ni se vincula con la administración pública como el modelo francés; ni responde adecuadamente a los requerimientos de las empresas no lucrativas, como hizo el modelo anglosajón. Es que nuestra universidad, surgida a la luz de la reforma de 1918 y basada en la libertad de cátedra, que luego se hizo estatal en 1949, con autogobierno por claustros, se convirtió en una institución conservadora, salvo por el ingreso irrestricto que adoptó. La universidad pública argentina se limita a formar profesionales independientes de distintas disciplinas y especializaciones, sin relación entre ellos, y con permanentes conflictos por sus incumbencias establecidas legalmente, en la que el trabajo en equipos interdisciplinarios, la investigación y la innovación tienen poco espacio, y sus docentes -mayoritariamente- sólo transfieren conocimientos técnicos acríticos, describiendo el estado del arte para el cual “licencian” a sus egresados en sus competencias profesionales. En las tres titulaciones mencionadas se sigue instruyendo únicamente en teorías, modelos y herramientas de teorías económicas cuestionadas –sean liberales, neoliberales o keynesianas- despreciando aquellas que incorporen aspectos humanísticos, sociales y ambientales, como la economía civil o de comunidad, que dependen exclusivamente de la vocación de algún docente individual. Por ello resulta tan difícil la formación de grupos profesionales interdisciplinarios, que permitan un desarrollo integral de organizaciones privadas lucrativas, públicas y sociales no lucrativas, su investigación e innovación. Para evitar ese inconveniente, en muchos países, desde lo académico han flexibilizado las currículas de las carreras, exigiendo a los alumnos el cursado y la aprobación de otras materias de otras disciplinas de las ciencias económicas, de la ciencia política, ciencias sociales, o inclusive de psicología, que les permitan, al menos, conocer su lógica y así poder dialogar y crear considerando todos los aspectos y perspectivas. En nuestro país eso se ha planteado muchas veces, pero nunca (o casi nunca) se ha llevado a cabo, por lo que seguimos con aquel diseño napoleónico que dividía las disciplinas y carreras, disputándose entre ellas las “incumbencias” –que son aquellas tareas exclusivas de una u otra carrera-, independientemente de las “competencias” –que es el “saber hacer”. Si esa interrelación no ocurre, no podrán establecerse equipos consistentes y capaces de dialogar con análisis crítico, lo que, de todas maneras, requerirá recursos, continuidad y mucho tiempo: los cambios en las universidades tienen efectos a muy largo plazo. Mientras tanto, debiera comenzarse con un diálogo entre los docentes de diversas disciplinas, que puedan y quieran compatibilizar sus contenidos y actividades de investigación de las cátedras con los de otras disciplinas con las que se complementen.

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